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El Acuerdo de París, ¿por qué debe importarnos?

El presidente de EEUU, Donald Trump, toma decisiones como si aventara objetos cortopunzantes frente a una multitud desarmada. La salida de Washington del Acuerdo de París debe obligarnos a cuestionarnos ¿qué le queda al mundo luego de una decisión que compromete recursos económicos necesarios? ¿Es necesario plantear nuevas posturas ante la comunidad internacional desde los países considerados periféricos, como Ecuador?

Foto/Tony Webster

Por David Carrión Mora / @elbuenlawyer

En diciembre de 2015, 195 países firmaron un acuerdo vinculante mundial sobre el clima: el Acuerdo de París. Este compromiso entró en vigencia el 4 de noviembre de 2016, después de la ratificación de 55 Estados, responsables del 55 por ciento del total de emisiones globales de gases de efecto invernadero.

El Acuerdo de París surgió con objetivos específicos: que los países miembros limiten y disminuyan sus emisiones de gases de efecto invernadero; evitar que, hasta finales de este siglo, la temperatura del planeta supere en dos grados centígrados a la temperatura que se registraba en la era preindustrial; y, que a partir del 2020 se cree un fondo de cien mil millones de dólares para cumplir dichos objetivos.

Estados Unidos tiene un rol fundamental en el cumplimiento de las mencionadas metas, pues es el segundo país en el mundo que más CO2 emite, detrás de China. El gobierno estadounidense firmó el pacto en el 2016 y ofreció reducir las emisiones de gas en su país de un 26 por ciento a un 28 por ciento hasta el 2025. Además ofreció tres mil millones de dólares como ayuda para los países en desarrollo a fin de cumplir con sus objetivos. Justamente en el 2025 se llevará a cabo la primera revisión y evaluación del Acuerdo y su eficacia.

Ahora bien, ¿qué son los gases de efecto invernadero? El planeta Tierra permite la entrada de los rayos solares para utilizar su energía. La energía no utilizada es devuelta al espacio, sin embargo, ciertos gases como el dióxido de carbono -CO2- y el metano retienen parte de esa energía en la atmósfera y hacen que se mantenga dentro del planeta, produciendo a escala mundial un efecto similar al observado en un invernadero. Como consecuencia, se agudiza el calentamiento global.

Según la Sociedad Meteorológica Americana e información publicada en el portal phys.org, el año mas caliente registrado hasta el momento fue el 2016, y este récord podría convertirse en la temperatura estándar hasta el 2025, si se mantienen las emisiones de dióxido de carbono como hasta el momento.

Pero, ¿los gases de efecto invernadero son siempre “malos”? No. La Tierra sería un planeta frío sin gases de efecto invernadero, entonces el problema no es que exista gases de efecto invernadero sino que estos hayan aumentado exponencialmente durante las últimas décadas. Los expertos señalan que desde el inicio de la revolución industrial, a mediados del siglo XVIII, la concentración de CO2 en la atmósfera aumentó un 40 por ciento y la de metano un 300 por ciento.

Con todos estos antecedentes, a pesar de las cifras preocupantes y de los compromisos adquiridos previamente por Estados Unidos, el presidente Donald Trump -a inicio de junio del 2017- anunció el retiro de su país del acuerdo climático de París. ¿Por qué le debe importar al resto del mundo la decisión de Trump?

Protestas en las calles de Nueva York por el cambio climático. Foto/Joe Brusky

Además del interés colectivo de velar por el equilibrio climático de nuestro planeta, cada país tiene razones particulares para preocuparse. Ecuador, por ejemplo, tiene las suyas: la Asamblea Nacional aprobó en junio de 2017 la aplicación del Acuerdo de París, lo que le permitiría acceder a los recursos asignados para el efecto, pero con la salida de EEUU esto se torna nebuloso; y, segundo, Ecuador es un país ganadero y productor de banano.

Es sabido que una vaca -a través de sus excrementos- emite más gases de efecto invernadero que un coche que circula un promedio de 50 kilómetros diarios. El ganado vacuno emite importantes cantidades de metano, un gas que es 20 veces más potente que el dióxido de carbono como gas de efecto invernadero.

Producir un kilogramo de banano genera 0,49 kilogramos de dióxido de carbono CO2. Podría parecer poco, pero no si se toma en cuenta que Ecuador cubre el 30% de la oferta mundial y que durante los primeros meses del 2017 ya se han producido 2,4 millones de toneladas.

Tras bastidores se sabe que EEUU y China sostienen una lucha constante, lanzándose la pelotita el uno al otro: competir por aparecer como el país que emite menos gases de efecto invernadero. De acuerdo a eso, se grita a los cuatro vientos quién debe disminuir en mayor cantidad sus emisiones y, principalmente, cuál de los dos debe contribuir con una mayor cantidad de dinero para combatir el calentamiento global. Esta, entre otras razones, puede haber llevado a Trump a tomar la drástica decisión con consecuencias irreparables para el planeta. A Ecuador le queda reinventarse en materia agrícola y ganadera, idear mecanismos de presión a nivel diplomático o esperar a que las grandes decisiones sigan en manos de poderosos que defienden intereses completamente diferentes a los de la Naturaleza.


David Carrión Mora es abogado y escritor de opinión.