A pesar de que cuenta con una matriz energética diversificada, Ecuador enfrenta importantes desafíos en la distribución de energía eléctrica. Las razones detrás de estos problemas son diversas, pero, sobre todo, se debe a que la infraestructura de distribución es obsoleta en muchas áreas y tiene redes eléctricas con décadas de antigüedad que no pueden manejar eficientemente la demanda actual ni integrar nuevas fuentes de energía renovable.
Por Gabriela Castillo Albuja
En Ecuador, los racionamientos del suministro eléctrico de 2024 (que comenzaron el 23 de septiembre y se redujeron paulatinamente hasta ser suspendidos el 15 de diciembre) dejaron en evidencia que la ciudadanía está expuesta a cortes de energía de manera prolongada. El país inició el 2025 con un abastecimiento normal de luz, pero bajo la desconfianza de los ecuatorianos.
Lo que desean los ciudadanos es volver a la normalidad para recuperarse del fuerte golpe que dejaron las desconexiones. Esa es la expectativa de Julio César Robalino, comerciante de alimentos congelados en el sector de La Floresta (centro-norte de la capital, Quito).
El negociante cuenta que las suspensiones del servicio le ocasionaron pérdidas de entre $ 600 y $ 800 dólares diarios. “Cuando se iba la luz, la mercancía se dañaba; tenía que cerrar el local. No lograba reunir ni para el arriendo; despedí a tres empleados. Ahora espero recuperarme, porque quedé endeudado”, dice.
Según la Cámara de Comercio de Quito, el cese del suministro eléctrico generó pérdidas económicas estimadas en $7.500 millones, de los cuales, $4.000 millones corresponden al sector industrial y $3.500 millones, al sector comercial. Incluso, Juan Carlos Vega, ministro de Finanzas, calculó que los apagones representan pérdidas de hasta el 1,5% del Producto Interno Bruto (PIB) ecuatoriano.
El presidente Daniel Noboa y la ministra de Energía, Inés Manzano, indicaron que la suspensión de racionamientos fue gracias al incremento de lluvias, con lo que se mantienen los embalses en niveles adecuados para la generación hidroeléctrica, también por la importación de electricidad desde Colombia, entre otros recursos.
Sin embargo, Iván Endara, profesor de la Escuela Superior Politécnica del Litoral, en declaraciones a New York Times, advierte que este panorama no garantiza la “erradicación definitiva” de los apagones e incluso alerta que los cortes pueden prolongarse hasta 2026. Un estudio publicado en 2022 en la revista Water advierte que más de una cuarta parte de las presas eléctricas en el mundo se encuentran en lugares con riesgo medio o extremo de escasez de agua para 2050. Y Ecuador no es la excepción.
Hace una década, el país apostó por la energía hidroeléctrica como motor de desarrollo, aprovechando sus ríos para satisfacer la creciente demanda energética y promover la prosperidad económica. Sin embargo, el calentamiento global y una severa sequía en el último año han reducido el caudal de ríos y embalses, poniendo en riesgo la red eléctrica y enfrentando al país a desafíos climáticos que amenazan sus planes energéticos.
A eso se suma la crisis económica reciente, que ha limitado la inversión en el mantenimiento y modernización del sistema eléctrico, lo que ha llevado a retrasos en la implementación de mejoras según Jorge Hidalgo, experto en energía y gerente de Green Power.

Pérdidas en el sistema y el reto de integrar la energía solar y eólica
El experto analiza otros problemas en torno a la crisis, como “la gestión deficiente de los recursos, que ha obligado a una dependencia costosa de la importación de energía de Colombia para cubrir el déficit”. Asimismo, las pérdidas de energía en el sistema de transmisión y distribución son significativas. Según datos del Ministerio de Energía y Recursos Naturales No Renovables, estos desgastes representan entre el 12% y el 15% de la potencia generada, lo que impacta tanto en la eficiencia del sistema como en los costos para los consumidores.
Darío Dávalos, experto en energía, añade que «la crisis ha puesto en evidencia serias deficiencias en la planificación y mantenimiento de las infraestructuras energéticas, especialmente en hidroeléctricas y termoeléctricas», señalando, además, que el cambio climático intensifica fenómenos como la escasez de lluvias, afectando directamente la generación de energía.
A pesar de la recuperación temporal de los embalses y las medidas adoptadas, la sostenibilidad del sistema energético ecuatoriano sigue siendo incierta. Esto se evidencia en los informes oficiales del Gobierno. Una circular publicada el 31 de mayo de 2024 aborda el Plan de Operación del Sistema Nacional Interconectado (SIN) para el período de abril de 2024 a marzo de 2026, y detalla los problemas de distribución de energía.
Entre estos se encuentran la degradación del SIN. Ahí existen altas cargabilidades en las subestaciones, lo que provoca problemas de sobrecarga y bajos voltajes en zonas como Trinitaria-Salitral-Pascuales. También concurre una reincidencia en la falta de inversiones en la infraestructura de generación, transmisión y distribución eléctrica que requiere de modernización y actualización para mejorar la eficiencia del sistema.
Hay más problemas. El Informe Técnico Económico de la Corporación Eléctrica del Ecuador (CELEC-EP) reconoce la dependencia de fuentes hidroeléctricas, lo cual se ve afectado debido a las sequías extremas.
El presente y futuro de la energía en Ecuador pasa por diversificar las fuentes energéticas y también las tecnologías de generación. “Ecuador cuenta con un vasto potencial hidroeléctrico, el problema es que ha dependido históricamente de esta fuente de energía para satisfacer más del 70% de su demanda energética. Por eso, la diversificación es esencial“, advirtió Juan Carlos Blum, CEO de la consultora especializada Efficacitas y Master of Science, Energy Management & Environmental Policy, durante el Foro UNIR sobre los retos y oportunidades en la transición hacia las energías renovables.
Optimizar la red de distribución de energía eléctrica es el primer desafío que enfrenta el país. El analista Marcelo Neira explica que, en las últimas dos décadas, Ecuador ha avanzado significativamente en la digitalización de sus redes.
“Empresas de Quito, Centro Sur y Guayaquil han implementado sistemas automáticos de control con sensores en subestaciones, interruptores y transformadores. Estos permiten detectar y resolver fallas sin intervención humana. No obstante, el desarrollo no ha sido uniforme y en algunas regiones aún faltan tecnologías como medidores inteligentes”, explica.
Uno de los principales retos para mejorar la distribución de energía en Ecuador es la integración de energías renovables como la solar y eólica en el sistema, según el informe de CELEC-EP. Para ello, se demanda una planificación adecuada que permita su incorporación al sistema existente.
Aunque el país ha avanzado en la generación a través de proyectos hidroeléctricos, la distribución de esta energía hacia zonas alejadas sigue siendo un desafío.
Las fuentes renovables, como la solar y la eólica, presentan una oportunidad para cubrir estas áreas, pero requieren de infraestructura moderna para su interconexión, almacenamiento y distribución, advierte Neira. “Estas opciones ofrecen menores costos de instalación y operación a largo plazo. Sin embargo, la implementación de estas tecnologías ha sido insuficiente debido a la falta de recursos financieros, resultado de subsidios generalizados que no cubren los gastos de producción”, explica.
El analista energético Fernando Salinas asegura que el país está en una etapa incipiente en la integración de energías renovables, pero el problema que genera retrasos es el respaldo económico. “Aunque existe un potencial considerable de 24.000 MW para energías hidroeléctricas, eólicas y solares, el avance depende de factores económicos, normativos y de financiamiento”, señala.
Hidalgo va en la misma línea y reconoce que “Ecuador no ha aprovechado su potencial en energía solar, eólica y geotérmica, debido a una gestión deficiente y trabas burocráticas”. Esto se agrava por la falta de incentivos para que el sector privado participe en el desarrollo de proyectos de distribución, especialmente en regiones de difícil acceso.
Además, las políticas públicas a menudo no priorizan la distribución como parte integral de la transición energética. Aunque existen esfuerzos para promover el uso de energías renovables, como la Ley de Eficiencia Energética, la falta de regulaciones claras y de un plan de acción concreto limita el impacto de estas iniciativas.
Neira enfatiza en que la tecnología es clave en la mejora de los sistemas eléctricos de generación, transmisión y distribución. Menciona como ejemplo las centrales fotovoltaicas Villonaco, La Herradura, El Troje, Huaquillas, Santa Elena y el sistema computarizado del Centro Nacional de Control de Energía (Cenace), que permite un control en la red eléctrica en Ecuador.
Sin embargo, añade, todavía persisten amplias barreras tecnológicas y de capacitación que limitan la modernización del sistema. La formación de técnicos y especialistas en energías renovables y digitalización es insuficiente, lo que retrasa la implementación de soluciones innovadoras.

Oportunidades para fortalecer la tecnología en distribución de energía
A pesar de los desafíos, Ecuador cuenta con varias oportunidades para mejorar su sistema de distribución eléctrica, especialmente en el ámbito de las energías renovables.
En declaraciones a New York Times, Nicolas Fulghum, analista de Ember (instituto que estudia datos y políticas para acelerar la transición energética, enfocándose en reducir el uso de carbón y adoptar energías limpias), analizó el caso de Ecuador. A su criterio, el problema no está en haber construido o seguir construyendo hidroeléctricas, sino en que “se debe recurrir a otras fuentes de energía preferiblemente limpias, como la eólica y fotovoltaica, para no seguir contaminando y contribuyendo al calentamiento global”, dice.
Una de las mayores ventajas del país es la abundancia de recursos naturales. La alta radiación solar en regiones como la Costa y la Amazonía, junto con el potencial eólico en zonas como Loja, brindan la posibilidad de desarrollar proyectos descentralizados que beneficien a comunidades rurales.
La digitalización de redes eléctricas es otra área prometedora. Tecnologías como medidores inteligentes, sistemas de control remoto y plataformas de gestión de datos pueden optimizar la distribución y reducir las pérdidas de energía.
Neira destacó que las alianzas público-privadas, respaldadas por organismos internacionales como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Banco Mundial, son clave para modernizar la infraestructura energética y fomentar la transferencia tecnológica.
Subrayó que las políticas públicas también deben «promover energías renovables con incentivos fiscales y programas de subsidios para comunidades vulnerables». Además, resaltó el impacto de proyectos piloto como la generación solar en las Islas Galápagos, que podría replicarse en otras zonas rurales para demostrar la viabilidad de las energías limpias.
Los expertos coinciden en que Ecuador, aunque enfrenta problemas significativos en la distribución eléctrica, también cuenta con recursos naturales abundantes y oportunidades tecnológicas que pueden transformar su sistema energético.
Este artículo fue producido con el apoyo de Climate Tracker América Latina. Portada: Obra de captación de la Central Hidroeléctrica Coca Codo Sinclair. Foto: Diego Cazar Baquero.

