Redacciones La Barra Espaciadora (Ecuador), Rutas del Conflicto (Colombia), El Deber (Bolivia) y Cuestión Pública (Colombia)
Si se observa en un mapa la Amazonía de Colombia, Perú, Ecuador y Bolivia y sobre este se marcan todos los territorios indígenas, es posible tener una idea de la importancia de la conservación de estos espacios para el futuro del planeta. Si luego sobre el mismo mapa se colocan todos los lotes petroleros activos en esos cuatro países, llama la atención cómo estos bloques se superponen con comunidades nativas, reservas indígenas y tierras de pueblos en aislamiento. Es decir, la cantidad de lotes petroleros que ocupan parte o a veces la totalidad de estos territorios. Y si además se mira de cerca cada uno de esos puntos de coincidencia, es posible detectar cómo en muchos de ellos se han registrado, en los últimos años, numerosos conflictos sociales y ambientales.
Para entender mejor este problema, la alianza periodística ManchadosXelPetróleo, con la información reunida por la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada (RAISG), hizo un análisis geoespacial en la Amazonía de los cuatro países para analizar la magnitud de esta superposición y cómo afecta a las tierras indígenas pero también a las áreas naturales protegidas.
Uno de los hallazgos más importantes es que 1647 territorios indígenas son afectados por la superposición de lotes petroleros y 52 en el caso de áreas protegidas, entre las nacionales, departamentales y municipales, en Bolivia, Ecuador y Perú. En el caso de Colombia, si bien no tiene áreas protegidas que se superponen con lotes petroleros, sí se ven afectadas 70 reservas forestales en la Amazonía.
Basta ver el mapa completo para visualizar cómo la actividad hidrocarburífera se ha extendido en estos territorios con la anuencia de los gobiernos y sustentada en dos palabras que justifican estas operaciones: interés nacional.
Petróleo en territorios indígenas
Si se navega por el mapa de Colombia es posible observar que 106 resguardos indígenas —territorios ocupados por pueblos originarios— son afectados por la presencia de bloques petroleros, la mayoría de estos casos en las regiones de Caquetá, Vichada y Putumayo. Y que por lo menos 84 de esos resguardos tienen el 100% de su territorio cubierto por lotes petroleros.
“En los próximos años, creo yo, la extracción de petróleo y carbón será más agresiva que nunca para aprovechar el tiempo que todavía queda hasta que se tome la decisión de la transición total a estas otras energías”, dice Marco Velásquez, profesor de la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Pontificia Universidad Javeriana, de Colombia.
Velásquez, abogado especializado en derechos humanos, explica que las actividades petroleras en Colombia se iniciaron en el nororiente del país y que, en la década de 1980, se da un proceso de exploración en otras zonas, incluyendo la Amazonia y la Orinoquia, que es el punto de encuentro entre el Amazonas y los llanos del río Orinoco, en la frontera con Venezuela. “La Amazonia es probablemente la última zona donde se están empezando a desarrollar estas actividades”.
Para el investigador, la Amazonia de Colombia no solo posee una gran cantidad de recursos naturales que todavía no han sido encontrados, sino que numerosas comunidades indígenas ocupan grandes extensiones de este territorio, donde la búsqueda de lugares para exploración y explotación de petróleo podría disparar procesos que atenten contra la supervivencia de estos pueblos.
El escenario en la Amazonía de Perú es distinto, pues la actividad petrolera está asociada a por lo menos 474 derrames de crudo, entre los años 2000 y 2019, según el informe La sombra del petróleo de Oxfam y la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos. El análisis nos permitió observar con claridad la relación entre estas emergencias ambientales y el problema de la superposición: 1001 comunidades nativas son afectadas por la presencia de lotes petroleros, de ellas, 769 tienen un traslape del 100%. A esta cifra hay que sumar tres reservas indígenas destinadas a pueblos en aislamiento y contacto inicial, aunque dos de ellas están todavía en proceso de ser declaradas.
Silvana Baldovino, directora del Programa de Biodiversidad y Pueblos Indígenas de la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA), explica que las superposiciones de lotes de hidrocarburos afecta a las comunidades indígenas en varios niveles. Por un lado, dice la experta, está la afectación cultural porque para los pueblos indígenas el territorio es vida. Por otro, añade, están los niveles de contaminación y los problemas con el agua. Y por último está el problema de los derrames.
Para la experta, “no hay mucho nivel de negociación en el momento del otorgamiento del derecho porque no hay una restricción legal”. A lo que se refiere Baldovino es a que básicamente las comunidades indígenas en general solo tienen la propiedad del suelo, mientras que el subsuelo, donde se encuentran los hidrocarburos, le pertenece al Estado peruano.
Asimismo, en el caso de los pueblos en aislamiento, Baldovino señala que “uno de los principales reclamos, el más fuerte para mí, es que la ley de pueblos indígenas en aislamiento voluntario dice que las reservas son intangibles siempre y cuando no se encuentre en ellas algo que sea de interés nacional”, comenta Baldovino. “Entonces tienen una intangibilidad relativa”.
La superposición en el caso de Ecuador es aún más perturbadora, considerando que la superficie de este país es más pequeña. El análisis muestra que de 643 comunidades indígenas ubicadas en la Amazonía, 480 tienen bloques de hidrocarburos en sus territorios y, de ellas, 402 se superponen en un 100 por ciento.
Sofía Jarrín, asesora de incidencia de Amazon Watch en Ecuador, se refiere a la intensificación de las actividades petroleras de los últimos años. “El presidente Guillermo Lasso declaró apenas asumió el gobierno que iba a duplicar la explotación petrolera y pasar de los 490 mil barriles a un millón de barriles”, comenta. Y una de las zonas de expansión, precisa la experta, corresponde a la Ronda Sur Oriente, que abarca las provincias amazónicas de Pastaza y Morona. Según el análisis realizado para este especial, son 26 los lotes de hidrocarburos ubicadas en la provincia de Pastaza y 181 en la provincia de Morona Santiago.
“Varios de estos bloques comprometen el territorio de sarayaku, el territorio zápara y shiwiar entre otras nacionalidades que realmente se verían altamente amenazadas. La nación zápara es una población que prácticamente está en extinción porque quedan apenas como 560 personas que son guardianas de su cultura”, comenta Jarrín.
En Bolivia, el análisis de Mongabay Latam determinó que existe un traslape de bloques petroleros con 57 territorios de pueblos originarios. La mayoría de esta superposición se registra en los departamentos de Santa Cruz (23) y Beni (20).
Jorge Campanini, investigador del Centro Documental de Información de Bolivia (Cedib), menciona como la consulta previa, que debería jugar un rol clave en el planeamiento y otorgamiento de concesiones petroleras, no es libre ni informada en Bolivia. “No ha existido, en términos de industrias extractivas, una consulta previa verdadera libre e informada, de buena fe. Las consultas siempre han sido maniobrables y beneficiosas sobre todo para las operadoras tanto mineras como de petróleo”.
El especialista de Cedib explica que en 2021, el Gobierno boliviano, a través de la empresa estatal YPFB, presentó un nuevo plan en el que se establecen los criterios y lugares en los que se debe priorizar la exploración y explotación de hidrocarburos. “Han definido siete a ocho núcleos donde han empezado exploraciones y gestiones administrativas. Obviamente en estos lugares figura la superposición sobre áreas naturales protegidas y territorios indígenas”.
Áreas naturales protegidas, en la mira
Esperanza Martínez, especialista de la organización ambiental Acción Ecológica, explica que antes de la creación de las áreas naturales protegidas en Ecuador, toda la Amazonía era territorio indígena. Sin embargo, a partir de 1970, se empiezan a proteger algunas ecosistemas representativos y en la práctica “lo que pasó es que se dejó en custodia del Estado los territorios que estaban conservados, pero esos mismos estados priorizaron la actividad económica, es decir, el mismo estado era el encargado de dar la licencia en estas zonas”, precisa Martínez.