Por Antonio José Paz Cardona / @antoniopazc

El pasado 2 de febrero algo muy extraño pasó en el Parque Cayambe Coca, en la Amazonía ecuatoriana. La emblemática cascada San Rafael, ubicada en el río Coca, entre las provincias de Napo y Sucumbíos, desapareció del lugar en el que se encontraba desde hace miles de años.

La caída de agua de 150 metros de altura —la más alta del país— dejó de acompañar el paisaje de esta importante zona turística y un enorme hueco apareció en el lecho del río, justo antes de la cascada original. Ahora el agua cae unos metros más atrás de esta, dividida en tres tramos y con una pendiente menos pronunciada. El río fluye debajo de un arco que sobrevivió al colapso del terreno, pero desde el lugar donde usualmente se le solía fotografiar no se ve nada, pareciera como si nunca hubiera existido.

El Comité de Operaciones de Emergencia (COE) de la provincia de Sucumbíos todavía tiene restringido el paso hacia San Rafael y el Ministerio del Ambiente (MAE) anunció que está haciendo estudios para determinar qué fue lo que ocurrió en el lugar. Los científicos ecuatorianos siguen sorprendidos, pues un evento como este no se recuerda en la historia reciente del país ni de Latinoamérica. ¿Qué pasó con San Rafael?, ¿se trata de un evento natural o está influenciado por actividades humanas?

Una cascada de origen volcánico y sísmico

Alfredo Carrasco, geólogo, consultor en gestión y manejo de recursos naturales y exsubsecretario de Capital Natural del MAE, asegura que este es un evento fascinante. La cascada San Rafael no desapareció pero el río cambió su curso y el agua ahora cae por otro lugar, aguas arriba. Se encuentra en un área sísmica y volcánica, cerca del volcán Reventador —uno de los más activos del país y que tuvo su última erupción hace una década—, cuya lava formó la cascada hace miles de años.

Su formación ha sido de origen volcánico y también sedimentario, influenciado por fuertes sismos que aumentaban la erosión de las montañas. “Aquí se presentan muchos sismos bastante intensos. En marzo de 1987 se presentó uno muy fuerte que provocó un tremendo daño al oleoducto transecuatoriano que justamente pasa por allí. Ese año tuve la oportunidad de hacer la evaluación del impacto del sismo en esa zona. Se vieron inundaciones de hasta 20 metros por encima del nivel del valle por donde pasa el río”, recuerda.

Carrasco continúa analizando la formación de la cascada San Rafael y asegura que desde el mismo momento en que se produjo el represamiento natural del río, consecuencia de las erupciones volcánicas, también empezó, paralelamente, un proceso natural de erosión hídrica hacia la base de esa presa natural. “Es muy típico que por la energía de la caída del agua, esta misma se encargue de ir erosionando la base. Para mí, el fenómeno [el colapso de la cascada el 2 de febrero de 2020] es eminentemente de origen natural”, asegura.

Video cortesía del diario El Universo.

Sin embargo, lo que ahora le preocupa es que el nuevo lugar por donde está cayendo el agua del río no es una zona con sedimentos consolidados. Según indica, las nuevas tres caídas de agua van a generar un proceso de erosión regresiva —erosión que desencadena un río aguas arriba— y eso cambiará la morfología del valle del río.

Carrasco afirma que en unos 30 o 50 años esas nuevas cascadas podrían estar 3 o 5 kilómetros más arriba. “Es un fenómeno muy interesante al que habrá que hacerle seguimiento”, dice.

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Aguas hambrientas: una posible explicación

A Emilio Cobo, coordinador del Programa de Agua de la UICN para América del Sur, le preocupa que el MAE no pueda entregar un informe concluyente sobre lo que pasó en la Cascada San Rafael. “Debe ser muy difícil medir lo sucedido y que haya una respuesta clara porque no estoy seguro de que el MAE tenga las capacidades para investigarlo, no sabemos si había estudios previos o un monitoreo de la zona”.

Para Cobo es muy importante saber si existían monitoreos de la erosión de la zona antes y después de que se construyera una de las más grandes hidroeléctricas del país: Coca Codo Sinclair, que tiene su presa de captación de agua unos 15 a 20 kilómetros arriba de la cascada San Rafael.

Personal del MAE de Ecuador hizo inspección en el terreno días después del colapso de la cascada San Rafael. Foto: MAE Sucumbíos.

Mongabay Latam se comunicó con el MAE para conocer si hay información técnica oficial, monitoreos previos y si están analizando la posible relación de la presa de captación en el proceso de erosión de la cascada, pero oficialmente respondieron que al activarse el COE provincial, “el vocero oficial es el gobernador de Sucumbíos”. Este medio se contactó con Tony Rojas, gobernador de esta provincia, pero hasta el momento de cierre de este artículo aún no había una respuesta.

Los colapsos de cascadas son fenómenos muy extraños y aunque no ocurren con frecuencia, como dice Alfredo Carrasco, pueden darse naturalmente. Sin embargo, Emilio Cobo tiene la hipótesis de que la operación de la hidroeléctrica estaría relacionada indirectamente con el colapso de San Rafael.

La represa de Coca Codo Sinclair no está ubicada en el río, pero la presa de captación sí y cuenta con un sistema de desarenadores que retiran los sedimentos para que no se afecte el funcionamiento de la hidroeléctrica. “Cuando un río pierde los sedimentos, el agua aumenta su capacidad erosiva, un efecto que se llama aguas hambrientas”, afirma Cobo y añade que esto podría haber jugado un papel importante en la aceleración del proceso erosivo y en el socavamiento del lecho del río, ayudando así al colapso de toda la estructura geológica donde estaba la cascada.

“Todos los ríos llevan sedimentos erosionados de los suelos y rocas sobre los que pasan. Todas las represas y embalses atrapan parte de este sedimento, especialmente los materiales pesados, y así privan al río aguas abajo de su carga normal de sedimentos. Los grandes embalses y represas típicamente atraparán más del 90 %, y a veces casi el 100 %, del sedimento entrante. Se dice que el agua clara debajo de una presa está ‘hambrienta’: buscará recuperar su carga de sedimentos erosionando el lecho y las orillas del río”, asegura Patrick McCully, en su libro Silenced Rivers: The Ecology and Politics of Large Dams. McCully fue integrante del Comité Directivo del Programa de Desarrollo y Presas del Programa de Medio Ambiente de la ONU y es el actual director del programa de Clima y Energía de la organización Rainforest Action Network.

Socavón en el Parque Cayambe Coca. Al fondo se alcanza a ver una de las nuevas caídas de agua. Foto: MAE Sucumbíos.
El acceso al sendero de la cascada San Rafael en el Parque Cayambe Coca se encuentra suspendido. Foto: MAE Sucumbíos.

A un sector de los investigadores ecuatorianos les cuesta creer que la presa de Coca Codo Sinclair haya tenido influencia sobre lo que ocurrió con San Rafael. Sin embargo, expertos como Emilio Cobo están convencidos que hubo algo más. “Una cascada que ha estado ahí por miles de años no se colapsa, coincidencialmente, después de unos pocos años de inaugurada una represa. Estos son procesos que están en papers científicos y hay evidencia suficiente de que una represa puede causar efectos de este tipo sobre un río”, recalca Cobo.

El colapso de San Rafael es un evento tan importante para los científicos que, en unas semanas, la UICN realizará un debate académico para tener una base científica más fuerte sobre lo que pasó.

Jorge Celi, PhD, ecológo y director del Laboratorio Nacional de Referencia del Agua de la Universidad Regional Amazónica Ikiam, también cree que podrían existir relaciones entre la hidroeléctrica y el colapso de la cascada. “Lo que ocurrió no es nada común, debe ocurrir una vez cada 1000 años, pero creo que es un proceso que se aceleró un poco más por las actividades humanas en la cuenca”, afirma.

Celi se refiere a la retención de sedimentos en la presa que “hizo que el río tratara de estabilizarse y buscara sedimentos en el fondo. Esto causó un hueco antes de la cascada e hizo que el río tomara otro rumbo”, añade.

Vista de la cascada San Rafael desde Google Earth (diciembre 2013). De acuerdo con el geólogo Alfredo Carrasco, los pozos que se aprecian se formaron por los procesos de erosión que años después generaron el colapso de la cascada. Foto: Google Earth.

En este momento no se puede afirmar que Coca Codo Sinclair tenga responsabilidad en lo sucedido. Mongabay Latam buscó una declaración de la compañía para saber si por su cuenta están realizando estudios sobre los procesos de erosión del río pero aún no se ha recibido respuesta.

Lo cierto es que desde que empezó la construcción de la hidroeléctrica siempre existió el miedo de que el río se quedara sin agua, aunque eso no ocurrió. Según Emilio Cobo, el estudio ambiental de Coca Codo Sinclair habla de los procesos erosivos y de dinámicas de sedimentos que se afectarían con la obra, “pero no llega a decir qué implicaciones puede tener eso a lo largo de las décadas. Los diseños de estas obras, y así se construyeron, son de las décadas de los sesenta y setenta y no consideran, por ejemplo, factores de cambio climático”, asegura.

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¿Qué pasará con el río y la cascada?

A pesar de que el geólogo Alfredo Carrasco considera que el colapso de la cascada San Rafael es un fenómeno netamente natural, coincide con Cobo y Celi en que el riesgo actual es que el lecho del río, aguas arriba, se siga erosionando y se causen nuevos derrumbes.

“En un futuro se podría afectar potencialmente el sitio donde se captan las aguas del proyecto hidroeléctrico. Pero habría que hacer un análisis de riesgos, no quisiera ser demasiado especulativo”, afirma Carrasco.

La cascada San Rafael después del sismo de marzo de 1987. Foto: Alfredo Carrasco.

Para Jorge Celi, es difícil que se puedan tomar medidas correctivas a no ser que la presa libere sedimentos. “Si el socavón se hace más profundo, los bordes son más susceptibles y se puede pensar en nuevos derrumbes”, comenta.

Celi considera que el colapso de la cascada San Rafael no tendría por qué representar un fuerte impacto en la naturaleza, ya que esta ha sido durante siglos una barrera geográfica para muchas especies. Asegura que mayores impactos sobre el río se han generado por la retención de sedimentos que hace la presa. “Si la barrera [cascada] hubiera desaparecido por completo se habría aumentado la conectividad y algunos peces migratorios podrían subir más. El efecto de lo que pasó es que muchos sedimentos se liberaron de repente, pero después de un tiempo los ríos se recuperan de esos derrumbes y deslaves”, asegura.

Emilio Cobo, coordinador del Programa de Agua de la UICN para América del Sur, cree que habrá unos impactos “supergraves” sobre las infraestructuras que están en el cauce del río Coca —entre la cascada y la presa de captación— pudiendo comprometer en un futuro a la misma presa. Por ejemplo, según el experto, si el río aumenta su profundidad unos tres o cuatro metros, las estructuras de los puentes van a verse comprometidas, lo mismo sucede con las casas y otras obras. Asegura que esos serán costos que luego el Estado tendrá que asumir.

“Los temas de aguas hambrientas y procesos erosivos por retención de sedimentos en una represa son temas que jamás se consideran”, dice. Y es que a Cobo sí le preocupan los impactos que estos procesos erosivos —que hoy son visibles por el colapso de uno de los principales atractivos turísticos de Ecuador— puedan tener sobre especies de agua dulce como peces y macroinvertebrados. Según dice, este es el grupo animal que más especies ha perdido en los últimos 30 años y muchas más están en peligro según la Lista Roja de la UICN, organización en la que el experto trabaja.

Cascada San Rafael el 16 de marzo de 2006, 19 años después del gran sismo que sacudió la zona. Foto: Alfredo Carrasco.

El investigador está convencido que Latinoamérica tiene un patrimonio hídrico muy grande pero hace falta prestarle más atención. Por ejemplo, Ecuador es el país con más ríos por kilómetro cuadrado en el mundo, “pero poco se habla de esto” y añade que “más allá de lo que pasó con la cascada, hay una preocupación regional por el estado de los ríos”.

Cobo considera que todo está relacionado. Muchas poblaciones dependen de la proteína de los peces. La ausencia de peces luego se traduce en mayor caza de monos y otras especies de la selva. “En el mismo mundo científico muchos no ven al río como un ecosistema, cuando se trata de una superficie reducida que termina absorbiendo muchos de los impactos ambientales”, comenta.

La discusión sobre lo que pasó con la cascada San Rafael el 2 de febrero promete ser un tema que captará la atención de los científicos durante un buen tiempo. Aún son más las dudas que las certezas y todavía existen algunas posiciones encontradas. Hacer un análisis de riesgo a profundidad es una imperiosa necesidad. Los investigadores esperan que esta labor, que apenas comienza, sirva para que Ecuador sea consciente de sus fortalezas, debilidades, aciertos y errores en materia ambiental.

Mientras eso ocurre, lo más probable es que la cascada de San Rafael siga siendo un atractivo turístico y que, incluso, este fenómeno natural llame la atención de muchos más visitantes. Los científicos serán quizás los primeros. Alfredo Carrasco recuerda el fuerte sismo que en 1987 alteró el nivel del río en esta zona, él tomó fotografías y analizó sus impactos, “después de lo que pasó el 2 de febrero seguro estaré muy pronto allá tomando fotografías”, asegura.