Por Isabel Alarcón / @isabelalarconp
Cuando el presidente de Ecuador, Guillermo Lasso, anunció la expansión de una reserva marina alrededor de las Islas Galápagos, describió el viaje de un tiburón ballena joven llamado Esperanza.
Utilizando un sistema de rastreo satelital, los investigadores habían monitoreado al tiburón hembra de 3 metros de longitud durante casi ocho meses. Después no lo volvieron a escuchar.
“En su trayectoria se cruzó con una flota extranjera que pescaba en la frontera de las aguas protegidas de Ecuador”, cuenta Lasso en declaraciones que fueron recogidas en un artículo de opinión de enero de 2022 en Mongabay, en el que hace una descripción de la reserva, donde la pesca de tiburones está prohibida.
Hay una cruel ironía en la historia de Lasso sobre Esperanza. A pesar de levantar alarmas sobre la pesca ilegal, Ecuador sigue siendo un punto de desembarque de grandes cantidades de tiburones capturados, y el país es uno de los mayores exportadores mundiales de aletas de tiburón.
Si bien el país prohíbe la pesca deliberada de tiburones, cientos de miles son atrapados cada año como captura incidental. Las leyes de Ecuador no ponen límite a dichas “capturas incidentales”, y las valiosas aletas pueden venderse y exportarse legalmente.
“Al final, se trata de una laguna legal”, dijo a InSight Crime el profesor Alex Hearn, docente de la Universidad San Francisco de Quito, quien hizo parte del equipo que monitoreaba a Esperanza.
En 2021, Ecuador exportó una cantidad récord de aletas de tiburón. En ese año, el Banco Central del país registró casi 321 toneladas métricas de exportaciones, casi el cuádruple de las 90 toneladas exportadas en 2020. Los ingresos por la aleta de tiburón también se han disparado, pasando de US$647.000 en 2013 a US$9,7 millones en 2021.
El gobierno de Ecuador “está coqueteando peligrosamente con el concepto de que la exportación de aletas es una buena fuente de ingresos”, señala Cristina Cely, activista ambiental dedicada a la conservación de los océanos de Ecuador.
Redes y palangres
La pesca de tiburones fue prohibida en Ecuador en 2004. Pero tres años después, el entonces presidente Rafael Correa firmó el decreto ejecutivo 486, mediante el cual se permite la venta de algunos tipos de tiburones de captura incidental.
En las aguas de Ecuador son capturados cada año unos 280.000 tiburones, según el congresista Washington Varela, quien se dirigió a los legisladores en septiembre de 2021 como presidente de la Comisión de Biodiversidad de la Asamblea Nacional.
La flota pesquera de Ecuador, compuesta por embarcaciones artesanales e industriales, emplea dos métodos de pesca para capturar tiburones: grandes redes y palangres.
Más de 100 atuneros industriales emplean redes que extraen hasta 700 toneladas de vida marina de las profundidades. Una investigación de Mongabay Latam y La Barra Espaciadora reveló que la flota atunera atrapó un botín récord de tiburones sedosos en 2015, mientras que más de 63.000 tiburones sedosos, que están prácticamente considerados vulnerables por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), fueron capturados entre 2014 y 2018.
Peor aún es el uso incontrolado de equipos de pesca con palangres, cuyos anzuelos cebados se extienden por millas y diezman las poblaciones de tiburones. Alrededor del 20 por ciento de los barcos pesqueros de Ecuador, tanto industriales como artesanales, utilizan las denominadas palangreras.
Las flotas conocidas como nodrizas, cada una de las cuales remolca hasta una docena de esquifes de fibra de vidrio, colocan miles de ganchos en líneas atadas a boyas que capturan tiburones y otras especies marinas. Según Pablo Guerrero, director de conservación marina de World Wildlife Fund-Ecuador (WWF), las flotas nodriza tienen en total unas 200 naves nodriza y 3.000 esquifes.
Cuando las aguas se enfrían, los buques despliegan grandes anzuelos en aguas profundas para capturar atún. “Debido al agua fría, hay más incidentes con tiburones”, dijo Guerrero a InSight Crime.
Oswaldo Rosero, consultor de asuntos pesqueros y marítimos en Ecuador, dice que los buques que usan equipos de palangre ponen anzuelos que pueden llegar a ser “muy depredadores”.
Ese tipo de barcos también han estado involucrados en actividades ilegales, como el tráfico de drogas. En septiembre de 2021, la guardia costera de Ecuador detuvo un gran barco pesquero cerca de la reserva marina de las Galápagos, el cual llevaba media tonelada de drogas a bordo. Ochenta y dos de los 90 peces muertos que iban a bordo eran tiburones.
“Es absurdo que el 90 por ciento del botín sea de tiburones”, dijo Rosero a InSight Crime.
El comercio de aletas de tiburón
En 2021, según la base de datos de comercio internacional Abrams, una plataforma de seguimiento de datos de comercio mundial, Ecuador aportó el 6,3 por ciento de las exportaciones mundiales de aletas de tiburón, frente al 1,6 por ciento en 2016. En ese 2021 se presentó un proyecto de ley que proponía una moratoria de un año sobre la pesca de tiburones y una prohibición de cuatro años sobre las exportaciones de tiburones, pero no fue aprobado por la Asamblea Nacional.
La exportación de tiburones capturados de manera incidental incluye cinco especies principalmente. Cuatro de ellas —el zorro pelágico, el zorro de anteojos, el tiburón mako de aleta corta y el tiburón sedoso— están protegidos por la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES), un acuerdo internacional que regula el comercio de vida silvestre.
Se requieren permisos para exportar productos de tiburón. Sin embargo, faltan patrullajes y las multas son mínimas. En 2020, un exportador de 26 toneladas de aleta de tiburón hizo el descarado intento de obtener un permiso retroactivo de la CITES por parte del Ministerio de Medio Ambiente, Agua y Transición Ecológica (Maate) de Ecuador después de que su cargamento fuera incautado en Hong Kong. El exportador fue multado con solo US$3.800 por el cargamento ilegal, que las autoridades estimaron en US$1,1 millones.
“En Ecuador, es mejor cometer actos ilegales, recibir el castigo y continuar con la actividad ilegal porque así resulta más barato”, dijo Cely, la activista ambiental.
De las casi 320 toneladas de aletas de tiburón exportadas desde Ecuador entre 2013 y 2016, casi todas fueron enviadas a Hong Kong y España, según el Banco Central del Ecuador. Las exportaciones de aletas de tiburón, sin embargo, se desplazaron bruscamente a Perú al año siguiente. Durante los últimos cinco años, casi todas las 755 toneladas de aletas de tiburón de Ecuador se exportaron al país vecino. Entre enero y mayo de 2022, Ecuador ha exportado más de 40 toneladas de aletas de tiburón a Perú, según el Banco Central. Ningún otro país ha importado aletas.
Fernando Rey, oficial de la costa marina de WWF en Ecuador, dice que las compañías navieras se han negado a transportar aletas de tiburón directamente desde Ecuador, por lo que ahora la mayoría pasan por Perú y luego se envían a países de Asia.
En la frontera entre Ecuador y Perú abundan las oportunidades para el contrabando y el lavado: se utilizan permisos falsificados; las aletas de tiburón se etiquetan como si fueran otros productos del mar; se superan los topes permitidos; se mezclan aletas de todo tipo, incluso de especies protegidas como los tiburones martillo.
Rey señala que los traficantes conocen las debilidades en las regulaciones de la pesca y en los controles fronterizos. Utilizan estrategias de lavado para “legalizar las aletas y luego exportarlas”, afirma.
Cely cuenta que vio de primera mano el sangriento negocio de las aletas en la ciudad portuaria de Manta. El olor a tiburón muerto, recuerda, se hacía más fuerte a medida que los cadáveres se amontonaban “uno tras otro”.
El gobierno de Ecuador se contradice cuando prohíbe la pesca de tiburones en la reserva marina de las Islas Galápagos, pero esos mismos tiburones migran a aguas donde son atrapados por flotas locales y despojados de sus aletas en los puertos, denuncia Cely.
“Los tiburones son considerados vida silvestre en las Galápagos, pero, una vez que salen de las Galápagos, se convierten en una fuente de ingresos”, dijo. “La manera como los vemos no debería cambiar” según la geografía, agregó.
*Este es un reportaje original de InSight Crime. Este informe hace parte de una serie de nueve capítulos sobre la pesca INDNR, desarrollada en conjunto con el Centro de Estudios Latinoamericanos y Latinos de American University (CLALS). La primera entrega, “El saqueo de los océanos: la pesca INDNR en aguas de Centroamérica y el Caribe”, se puede ver aquí.