Por Armando Cuichán / @laimagenlibre
Todos los días se producen movimientos telúricos imperceptibles y a veces, terremotos devastadores. Ninguno de ellos responde a fuerzas sobrenaturales sino a una serie de procesos naturales, geográficos y humanos. Alrededor del 80% de estos movimientos se producen en el Anillo de Fuego o Cinturón de Fuego, en las costas del Océano Pacífico, por el rozamiento o colisión entre las placas tectónicas, en las fallas geológicas.
En el caso del terremoto frente a la costa ecuatoriana, HASTA EL 25 de abril Ya se han producido más de 750 réplicas de menor intensidad.
*Puede modificar el número de sismos o interactuar con el mapa interáctivo
El Planeta está vivo. Siempre lo ha estado, pero la especie humana se ha empeñado en olvidarlo.
Las ondas sísmicas viajan a la superficie terrestre y producen estragos de mayor o menor intenisidad. Se puede establecer su magnitud por la duración de sus ondas: leve (3 a 5 grados), moderado (5 a 7 grados), fuerte (7 a 8 grados); catastrófico (más de 8 grados) (Richter o Mercali).
*Tomado de la Escuela Politénica Nacional
El terremoto ecuatoriano fue de intensidad ‘Fuerte’, pues tuvo una magnitud de 7,8 en la escala de Richter.
Los terremotos no son novedad en el Anillo de Fuego.
El colapso de las edificaciones y otras afectaciones asociadas como deslaves, deslizamientos, incendios, inundaciones y/o réplicas, causan anualmente la muerte 10 mil personas en todo el planeta. Solo los protocolos de emergencia y una asistencia adecuada pueden salvar vidas (en este enlace puedes ver los informes oficiales de la Secretaría de Gestión de Riesgos).
*Tomado de Hipertextual
La especie humana parece haber olvidado que la tierra se mueve todo el tiempo. Negando esta realidad, se ha empeñado en levantar suntuosas construcciones haciendo alarde de grandeza, de poderío o de estatus. La costa ecuatoriana, como algunas otras zonas turísticas en el mundo, han privilegiado las construcciones modernas con el propósito de generar ganancias económicas pero, al mismo tiempo, han desconocido el inmenso riesgo en el que constantemente viven. El terremoto de Ecuador es la oportunidad para revisar nuestros comportamientos como sociedad y empezar de nuevo sin cometer los mismos errores.