Por Gabriela Verdezoto Landívar
La Reserva Ecológica Manglares Churute fue creada el 26 de julio de 1979, pero, en realidad, no existe. Los documentos dicen que tiene una extensión de 49.383 hectáreas, que abarca siete cerros, una laguna, y que fue la primera área protegida de la Costa ecuatoriana que incluyó al ecosistema manglar. Sin embargo, hasta la fecha —42 años después— ni siquiera hay una delimitación física. No existen esos postes o mojones que marquen sus fronteras. Hay dos senderos para el turismo. Nada más.
Esta indefinición se convierte en indefensión. Y esta zona naturalmente preciosa y privilegiada se ve severamente afectada por cinco problemas: tala indiscriminada del manglar, tramperos, pesca ilegal, extensión invasiva de las camaroneras y desplazamiento de los cangrejeros. Todo esto en medio de la falta absoluta de control.
¿Hasta dónde se debe proteger, hasta dónde no se debe tocar, hasta dónde se pueden extender los campos de caña de azúcar, las camaroneras, los arrozales y los pueblos que viven a su alrededor? Un extrabajador de la reserva dice que los controles se hacen “al ojo” y que durante el tiempo en que fue guardaparque, hasta el 2019, los mojones descansaban en las bodegas.
Manglares Churute está a 45 minutos de la ciudad de Guayaquil, el puerto marítimo más grande de Ecuador. Se ubica en la parte baja de los ríos Churute, Taura, Cañar y Naranjal, que desembocan en el Golfo de Guayaquil. Tiene cientos de brazos de agua, esas raíces líquidas en cuyos bordes crecen muchos árboles de manglar; de allí su nombre.
El manglar, un ecosistema que vive entre las mareas, es conocido como bosque azul porque absorbe hasta 10 veces más carbono que cualquier bosque de tierra firme. Es un escudo natural contra el cambio climático, según The International Blue Carbon Initiative. Por eso, en Ecuador la tala de manglar está prohibida desde 1994. Sin embargo, entre 1969 y 2007 se perdieron alrededor de 56.000 hectáreas de manglar, según el Centro de Levantamientos Integrados de Recursos Naturales por Sensores Remotos (Clirsen). Actualmente, las costas ecuatorianas tienen 157.000 hectáreas, de acuerdo con datos del Ministerio del Ambiente, Agua y Transición Ecológica (Maate).
Para la bióloga Natalia Molina, docente de la Universidad Espíritu Santo y experta en manglar, Ecuador debería poner total atención en este ecosistema, capaz de frenar la fuerza de un tsunami a la mitad. Molina afirma que Guayaquil es la cuarta ciudad más inundable del mundo, asentada sobre lo que fueron bosques de manglar y, con la subida de los mares por el cambio climático, los manglares podrían ser esa barrera natural que protegería a la población costera en caso de inundaciones.
Dentro de Manglares Churute, además, vive gente de pueblos ancestrales, cuya economía ha dependido de la captura y comercialización del cangrejo rojo (Ucides occidentalis), que crece en las raíces enlodadas de los manglares. Actualmente, los cangrejeros y pescadores artesanales del área protegida están organizados en 18 asociaciones, que suman 2.000 socios. Es decir, de los manglares de Churute subsisten alrededor de 10.000 personas, todas ellas preocupadas porque el manglar en el que crece el crustáceo que es la base de su economía está siendo deforestado, especialmente para construir piscinas camaroneras.
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Al final de un camino de tres kilómetros que es apenas una línea delgada y empedrada, con piscinas camaroneras a un lado y grandes cultivos de arroz al otro, está el pequeño puerto de Soledad Grande. El calor arrastra un olor contaminante, agresivo. Todo parece infinito. Parece triste. El camino termina en un parqueadero improvisado con unas habitaciones de cemento a un lado y el río al otro. Hay muchas motos, que pertenecen al personal que trabaja en la camaronera. Del fondo sale un hombre fornido con un sombrero de cuero café. Es Víctor Pacheco, el presidente de la Asociación Soledad Grande, y desde hace 14 años, vocero de las 18 asociaciones de la reserva. Nos da la bienvenida y nos conduce a una pequeña terraza, al borde del acantilado, cubierta por un techo de zinc sostenido por unos pilares de madera.
Bienvenidos a Soledad Grande ―dice Pacheco―, bienvenidos a la Reserva Ecológica Manglares Churute. Lo dice mientras extiende los brazos y señala el estero que tenemos en frente. A nuestra espalda, silenciosas, reposan unas grandes camaroneras. Los límites no son claros.
La mayoría de las 2.000 familias que dependen de la pesca artesanal de Churute ya vivían en esta zona antes de que fuera declarada área protegida, en 1979. Por eso, pueden trabajar como usuarios ancestrales, a través de un permiso especial que les da el Maate. Las camaroneras que legalmente pueden funcionar son las que se construyeron antes de 1979; y no pueden, de acuerdo con las leyes ecuatorianas, ampliarse. Todo bosque de manglar es propiedad del Estado, por ser patrimonio forestal.
Desde ese rincón minúsculo al final de kilómetros y kilómetros de camaroneras, salen, a diario, los cangrejeros a capturar los animales que luego ofrecerán en la carretera y cuya venta les dará el dinero para comprar la comida que llevarán a sus casas. Debajo, el agua verde corre tranquila, como si nada de todo lo que ocurre ahí, en sus orillas, importara.
“Dicen que es reserva, pero esto es tierra de nadie, aquí van años que no hay control ni vigilancia”, suelta, luego de la bienvenida, esa voz fuerte que habla rápido y con rabia. Víctor Pacheco cuenta que las talas de manglar afectan el ecosistema que les da de comer. En julio de 2021, Pacheco y otros representantes de la red de 18 asociaciones denunciaron, a través de redes sociales, la expansión de una camaronera que pasó los límites de la reserva. Esos límites no delimitados. La camaronera taló manglar y taponó un cauce de agua, cortando el paso de la marea. Los manglares murieron y con ellos los animales que vivían en sus raíces.
La tala indiscriminada de manglar se da, principalmente, para expandir las piscinas camaroneras, a las cuales les cambian el agua varias veces al año. Las aguas residuales son evacuadas directamente al río, cargadas de residuos de harina de pescado (principal alimento de los camarones en cautiverio), antibióticos, fertilizantes, vitaminas y aditivos.
Para la experta en manglares Natalia Molina, este exceso de sedimentos que se asientan en los ríos causa “suelos intoxicados de nutrientes que se descomponen, se degradan en un proceso a nivel químico que acidifica los suelos”. Esto altera la composición de la tierra a los pies del manglar, lo que, a su vez, afecta el crecimiento de especies como la concha y los cangrejos.
Los cangrejeros de la Reserva Manglares Churute hablan con indignación:
—El problema es la falta de control y vigilancia —explica Edi Chonillo, presidente de la asamblea cantonal de participación ciudadana, quien acompaña a Pacheco en su lucha porque se respete el ecosistema y porque el Estado cumpla con su función de proteger esta área.
—Nosotros ponemos la gasolina y la policía ambiental sólo se embarca. Nosotros ponemos nuestros botes para hacer los operativos. A veces vienen los guardaparques y ni saben para qué vienen —interrumpe, molesto, Pacheco, y agrega que no hay controles del Maate ni de la Policía Ambiental ni de la Marina.
En 2008, por Decreto Ejecutivo, se obligó a los dueños de las camaroneras a desalojar todas las piscinas que se construyeron después de la creación de las áreas protegidas. Es decir, las que se construyeron en Manglares Churute después de 1979 debían ser vaciadas y reforestadas. Sin embargo, la tala de manglar para expansión de piscinas camaroneras, continúa.
Diego Rosado, exjefe de la Reserva por varios años, en entrevista telefónica, confirmó que se logró reforestar ciertas áreas luego del desalojo de las camaroneras que ya no tenían permiso de funcionamiento, pero asegura que ha sabido que después volvieron a funcionar. Rosado cree que hay una debilidad institucional y reconoce que es muy difícil ser responsable de esta reserva ecológica.
Entre 2010 y 2018, según Conservación Internacional, la frontera acuícola dentro de áreas protegidas marino costeras del Ecuador avanzó en 150 hectáreas.
El actual director de la Reserva, Ángel Freire, acepta que hay inconvenientes con los recorridos de vigilancia.
—El problema ―dice― es que al Ministerio del Ambiente le robaron una embarcación y a la otra la hundieron los piratas, así que nos quedamos sin nave para hacer los controles.
En 2021, el Maate, en colaboración con varias oenegés, adquirió una lancha nueva, con mucha tecnología. Pero, hasta noviembre del 2021 la embarcación continuaba varada en las oficinas de la reserva ecológica porque, aunque ya la tienen, no tienen puerto; es decir, no existe el lugar desde donde pueda zarpar, río adentro, para hacer los controles. Al cierre de esta publicación, la lancha se encuentra en el Puerto de Guayaquil, a kilómetros de la reserva, y no ha sido utilizada para los fines para los cuales fue adquirida.
Tampoco tienen el personal necesario. En 2020 hubo un importante recorte de recursos humanos en las áreas protegidas de todo Ecuador. Antes, por ejemplo, en Manglares Churute había más de 20 personas, ahora son apenas 10.
Glenda Ortega, subsecretaria de Patrimonio Natural, en una entrevista para esta investigación, aceptó que no tienen suficiente recurso humano para hacer controles más seguidos. Para los cangrejeros, lo ideal serían controles diarios, pero Cristhian Castro, presidente de la Asociación de Cangrejeros de Puerto Envidia, dice que desde hace dos años los patrullajes son irregulares y que sólo se los hace a pedido de las asociaciones.
Para Natalia Molina, la visión de las áreas protegidas como zonas intocables puede ser una de las causas del problema de conservación: “A lo largo del tiempo las áreas protegidas se han convertido en lunares, con gran cantidad de conflictos, por no haber tenido una idea más integrada de la conservación”. Integración que tome en cuenta a las comunidades.
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Hasta el 2020 existía la Subsecretaría de Gestión Marino Costera, institución pública que atendía las denuncias y las quejas de los usuarios ancestrales del manglar. Según el Gobierno de entonces, por problemas de presupuesto, el Estado cerró esas oficinas. Ahora, si tienen una denuncia, los cangrejeros y pescadores artesanales deben ir a Quito, la capital del país, situada en la serranía, a más de 400 kilómetros de la Costa, o ir a la Dirección Regional de Ambiente, donde, asegura Edi Chonillo, no tienen respuestas prontas ni claras. El Ministerio del Ambiente absorbió las competencias de esa entidad.
—Lamentablemente, la situación económica del país es muy difícil —explica Glenda Ortega— y estamos pasando por esto, la supresión de partidas, rotación de personal y de autoridades, con lo que, en vez de evidenciar avances se han evidenciado retrocesos.
Ortega reconoce que hay muchas denuncias de delitos ambientales estancadas por falta de abogados especializados que. En algunos casos, hay apenas uno por provincia. Pero, mientras las responsabilidades burocráticas se mezclan como las raíces de los manglares, en Manglares Churute los problemas no cesan. A la tala de manglar se suma otro: los tramperos. Pacheco asegura que, por las noches, viene gente de afuera de la reserva e invade los manglares haciendo campamentos improvisados. Luego, en las orillas, extienden mallas en las que se enredan los cangrejos. Esta forma de pesca es ilegal porque no respeta la veda, las tallas ni el sexo de los animales.
Según normativa del Ministerio del Ambiente, Agua y Transición Ecológica, sólo se pueden capturar cangrejos machos de más de 7,5 centímetros. Por eso, los cangrejeros ancestrales lo hacen con el brazo, recogiendo uno por uno. Esta es una técnica ancestral, legal y sostenible. Los cangrejeros dicen que sólo por el tamaño de las madrigueras ya saben en cuáles están esos cangrejos machos de más de 7,5 centímetros. Recolectando con el brazo pueden dejar libres a las hembras y a las crías. Ellos lo hacen con conciencia ambiental, porque saben que no hay otra manera de lograr que el recurso sea sustentable. “Si capturamos demás, a futuro no nos queda nada”, dice Geovanny Pacheco, otro de los cangrejeros.
Pero capturar cangrejo de manera artesanal no es fácil, hay una exigencia física. Carlos Corozo evidencia ese arrastre del cuerpo, ese hundimiento del brazo hasta sacar el cangrejo que cumpla con las regulaciones. Capturan una plancha de cangrejo al día —con suerte dos, que es el límite permitido—. Cada plancha tiene cuatro atados. Cada atado, 12 cangrejos. La plancha la venden en 30 dólares, con lo que restando los gastos ganan al menos 450 dólares mensuales, 25 dólares más que el sueldo básico en Ecuador. Dos veces al año ―de 1° al 28 de febrero y del 15 de agosto al 15 de septiembre―, el cangrejo entra en veda; es decir, está prohibido capturarlos. En esos meses, los cangrejeros no tienen ingresos. Por otro lado, la industria camaronera es una de las más importantes del país pues Ecuador es el primer país exportador de camarón del mundo. En 2021, este rubro llegó a generar más de 5 mil millones de dólares, según la Cámara Nacional de Acuacultura.
Otros ilícitos en Manglares Churute
Los cangrejeros también denuncian que, desde hace un año, llegan desde fuera de la reserva ecológica flotas con decenas de pescadores ilegales a capturar peces con artes de pesca no permitidos, como mallas de más de mil metros de largo. “Ya no sabemos a quién acudir”, dice Pacheco y añade que los cangrejeros se sienten desplazados de las tierras en las que nacieron y en las que han trabajado toda su vida.
Además de ese 60% de manglar, esta reserva también tiene cerros con bosques secos y tropicales. Estas zonas altas tampoco se salvan de la presión externa. Una persona que trabajó alrededor de siete años en la reserva y que por seguridad quiere mantener el anonimato, fue testigo de la corrupción entre el mismo personal del Maate. Esta persona vio, por casualidad, cómo guardaparques de la misma reserva daban permiso para talar árboles de balsa que se llevaban luego en camiones. Asegura que un camión lleno con maderos de estos árboles podría costar hasta 3 mil dólares. Cuando esta persona informó lo sucedido al Director Provincial de la época, éste le aseguró que tenía su apoyo y que iban a investigar la irregularidad, pero a los tres días, la persona recibió una notificación de su despido. La prensa ecuatoriana registró estos episodios.
Cristian Castro, presidente de Puerto Envidia, otra asociación de cangrejeros de Churute, cree que los controles que hace el Maate “son una burla”. Castro se considera hijo del manglar. Nació en una isla, en un banco de arena del estero Madre Dulce. Su casa estaba junto a la camaronera Acquamar que, según cuenta, de a poco fue extendiéndose hacia los terrenos de su padre. Al final, quedaron rodeados por la camaronera y eran sus operarios quienes les daban permiso para salir y entrar a sus propias tierras, de seis de la mañana a seis de la tarde. Castro creció y se dio cuenta de que vivía preso en su propia casa. Por eso se rebeló ante el control de la camaronera y comenzó a denunciar. Cuenta que le dispararon, que la camaronera cambió de dueño y que todo empeoró. En 2017, por seguridad, tuvo que abandonar el lugar donde nació y empezar su vida desde cero, al igual que sus cuatro hermanos. Sus esposas e hijos ya habían salido de su casa años atrás.
—Las mujeres y los niños ya se han ido de los manglares, sólo existen dos cangrejeras que se cuidan, porque hablar se ha vuelto peligroso —dice Castro—. Yo denuncio porque ya no le temo a la muerte.
Castro asegura que ha sido amenazado varias veces. Cree que las amenazas tienen relación con las denuncias de tala de manglar que ha compartido en las redes sociales, pero aun así no se calla. Con la ayuda de la tecnología, continúa difundiendo pruebas de la expansión de las camaroneras, tal como ocurrió en julio de 2021, cuando denunció junto con Víctor Pacheco la tala de manglar por parte de la camaronera Exportcambrit.
—Alguien debe hablar por los cangrejeros ―dice Castro―, que es gente humilde, callada. Es gente que aprendió a trabajar entre el silencioso lodo de las mareas. Nunca va a ver a un cangrejero protestar. Se abusan porque somos iletrados —dice, indignado.
Y asegura que, por la expansión de las camaroneras, han desplazado a pueblitos orilleros de cangrejeros como La Loma y El Tormento, cuyos habitantes abandonaron sus casas para proteger a sus familias, su vida.
Gabriel Sánchez es el abogado de Exportcambrit. En entrevista para esta investigación, aceptó que cometieron una infracción de tala de manglar y confirmó que pagaron la multa:
—Nosotros subsanamos directamente el daño porque nos gusta hacer las cosas correctamente.
Sánchez también dice que es difícil trabajar dentro de esta área protegida, porque no hay controles suficientes y las camaroneras que se ubican dentro sufren robos.
—A veces hay personas disfrazadas de cangrejeros que en tres minutos lanzan una red desde el borde de las piscinas y cargan gran cantidad de camarón que luego venden en los mercados de Guayaquil.
Confirma que, por eso, las camaroneras cierran el paso entre sus territorios, para cuidarse de la inseguridad.
En 2019 se publicó el Plan Nacional para la Conservación de los Manglares del Ecuador Continental, que determina que la presión más grande para este ecosistema es la extensión de piscinas camaroneras, seguida por la falta de sanciones ejemplares, y que, a pesar de la legislación ambiental, las talas continúan. Talas como la que denunciaron los cangrejeros de Manglares Churute en julio de 2021, y sobre la que el Maate, a través de un correo electrónico, reconoce que hubo un daño ambiental en cuatro hectáreas de manglar. Además, el Ministerio confirmó que la camaronera Exportcambrit fue sancionada con 40.000 dólares que ya fueron cancelados y que ya han presentado un plan de reforestación que debe ser analizado. Para las comunidades afectadas esto es “una grosería”.
—40 mil dólares es una migaja para todo lo que ganan las camaroneras —dice Edi Chonillo.
Según la resolución 056 del Maate, vigente desde enero de 2011, el costo por daño al ecosistema manglar es de 89.273 dólares por hectárea. Por eso, los cangrejeros se preguntan por qué la sanción a la camaronera que deforestó 4 hectáreas de manglar en julio de 2021 fue de tan solo 40 mil dólares.
Pacheco dice que se siente cansado, decepcionado, y repetirá varias veces más que esto es tierra de nadie. Que sus socios se están quedando sin su manglar, sin el recurso con el que llevan el pan a la casa. Que ahora les toca migrar y correr el riesgo de invadir otras zonas de manglar para recolectar cangrejo, conchas y peces, porque lo que fue de ellos está muriendo, está desapareciendo. Y se pregunta qué pasó con esa parte de la campaña electoral en la que el actual presidente ecuatoriano, Guillermo Lasso, prometió salvar los manglares de Churute.
A la salida de Soledad Grande, se pueden ver los desfogues de agua de las camaroneras que acompañan esa línea delgada y empedrada que es el camino de regreso.
—Manglares Churute es una reserva que todavía no existe, aunque le han hecho creer al mundo que es una reserva protegida, eso es una mentira —dice Cristhian Castro.
Las autoridades ambientales confirman que no están puestos los mojones físicos y que esperan colocarlos en el segundo trimestre de 2022. Habrá que ver si esto se cumple, la única certeza, mientras tanto, es que toda esta abrumadora realidad seguirá pasando.
Este reportaje fue producido con el apoyo de Earth Journalism Network.
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