Por Gabriela Arévalo / @Gabiare

El nacimiento de un cóndor bajo cuidado humano es una noticia tomada con mucha precaución. Después de algunas semanas de cortejo y cópula entre dos cóndores, sus cuidadores se mantienen atentos a algún cambio dentro de los recintos; en alrededor de dos meses encontrar un huevo de cóndores es una buena señal, la pareja ha compaginado y se convierte en una pareja reproductiva dentro del programa de reproducción ex-situ de conservación de cóndores. La puesta de un huevo pocas veces suele concretarse en un nacimiento, es por eso que la noticia no se anuncia y se monitorea con cuidado el comportamiento de los padres durante este proceso de anidación. 

Kayambi, Toa, Chitachaca e Illapa, en el recinto del Zoológico de Quito. Fotografía de Andrés Reinoso.

A finales de 2019 y en 2020 el nacimiento de dos cóndores en la hacienda Zuleta, de la Fundación Galo Plaza Lasso, nos anunciaba la llegada de una nueva generación de cóndores en Ecuador, esta se complementaría con dos cóndores juveniles rescatados que llegaron al Zoológico de Quito en esos mismos años. Yann Potaufeu, quien siguió el desarrollo de los pichones en Zuleta, recuerda con claridad el día de su nacimiento y el por qué decidieron nombrarlos como Illapa y Toa. Es común que los cóndores que viven en centros de rescate sean identificados con un nombre, de esta forma se logra otorgarles una identidad propia que genere cercanía con su historia; además, facilita el cuidado clínico, alimenticio y comportamental de cada individuo. Illapa (Dios del rayo y la lluvía) le debe su nombre a la fuerte tormenta del día en que nació y Toa (Soberana quiteña hija de Carán Shyri XI) en honor a la princesa. 

“En el caso de Toa, no sabíamos si sería exitoso el nacimiento porque era una pareja primeriza que puso su primer huevo luego de diez años de estar juntos. Sus padres compartieron la incubación y todo funcionó. Los cóndores tomaban turnos para cuidar al pichón, regurgitaban la comida para alimentarlo y alrededor de los cuatro cinco meses los pichones empezaron a picotear la carne. A estos dos cóndores los dejamos nueve meses con sus padres y luego fueron aislados en otro recinto, de esta forma entre las parejas se puede dar otro evento reproductivo”, contó Yann Potaufeu, biólogo de la Fundación Galo Plaza Lasso quien tiene bajo su responsabilidad el manejo de la información de todos los cóndores bajo cuidado humano en Ecuador.

Los nacimientos en vida silvestre, aunque tampoco son comunes, son eventos que podemos conocer debido al trabajo de monitoreo de Fundación Cóndor Andino, quienes tienen identificados sitios de anidación de cóndores en el país. La población de cóndores silvestres es cada vez menor, la comunidad científica que trabaja en su conservación ha pronosticado que la desaparición de la especie puede suceder en los próximos 10 años. Es por eso que el programa de reproducción ex-situ en el que se enfoca el Grupo Nacional de Trabajo del Cóndor, es un tema prioritario que está siendo asumido por centros de rescate y zoológicos que albergan poblaciones de cóndores. 

“El programa de reproducción bajo cuidado humano se lleva a cabo desde 2018. Se planificó la conformación de nuevas parejas para aprovechar el potencial reproductivo de las hembras adultas. El objetivo es mantener una reserva genética y una población de resguardo para aportar en el futuro. El cumplimiento de estos objetivos podrá evaluarse hacia la mitad de este siglo, cuando hayamos atravesado un proceso de ganancia de capacidades y el tiempo biológico de los cóndores permita devolver individuos de manera consistente al medio natural”, señala Martín Bustamante, secretario del Grupo Nacional de Trabajo del Cóndor en Ecuador.

La reproducción de los cóndores es relativamente lenta. Deben alcanzar la edad adulta, a partir de los 7 u 8 años de edad, pero este proceso puede tardar más en función de la vida social que haya mantenido junto a otros cóndores. Ponen un solo huevo, mismo que es incubado alrededor de 60 días. Los tiempos de esta especie son lentos y complicados, entender su biología reproductiva es clave para su conservación. 

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Illapa, cóndor macho nacido bajo cuidado humano de la Fundación Galo Plaza Lasso, en Zuleta, a sus dos semanas de edad. Fotografía de Yann Potaufeu.

Cóndores rescatados que no pueden volver a vida silvestre  

Una tarde de julio del 2019, a pocas horas de cerrar la atención al público, al Zoológico de Quito llegó un pichón de cóndor. Fue la primera vez que veía de cerca a esta ave. Es difícil explicar las emociones que provoca, estaba sorprendida. Su tamaño y belleza se hacían notar pese a sus heridas. Tenía las plumas de su cola arrancadas; ¿quién es capaz de hacer algo así? ¿cómo llegó hasta una zona poblada? ¿logrará superar su proceso clínico y volver a vida silvestre? Son algunas de las preguntas que se formularon mientras el equipo veterinario le daba atención. 

Durante los primeros meses de Kayambi, la prioridad era su recuperación pensando en una pronta reinserción. Con el paso de los días, después de conversaciones y análisis de expertos del Grupo Nacional de Trabajo del Cóndor, la decisión fue distinta. Fue difícil asumir que el bienestar de este cóndor estaría mejor bajo cuidado humano; necesitaba las plumas en su cola para poder volar y tardarían meses en crecer, era un polluelo cuando llegó al Zoológico y no tuvo tiempo de aprender de sus padres un comportamiento silvestre que lo ayude a sobrevivir. 

Después de un año el Zoológico recibió a Chitachaca. Las primeras semanas permanecieron en recintos separados pero podían mirarse. Los cóndores son animales sociables y bajo cuidado humano es importante que tengan procesos de socialización y convivan con individuos de su misma especie; así que Kayambi y Chitachaca empezaron a vivir juntos en un recinto de aislamiento. 

En los últimos años se han liberado 19 cóndores andinos, en su mayoría cóndores adultos como Felipe, Iguiñaro, Gualabí, Morro, Polito. Otros cóndores no tienen esa posibilidad, su reinserción no sólo depende del trabajo que realizan las instituciones enfocadas en su conservación, las circunstancias en vida silvestre provocadas por las personas son un peligro que no desaparece. Antes de cada liberación de un cóndor el miedo siempre es el mismo, se espera que no vuelva con perdigones en su cuerpo por un intento de caza, envenenado o atacado por un perro. Y estas son las razones por las cuales en este momento no tiene sentido liberar pichones nacidos bajo cuidado humano.

“La gente nos pregunta por qué los pichones que nacen en cautiverio no son liberados, y sí es lo que queremos hacer, pero en el país existen amenazas latentes que atentarían contra la seguridad de estos cóndores. En los dos últimos años han muerto 20 cóndores silvestres a causa de la cacería y el envenenamiento, es decir, hemos pérdido el 10% de la población nacional”, explica Yann Potaufeu. 

Actualmente 18 cóndores se encuentran en seis centros de conservación y manejo ex situ de especies de vida silvestre. De estos individuos, seis viven con perdigones encapsulados en su cuerpo. Illapa, Toa, Kayambi y Chitachaca son parte de este grupo; estos cuatro juveniles conforman una nueva generación de cóndores, se espera que en el transcurso de la próxima década conformen parejas reproductoras y que sus pichones sean liberados y pasen a reforzar la población silvestre del Ecuador.

Esta mirada a futuro sólo será posible si los páramos andinos se convierten en espacios habitables para los cóndores, donde las amenazas que los acechan desaparezcan. El papel de la sociedad se vuelve indispensable, pues la principal causa de extinción de la especie es la presencia de perros asilvestrados en su hábitat, causada por el abandono de estos animales en las periferias de las ciudades y en zonas cercanas a ecosistemas naturales. La ciudadanía debe asumir la tenencia responsable y esterilización de sus mascotas, es la única forma de salvar a los cóndores andinos. 

Estos cuatro cóndores que aparecen en las siguientes imágenes están albergados en el Zoológico de Quito. Queremos imaginarlos como adultos, convirtiéndose en los padres de los pichones que en compañía del espíritu de tantos cóndores desaparecidos regresan al páramo con la esperanza de llenar los cielos de cóndores. Desde el lado de la conservación debemos estar preparados para asumir esta y otras posibles liberaciones; desde el lado de la ciudadanía debemos asumir nuestro rol en la preservación de esta especie. 

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Illapa | Sus padres son Ayu e Inti, una pareja exitosa en temas de reproducción, que antes ya había tenido nacimientos. El 29 de octubre del 2019, después de tres semanas de cortejo y cópulas entre la pareja, el equipo de Fundación Galo Plaza Lasso observó en las cámaras de monitoreo, ubicadas en los recintos de cóndores, que habían colocado un huevo. A sus dos años y medio Illapa fue llevado al  Quito Zoo junto a Toa, para que socialicen con Kayambi y Chitachaca; y así conformar un grupo de cuatro cóndores que en un futuro serán parte del programa de reproducción ex situ del Grupo Nacional de Trabajo del Cóndor Andino.

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Toa | está hembra nació el 17 de noviembre del 2020 en la hacienda Zuleta de la Fundación Galo Plaza Lasso. Sus padres, Coya y Tarishka, tuvieron un largo periodo de convivencia, cortejo y reproducción antes de poner el huevo que se convertiría en Toa. Es la menor del grupo de cóndores juveniles de esta generación. Vivió un año y medio en la hacienda Zuleta, y desde mayo se encuentra en el recinto del Zoológico de Quito. Como los otros tres cóndores, Toa es una juvenil, y por ello sus plumas tienen un color café grisáceo. 

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Kayambi | Funcionarios del Ministerio del Ambiente, Agua y Transición Ecológica trasladaron al Zoológico de Quito a un polluelo de cóndor. Lo que más impresionó es que no tenía plumas en su cola. Ese 26 de julio del 2019 conocimos a Kayambi, estaba herido y no podía volar, probablemente tuvo un accidente tratando de hacer sus primeros vuelos. Fue rescatado por habitantes de la comunidad de Pisambilla, en Cayambe. Aunque su rehabilitación física fue exitosa, por los pocos meses de edad que tenía cuando llegó no fue posible su reinserción en vida silvestre. Aunque aún es un juvenil, a medida que pasa el tiempo su cuerpo comienza a tener más rasgos de un imponente cóndor. El collar blanco en su cuello, característico de los cóndores machos adultos, está empezando a formarse. 

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Chitachaca  | Su nombre se debe a la comunidad donde fue rescatada, con apenas ocho meses de edad. Esta hembra llegó al Hospital de Fauna Silvestre de la Universidad San Francisco de Quito, donde recibió atención clínica debido a una fractura en su fémur. Después de una cirugía fue trasladada al QuitoZoo para continuar con sus cuidados y rehabilitación en un espacio físico más adecuado. La lesión en su fémur impidió su reinserción en vida silvestre, por lo que se mantiene bajo cuidado humano. 

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Durante dos años, Illapa y Toa vivieron en la Hacienda Zuleta, Fundación Galo Plaza Lasso, en ese momento Illapa está siendo trasladado al kenel que lo movilizará hasta el Zoológico de Quito. Vemos a quien los cuidó desde su nacimiento, el biólogo Yann Potaufeu, junto al cuidador actual, Alan García, zoocuidador del Zoológico. Fotografía de Andrés Reinoso.

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Previo a su traslado al Zoológico de Quito Toa e Illapa tuvieron una rigurosa revisión clínica a cargo de equipo veterinario del Grupo Nacional de Trabajo del Cóndor. Durante este procedimiento se revisa el estado de sus plumas y se toma muestras para estudios genéticos. Fotografía de Andrés Reinoso 

Gabriela Arévalo es comunicadora y educadora ambiental. Feminista, biófila y amante del teatro. Es parte del Zoológico de Quito (@Zoo_quito) y de @SciDevNet_AL. 


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