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Silvio Ruiz: «Reciclar basura es mi opción»

¿A quién le importa la basura? ¿Puede alguien salvar su vida en medio de un basural? Silvio Ruiz ha vivido entre los restos de los demás. "En Colombia, la basura redime", le explicó a un periodista, hace años, cuando empezaba a trabajar para defender su oficio. Su liderazgo consiguió que los recicladores de Bogotá se organizaran y obtuvieran un tratamiento más justo por parte del Estado. Esta charla entre Silvio y Pablo Campaña es la puerta a un mundo al que la sociedad da la espalda. Esta es la vida de los guardianes del medio ambiente.

Silvio Ruiz, durante el Seminario Basura Cero, realizado en Quito, en junio del 2017, en las instalaciones de la Universidad Andina Simón Bolívar. Foto: Dominique Riofrío.

Por Pablo Campaña

Cada vez es más obsoleta la idea de que es natural lo que no ha sido tocado por el ser humano. La naturaleza lo abarca todo: a las personas, sus inventos, sus ciudades, incluso a los botaderos de basura.

En junio del 2017, llegó a Quito Silvio Ruiz –un reconocido líder colombiano del gremio de los recicladores– para explicarnos sobre esa zonas ignoradas: los basurales. En una entrevista de televisión, Silvio dijo que “entre más ricos somos, más basura producimos”. Pero para él, la formación de una persona no depende de su riqueza. Con estudios hasta el quinto de primaria, Silvio está convencido de que “la educación se hace en la vida, con el trajinar, con el trabajar y con el querer hacer las cosas”.

En la tarde del 21 de junio de 2017, luego de su participación en la la Ruta por la Verdad para la Naturaleza y los Pueblos y en el Seminario Basura Cero, tomamos un tinto con Silvio.

EL PRIMER TRABAJO

La basura es una puerta que nunca se cierra.  A los 12 años, cuando su mamá estaba enferma y no podía ir al trabajo, Silvio decidió ir a buscar qué hacer para calmar el hambre. En 1982 llegó al basural de la ciudad de Manizales, que no era más que una quebrada que daba a un río.

¿Uno cogía la basura en la quebrada o en el río?

Había un sistema en el que el camión depositaba la basura, pero antes de que cayera al precipicio había un puesto en que se reciclaba, luego se tiraba al precipicio. En la mitad del precipicio había otro puesto de madera amarrado a la montaña en que se reciclaba lo que sobraba. Luego caía al río, uno se metía al agua con un plato de comida y raspaba el fondo de la quebrada. Del sedimento extraía vidrio, puntillas, tapas de gaseosas, huesos.

Entonces era el reciclaje del reciclaje del reciclaje…

Exacto, era la tercera pasada. Otros niños me enseñaron. Ese fue mi primer trabajo.

En general, ¿qué objetos son los más valiosos para reciclar? ¿El vidrio, por ejemplo?

El vidrio no es lo más valioso pero sí lo más abundante. Lo más valioso son las joyas, un anillo, un pedazo de arete, un reloj, todo lo que consciente o inconscientemente se va a la basura y, si uno tiene la suerte de verlo, se hizo el día o la semana.

¿Qué fue lo más preciado que encontraste?

Me encontré una grabadora, viejita, con las tapas dañadas, pero que funcionaba. Empecé a hacer colección de música. Cuando veía dentro de toda la basura buscaba casetes.

Según datos del 2015, la basura orgánica representa un 42,24% de los residuos que genera Bogotá. El segundo lugar lo ocupa el plástico, con 23,39%.

¿Comenzaste a participar de la organización de los recicladores ahí?

Surgió la noticia de que la ciudad construía un relleno sanitario al que iba la basura pero no los recicladores. Esto nos impactó mucho porque éramos más de 150 familias. Decidimos protestar, hacer una gran quema de llantas y una asamblea, creamos una organización.

¿Cuál fue el resultado de las protestas?

Se hizo el nuevo relleno, pero negociamos que los recicladores podían entrar a trabajar por grupos y por horarios. Se comercializaba la basura y se distribuía entre los que llegaran al turno.

Eras un niño, ¿qué opinas de la prohibición de trabajo infantil? 

Hay una doble moral. Si hubiera una atención del Estado para garantizar que ningún niño muera de hambre sería otra cosa, pero están muriéndose de hambre. Es tratar a los niños como tratamos a la basura en la sociedad: no se ven, pero el problema está ahí. Muchos padres pobres al llevar a sus hijos a trabajar los están protegiendo, otra cosa serían los hijos solos vulnerables en las barriadas. Para mí –yo que fui niño trabajador– no hubo nada más gratificante que ayudar a mi familia.

BOGOTÁ

En una entrevista en televisión preguntan a Silvio –que por entonces tenía poco más de 20 años– si cambiaría su trabajo por un puesto de obrero en una fábrica. El joven, con voz pausada, responde que no. Recoger basura es su opción. Ese orgullo lo llevó a ser dirigente de la Asociación Nacional de Recicladores en 1991. Tuvo que mudarse a Bogotá para asumir su responsabilidad. No sabía que, un año más tarde, le tocaría liderar ante los juzgados la investigación de la masacre de 11 recicladores que fueron asesinados en la Universidad de Barranquilla para venderlos a estudiantes de Medicina. No solo se debía buscar a los culpables, sino lograr que el Estado colombiano reconociera que los cuerpos de los recogedores de basura importaban.

Mientras el juicio avanzaba, Silvio vivió en una zona llamada El Cartucho, que era el lugar de compra de reciclaje y el centro de la criminalidad.

El Cartucho era una calle, ¿cierto?

Realmente era un sector y había varios negocios. Uno de los negocios era el reciclaje. Pero detrás había otros negocios: había venta de licor adulterado, venta de armas, prostitución, sicariato, droga. Todo el bajo mundo. Pero los recicladores íbamos para lo que íbamos, que era vender el reciclaje porque ahí lo pagaban. La estrategia de nosotros fue hacer unas bodegas en zonas aledañas para ir sacando a los recicladores de esa área.

¿Luego hicieron el jardín para los niños?

En un barrio cercano, en la Candelaria, alquilamos una casa con ayuda de unas fundaciones, para que atiendan a los niños y no vayan a reciclar con los padres.

En Bogotá, cada habitante genera un promedio de 800 gramos de residuos.

Luego de esas acciones en la década de los noventa, ya en el siglo XXI, la Corte Constitucional dictó una sentencia que reconoce sus derechos, ¿no?

En el 2002 le presentamos a Antanas Mokus –entonces alcalde de Bogotá– un plan de cómo organizar el reciclaje en la ciudad. El alcalde nos dijo que está muy bueno, pero sin recicladores. Ahí conformamos una estrategia jurídica. La Corte Constitucional reconoce que ser reciclador es un trabajo, que somos una población vulnerable, que tenemos derecho a un mínimo vital, que este mínimo vital está relacionado con acceder a la basura.

¿Eso significó un salario?

No, nunca nos dieron un salario. Posteriormente, a través de otras decisiones judiciales, con el correr de los años y argumentos nuestros, le hicimos entender a la Corte que era necesario que nos pagaran el servicio en cuanto es servicio público.

¿Cómo hace una ciudad como Bogotá para incorporar el pago a los recicladores?

Es un híbrido. Una parte del servicio público es formal: hay un empresario, empleados con uniforme, con carro, con rutas, con horarios, con supervisores, con salario. Y otra parte del servicio es informal y está a cargo de los recicladores. Mientras los empresarios no pueden moverse en esta área de la ciudad, los recicladores entran en esa zona. ¿Cómo se paga? Se calcula con una medida técnica. El trabajo nuestro se mide por toneladas, entonces si a los empresarios les pagan tanto por 6 000 toneladas, a los recicladores páguennos porporcionalmente por recoger 1 200.

¿Cómo se lograron esas decisiones de la Corte Constitucional?

Las sentencias de la Corte fueron siempre precedidas por movilizaciones. Somos una organización que se mueve mucho, que marcha, que protesta, que hace mítines, que se toma lugares. Si aquí funcionan las oficinas de las empresas de acueducto que tiene que pagarnos y no nos quieren pagar, la rodeamos, nos tomamos la entrada, no dejamos ni entrar ni salir a nadie. No agredimos a nadie, pero somos fuertes, muchos y tenemos disciplina. Si la toma es a las 7, a las 6 de la mañana hay gente a los alrededores.

RECICLADOR, SIEMPRE RECICLADOR

En Bogotá, Silvio combina sus tareas de liderazgo, viaja a diversos países y continúa recolectando basura en las noches. Con los años su cuerpo ha desarrollado sensibilidades particulares.

En Bogotá, trabajan alrededor de 22 000 recicladores de basura.

Cuando fuiste a Bogotá, ¿quién te pagaba el sueldo?

Ahí empecé a sufrir, porque me desplacé, reciclé en las calles, porque no había quién pague el sueldo de un dirigente reciclador. Los otros recicladores no tenían plata. Estaba trabajando el día en cosas, si se puede decir, de oficina, y en la noche me iba a reciclar, a aprender a reciclar.

Dices “aprender” porque en Manizales recogías la basura en un botadero municipal, no en las calles. ¿Cuáles son tres diferencias entre ser reciclador en el botadero y serlo en la calle?

En el botadero te llega la basura, en la calle tienes que ir a buscarla bolsa por bolsa, casa, por casa, calle por calle. Es mucho más desgastante en la ciudad en términos del esfuerzo físico de andar. Es más suave en términos de trabajo porque la basura es poquita, una bolsita, una caneca y pasas a otro sitio. Diferencia: la basura de la calle puede estar más limpia que en el botadero. Porque en el botadero ya ha pasado por la recolección urbana, ya ha estado mezclada, compactada. En la calle está relativamente menos contaminada. Es más difícil buscarse el ingreso económico en la calle. En el botadero es relativamente más fácil porque llega más cantidad de basura: tienes más variedad, hay un camión de basura malo pero dos buenos. En la calle si te cogiste una mala ruta te jodiste. Otra diferencia, en el botadero tienes más comunidad. Si llega comida, ropa o cosas en más cantidad de lo que necesito, entonces eso se comparte. En la calle eres más individual, incluso compites con otros. Si llegas primero o si llega otro.

¿En dónde te gustó reciclar más?

En el botadero me gustó muchísimo, y cambiar el chip a la calle fue difícil aunque tiene sus ventajas. ¿Qué es bueno de la calle? Alguien te llama, te da un vaso de agua, te ofrece algo de comer, te dan unos zapatos, hay gente que te da propina por tu trabajo.

Además, ¿en el botadero es más agotador?

En el botadero entras a las 7 de la mañana y sales a las 5 de la tarde cuando has movido 12 o 15 toneladas. En cada puesto de basura se depositaban 6 viajes de carros de basura. Toda esa basura que depositan en el puesto tocaba reciclarla, había que fisicamente pasarla. Es como si estuvieras arando la tierra pero en el mismo punto, mucha basura, empujarla con los pies, todos los días, entonces el cuerpo tiene que tener esa capacidad.

¿Tú crees que los recicladores tienen una perspectiva más amplia de lo que significa la basura?

Cuando has decidido ser reciclador por necesidad y la basura ha sido tu opción, aprendes a conocerla, a interpretarla, a leerla. Por ejemplo, una habilidad que tienen los recicladores de la calle es que pueden reciclar a oscuras. La ciudad está apagada y el reciclador va y con solo palpar sabe si hay o no reciclaje, puede no tener luces. Una habilidad que sale del contacto con la basura.

Además del tacto, ¿qué otros sentidos desarrollan?

Desarrollas mucho los sentidos. Detectas la temperatura, la forma, los sonidos de la bolsa te dicen qué tiene. El olfato también identifica la basura.

Hay recicladores que se resisten a ser empleados de una municipalidad y prefieren ser autónomos. ¿Qué disfrutan los trabajadores de la calle cuando dicen ‘uno es su propio jefe’?

Hay una condición en el trabajo informal de rebeldía, de libertad también. Aunque tienes que romperte el lomo para juntar los billetes, hay una sensación de libertad porque eres tu jefe, te pones tu ritmo de trabajo, sabes en qué momento le metes toda, en qué momento no. No tienes nadie diciéndote a tal hora debes hacer eso. En general es muy difícil que los recicladores ingresen a esquemas formales de trabajo con horario, con jefes, con reglas. De hecho, hay mucha gente que por opción escoge la economía informal, consciente o inconscientemente hay una rebeldía al sistema, a la formalización y a lo lineal.

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