Por Francisco Jarrín
El Hatun Puncha o Inti Raymi es la fiesta ancestral en agradecimiento al sol y a la madre tierra por la fertilidad y por las cosechas. En Cotacachi, un cantón de la provincia de Imbabura, en la sierra norte de Ecuador, estas fiestas han devenido en un encuentro mayoritariamente masculino, aun cuando las mujeres, en el siglo XVIII, tuvieron el mayor protagonismo en el proceso de sincretismo que impuso la colonia.
Cuentan los historiadores que en 1755, aproximadamente, las mujeres indígenas de la comunidad incendiaron una iglesia erigida por los españoles, como protesta en contra de los abusos e imposiciones de las autoridades católicas. Esos enfrentamientos se convirtieron en un símbolo de resistencia representado en la toma de la plaza del centro de Cotacachi por parte de las comunidades de las zonas altas y, principalmente, por sus mujeres.
Hacia los últimos años, los encuentros en la plaza central se transformaron en un acto exclusivamente masculino y se contaminaron con violencia. Según algunos habitantes de la zona, la comunidad de La Calera –donde se recogieron varias de las imágenes de este documental– fue una de las más temidas, junto con Cercado y Topo. En ocasiones hubo muertos. Varios años hubo heridos, como si esa fuese la condición infranqueable de estas fiestas. Por eso, las autoridades y varios líderes comunitarios decidieron unirse y recuperar la esencia ritual simbólica de este encuentro, y consiguieron que en la edición del 2018, el Hatun Puncha se llevara a cabo en paz.
El Hatun Puncha (Gran año) coincide con el solsticio de junio, y es la época en la que todos los pueblos andinos rinden tributo a la tierra y al sol mediante baños rituales, danzas, pambamesas, música y fiesta durante varios días. De madrugada, los llamados con el churo se escuchan desde varios puntos. Es la convocatoria milenaria. El tono extendido se parece al silbido del viento en las altas cordilleras, pero ejecutado por los hombres de las comunidades es el inconfundible grito de reunión. El zapateo es otro de los rasgos característicos de estas celebraciones. Se dice que simboliza un acto comunicativo con la tierra, un mensaje para reanimarla y prepararla para el nuevo ciclo agrícola.
Ya en la plaza central, comienzan los bailes, la bendición de los capitanes, la embriaguez y el trance que permite aguantar hasta el anochecer. Pero todavía sigue siendo una fiesta de hombres, como herencia colonial católica. No en vano estas fiestas se fusionaron con las de San Juan y San Pedro, que más tarde se conocieron como los sanjuanes, hijos del calendario católico.
Y las mujeres imbabureñas lo saben. Saben que cuando las autoridades católicas de Cotacachi decidieron asignar un día del Hatun Puncha para ellas, y nombrarlo el día de Santa Lucia, se trataba de un simple consuelo. Para ellas, hoy hay otra fiesta tan viva como la de los varones: el Warmi Puncha.