Por Juan Francisco Trujillo / @JuanfranT
En uno de los artículos fundacionales de la geopolítica: El pivote geográfico de la Historia, Halford Mackinder elabora un modelo de organización del mundo en el que toma como referencia la historia europea y concluye que siempre existe una pugna entre potencias marítimas y continentales. Dentro de su teoría, el globo posee una región de importancia estratégica, tanto por sus recursos como por su ubicación, que el autor denomina “área pivote” o corazón continental, en representación de un centro territorial codiciado y sus espacios circundantes, los denominados cinturones, que reflejan a una serie de potencias emergentes en disputa por acceder a él con el propósito de controlarlo.
Durante los primeros años del nuevo siglo pareció darse por descontado aquel postulado de Fukuyama sobre el fin de la historia; y es que con la caída de la URSS en 1991, la guerra de superpotencias en un mundo bipolar había dejado de tener asidero, las voces que vaticinaban la hegemonía mundial de Estados Unidos se multiplicaron mientras de entre las cenizas del bloque del Este emergía una Rusia en crisis lista para ser aparentemente subyugada por la infalibilidad norteamericana y el saqueo de una élite privatizadora local, surgida de los círculos de poder exsoviéticos, interesada en tomar ventaja de los millonarios contratos para explotación de recursos naturales que se abrirían con el inicio del periodo capitalista.
El riesgo de aceptar como dadas ciertas condiciones –en este caso la imposición de una potencia hegemónica por sobre otros Estados actores del ámbito internacional– puede llegar a suponer un grave error estratégico, sobre todo si consideramos que desde el ámbito histórico y económico, la supremacía cumple ciclos irremediables, como lo demostraron en su momento España, los Países Bajos y Gran Bretaña. En esto EEUU no puede ser la excepción, y 20 años bajo la ilusión de supremacía incontestable empiezan a pasar factura.
La Rusia de Yeltsin, a inicios de la década de los 90, estaba convulsa y carecía de elementos para ejercer un liderazgo claro en política internacional, materia económica o geopolítica, y se nos aparecía una partida ganada (billones de dólares de por medio) para Estados Unidos. La Rusia actual ya no es aquella nación pintada como desvalida e indefensa, Putin ha puesto en marcha desde hace tiempo un plan lento pero seguro, orientado a la repotenciación militar, que le asegura presencia en todos los frentes del gigante euroasiático, bajo el paradigma de que las fronteras rusas simplemente no existen. La vieja Europa permanece atónita y sin capacidad de reacción mientras el Kremlin apenas ha encontrado resistencia para anexionarse Crimea y amenazar ahora a sus vecinos del báltico.
Un elemento a tener en cuenta es la presencia de minorías rusoparlantes en todos los países de la antigua orbita soviética, lo que facilita y legitima intervenciones diplomáticas y militares en países vecinos. Quizá por esto, vuelve a entrar en escena el afán de Estados Unidos por ser un actor preponderante. Al encabezar el bloque de la OTAN, Washington protagoniza el mayor despliegue de tropas en territorio europeo desde la guerra fría mientras refuerza el escudo antimisiles desplegado en Polonia y Turquía, como parte de la misma alianza, y en su intención de ser juez y parte en el conflicto sirio no deja de provocar a Rusia, que en 2016 vio derribado uno de sus aviones militares y perdió a su embajador, asesinado días atrás en Ankara.
Volviendo a la lógica del modelo de Mackinder, tenemos un área pivote. Quien la controla, controla a su vez el mundo, pero este corazón se encuentra rodeado por dos cinturones: el interior incluye a Europa Occidental, Turquía y la península Arábiga, mientras el exterior está conformado por los continentes Estados Unidos, Australia, Canadá, Sudáfrica, las islas Británicas y Japón. Si tomamos atención al mapa original propuesto, podemos ver que la región pivote corresponde más o menos a la región del Este europeo sumado a la mayoría del territorio ruso y una parte importante de Asia Central y parte de Oriente Medio.
Al abordar las circunstancias del mundo actual, se vuelve necesario involucrar en el análisis a este polvorín político. Producto de los acuerdos Sykes-Picot durante la primera guerra mundial, se ha caracterizado por la presencia de regímenes autoritarios enfocados en aplacar conflictos y es el epicentro actual del área pivote donde entran en juego intereses comerciales, políticos, geoestratégicos y económicos. Rusia debe recuperar posiciones luego de que la denominada guerra contra el terror enfrentara al país con el hecho de ver diezmada su posición regional, y con la OTAN posicionada en su antigua área de influencia. Con este detalle en mente, no es casual el papel del Kremlin en Siria, Putin ha logrado un golpe de efecto temporal al anunciar el cese al fuego entre tropas gubernamentales y grupos rebeldes (excepto organizaciones como A Nusra e ISIS), tras una confrontación que va por su sexto año y no ha encontrado solución en las interminables mesas de negociación previas. El presidente sirio Al Asad ha reconocido que el mérito corresponde principalmente a Moscú y Ankara, aunque Teherán no piensa dar pasos atrás en una región que considera neurálgica.
La puesta en cuestión del fenómeno globalizador implica el resurgimiento de las narrativas locales y nacionales con la consecuente tensión de las relaciones entre Estados.
Durante mucho tiempo asumimos que el intercambio económico y comercial debería conducir sucesivamente a sólidas unidades territoriales representadas en bloques supranacionales. Es el caso de la Unión Europea, cuyo proyecto de trascender como comunidad económica se tambalea debido al resurgimiento de viejas rencillas nacionalistas entre sociedades preocupadas por preservar los que consideran valores culturales y políticos particulares en medio de intensos flujos de movilidad humana y contextos de crisis económica. Además, Alemania carece de una doctrina de intervención militar que la convierta en amenaza real para sus vecinos.
Como otro elemento, tenemos el hecho de que, mientras Estados Unidos asiste impotente a la degradación de una economía de producción externalizada, cuyo antecedente se encuentra en la inefable administración Reagan, China ya supera en varios ámbitos a la economía norteamericana, al tiempo que se convierte en un poder real con influencias en todos los continentes y un creciente liderazgo regional que ya pone en apuros al propio Japón.
En una actualización territorial, podría hablarse de Oriente Medio –con Siria e Iraq como protagonistas, pero sin olvidar a vecinos como Irán, Israel, Palestina, Líbano o Jordania– como un conjunto de actores de una región que conformaría un nuevo pivote codiciado por las potencias antes mencionadas, con distinta distribución de poder e influencia global y regional, a la que se sumarían India y China por Asia, y Brasil por América.
He rescatado esta teoría de principios del siglo XX para ejemplificar algo concreto. El aporte de una visión geopolítica al panorama internacional nos permite entender que las relaciones entre Estados siguen dominando la escena. Hay una mesa con las fichas puestas, pero la partida no se dirimirá solo entre dos jugadores. Con los liderazgos autocráticos de Putin, Xi Jinping, Erdogan y el ascenso al poder de Trump, todo indica que 2017 será un año muy movido y quizá sea cierta aquella frase: la historia no se repite, pero rima.
Hola, Juan Francisco, he leído su artículo y me parece excelente que personas jóvenes como usted, escriban sobre este tema que realmente preocupa a más de uno. Es evidente que el mundo se ha convertido en «Un avispero» como usted lo menciona, asi lo muestran las imagenes diarias en los medios, donde evidenciamos una lucha constante por apoderarse del control mundial ya que cada uno de estos protagonistas muestra su poder sin importarles el derramamiento de sangre inocente, para citar un caso especifico, tenemos el holocausto en Alepo. Lamentablemente, lo que está ocurriendo es apocalíptico y como cristianos sabemos que se cumplirá la palabra hasta el fin .
Excelente enfoque de la realidad mundial,es importante que la juventud tome conciencia y se vuelvan críticos valiosos de la globalización,no para ser entes pasivos sino actores.de la historia y de los cambios necesarios,felicito el alto análisis y me siento muy orgullosa de Juan Francisco