Por Jorge Sequera*
Llevarnos las manos a la cabeza un día como hoy por la victoria de Trump, en un intento de parecer ese umbilical referente civilizatorio, de poco sirve ahora. Hoy, el establishment está herido de muerte. Aquel que durante años ha sido financiado sin remordimientos por Wall Street. Aquel que decidió poner a Clinton, esta vez Hillary, como candidata. Aquella misma que decidió decir sí a la guerra de Irak apoyando a Bush en aquella atrocidad o impulsar la guerra de Libia. Aquella que, antes de ser candidata a la presidencia, decía sí a la construcción de un muro con México y en 2016 se rasgaba las vestiduras por el no.
El sueño americano se ha roto por completo. Sus votantes de clase media urbana y que viven en condominios o en viviendas ticky-tacky (casa de madera de mala calidad) en los suburbios, se han esfumado.
A pesar de los intentos del Nobel de la Paz Obama (paradójicamente, con un país en guerra desde que comenzara su primera legislatura hace ocho años), sus políticas económicas expansivas han sido claramente insuficientes. A pesar de su empeño por hacer creer a la clase obrera estadounidense, pero también a la europea, que un Tratado de Libre Comercio como el TTIP les beneficiaría. Sí, aquel presidente afroamericano que ha tenido que ver cómo se han matado a 600 personas afroamericanas en dos años y que, al igual que sus predecesores, tampoco ha intentado frenar el amor por las armas de aquel país.
El racista y xenófobo Trump rechaza la inmigración, de la misma forma que la racista y xenófoba ‘Europa Fortaleza’, que tiene como principal cementerio las aguas del Mediterráneo y como muro de la vergüenza, las vallas y concertinas de Ceuta y Melilla.
En Estados Unidos ya existe muro de la vergüenza en su frontera con México que se comenzó a construir con el gobierno de Bill Clinton; el mismo muro que han fomentado Hillary Clinton y sus financiadores en la franja de Gaza.
No debemos olvidar que esta política anti-inmigratoria no es nueva, sino sistémica en los Estados Unidos: además de que existen cuotas de deportación de hispanos principalmente, estas políticas permiten mano de obra barata continua en el país bajo la amenaza de la deportación. Con cuentagotas, a esta población se la va premiando con tarjetas de residencia, mientras soportan unas condiciones laborales miserables, clasistas y racistas. Son el backstage del American Way of Life.
¿Se va a restringir la entrada de refugiados sirios? Sólo se ha permitido que entren en Estados Unidos hasta el momento 2.500 (la promesa eran 10.000 en un país de más de 300 millones de personas) y muchos de los Estados ya se niegan a acoger a refugiados desde hace tiempo. En Europa, a los refugiados los mandan a Turquía.
Hay que prestar atención a las condiciones de posibilidad que se abren ante la vuelta de los Estados Unidos a su precondición Wild West, ahora que parece que andarán enredados entre desarrollar esas políticas (ultra)proteccionistas prometidas por Trump y la lucha de los oligopolios financieros por volver a controlar el sistema de partidos estadounidense. Así, enfangados en resolver su America will be great again, la geopolítica internacional puede cambiar sin el afán de Estados Unidos en protagonizarla constantemente:
1) Puede que exista una nueva perspectiva ante las guerras y el potente aparato militar de Estados Unidos. La política bélica en Oriente Medio y de confrontación con Rusia (vía Siria y vía Ucrania) que tenía planeada Hillary Clinton tendrá que esperar. A pesar de que los republicanos siempre han apoyado el aumento anual en el gasto militar, parece que las guerras en las que se encuentra el país son lo suficientemente impopulares como para que se apaguen las energías y la doctrina de la Guerra Permanente iniciada por Bush y continuada por Obama como presidente y Clinton como secretaria de Estado.
2) Los tratados de Libre Comercio, entre otros con Europa, van a quedar paralizados durante un buen tiempo.
3) La OTAN, debido a los flirteos de Trump con Putin, queda puesta en entredicho.
4) Reino Unido y Estados Unidos comienzan a no ser un referente internacional. Quizá la hegemonía anglosajona (cultural, económica y política) esté comenzando a dar signos de flaqueza.
Y por supuesto, el consenso postpolítico en Estados Unidos queda hecho añicos. Aquel consenso falaz que llevó a que Sanders apoyara a Hillary Clinton en campaña y que Žižek ridiculizó hace poco en une entrevista diciendo que «esto es como si alguien de Occupy! apoya a alguien de Wall Street».
Los estadounidenses están ante una oportunidad única para, una vez evidenciada la vuelta del sheriff blanco como figura política, apostar por una organización y unas movilizaciones al margen de esa maquinaria de marketing, cooptada por las principales corporaciones financieras desde hace más de 30 años, como es el Partido Demócrata.
*Este artículo fue publicado originalmente por nuestro medio aliado Diagonal.
Decir que Estados Unidos tiene con Trump la oportunidad de «…apostar por una organización y unas movilizaciones al margen de esa maquinaria de marketing», me parece una visión demasiado optimista que desconoce que Trump es eso también, no del lado del establishment político, pero sí desde el sector privado. Además, no sé de qué forma y en qué punto se puede ver a Trump como alguien que no vaya a operar en favor de las grandes corporaciones y negocios, si eso es exactamente lo que le ha permitido a él ser uno de los hombres más ricos del mundo, él también es cómplice de la misma maquinaria, solo que desde el lado privado. El único que realmente podría haber hecho algo distinto a la tradición era Sanders, lo sabemos, pero decir que Trump podría también hacerlo, es una lectura que equipara a ambos, que desconoce el origen de Trump y de todo lo que implica «Make America great again».