Por Francisco Garcés / La Barra Espaciadora
Completada la estrategia inicial y habiendo arrinconado al enemigo en el último cuadrante existente en el mapa, llamado Zona Intangible, no queda otra que dar la estocada final a las gallinas en el gallinero.
Recuerdo que cuando era niño, en el barrio en el que vivía había varios terrenos baldíos. Las casas, en su mayoría, tenían amplios patios frontales que eran nuestra guarida, nuestro campo de juegos, nuestro ring de peleas y nuestro territorio. Nadie podía entrar sin autorización a ese sagrado campo y los muchachos de la calle de abajo no podían siquiera acercarse. Nosotros, los de la cuesta, no podíamos cometer la tontería de fisgonear siquiera en sus fortalezas, los terrenos del enemigo.
Ahí, en el patio de la casa del Pablo -de estratégica ubicación, pues quedaba justo en el centro de la cuadra- es donde el grupo de los más pequeños aprendimos a agazaparnos en las trincheras que formaban los montones de tierra de la construcción que se levantaba detrás del terreno. Armados hasta los dientes con nuestras resorteras de madera, elásticos o caucho de tubo, resistíamos el implacable ataque de aquellos muchachos que disparaban toda su artillería desde la calle. Ellos eran, en promedio, un par de años mayores que nosotros y sabían las técnicas del asalto con el único objetivo de lograr que alguno de nosotros se descubriera y pusiera fin a la batalla gritando: “¡Trampa, así no se juega, no se vale usar piedras tan grandes y ustedes siempre son más y nos llevan ventaja!” Con esas frases se sellaba la victoria del grupo de la calle de abajo.
Pero como toda historia, esta en algún momento debía tener otro final. Dos inventos trascendentales marcarían un cambio cualitativo en la estrategia guerrera de nuestro grupo.
El primero de ellos fue idea del David. Era una revolucionaria arma que consistía en un simple tubo de PVC blanco, de muy estrecho diámetro, que serviría de cerbatana. Después de muchas pruebas y gran cantidad de errores, conseguimos fabricar la munición ideal: un pequeño bonete de papel de cuaderno con un doble núcleo, en su interior, una pequeña piedra que normalmente era una pepita de un bloque de construcción. Su peso y equilibrio fueron la clave del éxito del arma y todo el grupo llegó a adquirir maestría en su uso.
Y el segundo invento fue igual de trascendental, fue de mi tocayo, el Pancho, el vecino más próximo al enemigo. Había destinado una noche a construir la estrategia. Se resumía en un mapa de la cuadra de los muchachos de la calle de abajo, que él había dibujado. La cuadra aparecía dividida en cuatro espacios numerados. El primero empezaba en la línea limítrofe con nuestro territorio y terminaba el mapa en el otro extremo.
La estrategia fue cercar al enemigo y hacer que se replegara con continuos e intensos ataques sorpresa en una sola dirección, confiando en que el poderío de nuestra artillería lograría romper las líneas de defensa y conseguiría el objetivo en poco tiempo.
El ataque
Sin saberlo, los dos inventos nos harían poseedores de la inteligencia y la fuerza. Habían hecho que nuestros enemigos parecieran simples salvajes en relación con nosotros seis, ataviados con gruesas chompas y armados, cada uno con nuestro tubo de pvc e improvisados canguros de tela, fabricados con nuestra propias manos, que nos servían para guardar decenas de municiones para el ataque.
El día D nos reunimos en nuestra fortaleza tras la trinchera, repasamos el mapa y yo me encargue de replicarlo mentalmente en la tierra. Usando un viejo y oxidado destornillador marqué en el terreno los pasos que cada parte de la infantería daría y las órdenes que serían necesarias para el éxito de tan compleja operación. Todo tenía que funcionar a la perfección. Sabíamos que el enemigo no sospechaba nuestras intenciones, y si lo hacía, no sabía lo que sufriría. Pero nosotros nos habíamos preparado para garantizarnos el éxito del ataque. Conocíamos sus debilidades: su fortaleza era la arremetida pero no estaban acostumbrados a ser atacados, tanto que ni siquiera tenían muchos lugares en los cuales tomar posiciones para responder con éxito. Y aunque tenían buena puntería con sus catas, sabíamos que si lográbamos nuestro primer ataque, pronto quedarían sin municiones y estarían obligados a correr.
La primera acción la comandaron David y Pancho y los tomamos por sorpresa. Nuestras armas funcionaron mejor de lo que habíamos previsto y en menos de diez minutos ya habíamos emprendido la segunda parte de nuestra arremetida. Ahora la comandó Pablo y yo lo secundé, no habíamos recibido ningún impacto y teníamos municiones de sobra. En poco tiempo habíamos logrado hacernos de los dos primeros cuadrantes y en el tercero se armó una fiera batalla, era la parte más dura porque debíamos luchar contra un enemigo distante en el único terreno baldío que ellos tenían a disposición, pero que por sus características topográficas les permitía obtener nuevos pertrechos militares y sitios en los cuales protegerse del fuego de artillería.
Pese a sus esfuerzos, habíamos conseguido nuestro objetivo y los habíamos acorralado en la casa de la esquina, la más desprotegida que tenían a su disposición porque la parte frontal era solo un patio de cemento a modo de una lisa cancha de vóley en la que simplemente se convertirían en gallinas enjauladas. Nos dimos incluso el lujo de escoger nuestros blancos y jugar a una suerte de fusilamiento ritual con el cual recuperamos la dignidad de la calle de arriba cuando escuchamos esas palabras de rendición que tantas veces habíamos nosotros pronunciado.
Desde ese día todo fue distinto, ya no hubo más guerra, en el fondo todos entendimos que ese juego de chicos había tomado otras proporciones que ninguno estaba dispuesto a seguir. De ahí que nuestra guerra se volcó al parque y en la cancha de fútbol nos volvimos a medir una infinidad de veces. La mayoría de nuestros encuentros terminó con goleadas en nuestra contra, pero en todo caso siempre salimos satisfechos y dispuestos a la revancha de la siguiente semana.
Ahora ya sé leer los mapas
No me hubiera jamás imaginado, a mis doce años, que esa experiencia de guerra militar me haría aficionado a la lectura de mapas y estrategia. Con el pasar del tiempo me di cuenta de que lo que habíamos hecho a tan corta edad me serviría para leer cada día la realidad política de este país, a veces, por supuesto, con más claridad que otras, cuando el atacante, por el exceso de confianza en su poder, descubre su estrategia.
Esta afición me ha llevado a ver con algo de detenimiento la evolución del mapa petrolero ecuatoriano en los últimos años y por eso me resulta fácil concluir que en el fondo hay una estrategia de completarlo y santificarlo acorralando -como los de la calle de arriba habíamos hecho hace ya casi 30 años con nuestros enemigos- a quienes por cualquier condición o situación se ponen al frente para tratar de defender su territorio. Esto sin considerar el argumento que abanderen con ese propósito.
La estrategia empieza a visualizarse durante los pasados dos años, cuando empieza a cambiar rápidamente el mapa al que nos referimos. Para el análisis partimos del mapa petrolero publicado en el 2009, cuando en el Ecuador estaban concesionados 17 bloques.
Claro, para esa fecha, el país estaba inaugurando un nuevo modelo constitucional y las reglas de juego empezaban a cambiar. El precio del barril de petróleo se había puesto por las nubes y, por supuesto, el interés en su aprovechamiento había crecido. Así se hacía irresistible que la estrategia avanzara hacia el siguiente cuadrante del mapa. Y las miradas empezaron también a centrarse en el oriente ecuatoriano. El 2010 empezaron a sumarse los bloques petroleros concesionados y, por consiguiente, a reducirse las áreas de las comunidades y las naturales sin actividad extractiva.
Para el 2011 el mapa era radicalmente distinto, así como distinta era también la reacción de un creciente número de organizaciones y pueblos que organizadamente empezaron a oponerse al proceso extractivista en marcha. Explotó así el fenómeno ese año, con la concesión de varios bloques, entre ellos el Armadillo (link al tema), en el que se comprobó también la existencia de pueblos en aislamiento voluntario. Sin embargo, ese no fue argumento para detener la entrega del territorio. Pese a la resistencia, el cuadrante ya estaba tomado y se preparaba la entrada a los sectores que hasta ese momento no habían sido intervenidos.
Al final del 2011 gran parte del territorio amazónico estaba entregado en concesión, pero faltaba la gran arremetida, que llegó con la XI ronda petrolera. Esta cita permitiría copar totalmente el mapa petrolero ecuatoriano. Pero fue la presión de las organizaciones sociales y las comunidades organizadas del Oriente, y sobre todo la falta de interés de las petroleras transnacionales, lo que en inicio hizo fracasar este proceso.
No obstante, la intención no se ha desechado y a mediados del 2012 el Gobierno insistió con un sondeo previo a la convocatoria a licitación de todos los campos que constan en el mapa, concesión que, de concretarse, habría logrado arrinconar totalmente a las nacionalidades de la Amazonía, logrando que cuatro de las siete que existen queden con el 100% de su territorio confinado dentro de los bloques petroleros.
La estrategia no se detiene: el fusilamiento
El problema de la visión extractivista de recursos es que cuando se van agotando en un sitio, es imperativo buscarlos en otro. Completada la estrategia inicial y habiendo arrinconado al enemigo en el último cuadrante existente en el mapa, llamado Zona Intangible, no queda otra que dar la estocada final a las gallinas en el gallinero. Esa fue la lección que aprendí en aquel juego de niñez y de guerra que pensé que era exclusivo de la cuadra de mi viejo barrio, pero que pronto me di cuenta de que también se juega en los grandes mapas de poder.
Y al parecer, esta parte de la estrategia estaría ya en marcha, de lo contrario, ¿cómo podríamos entender la declaración del presidente Rafael Correa, en una entrevista televisiva, cuando afirmó que hay que revisar los límites de aquella zona?
Qué decir también de la declaración de la segunda vicepresidenta de la Asamblea que, sin dudarlo, una semana después repitió con exactitud las palabras del Presidente?
Se entiende así, entonces, la decisión de la Asamblea, aún no votada en instancia definitiva, pero que exhorta a que no exista explotación petrolera dentro de la Zona Intangible (link al informe). Esto en relación con el pedido presidencial para que se permita la explotación petrolera de los bloques 31 y 43, que se encuentran dentro del Parque Nacional Yasuní y cuyo flanco sur se encuentra también dentro de la Zona Intangible.
Estas son preguntas que aún se deben responder desde la institucionalidad política. Lo cierto es que desde pequeño entendí que un buen mapa y una buena arma son poderosas herramientas para acorralar al enemigo y lograr su rendición.
Al final la guerra por el territorio mide la eficiencia de las estrategias y las nuevas armas, una guerra de impredecibles consecuencias que luego, más allá del campo de batalla, pondrá en juego la dignidad de un país, así como hace treinta años fue la de una calle.
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