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Memorias del volcán (toma 3. ¿Fin de un ciclo?)

Primera imagen en la que se aprecia el anillo interno del cráter del Cotopaxi. La fotografía fue captada desde un avión, por Gottfried Hirtz, a fines de los años 30.

Por David Coral

Hasta el día en que se iniciaron las emisiones de vapor y ceniza, el anillo de hielo que corona el cráter del Cotopaxi podía ser visto, en los días despejados, tanto por los tripulantes y pasajeros de un vuelo interno como por los andinistas que alcanzaban la cima del nevado, tras largas y penosas horas de caminata. Hoy ya no. Los ascensos han sido suspendidos hasta nueva orden y una columna de vapor y ceniza lo cubre prácticamente desde todas las miradas aéreas. Pero eso no es todo: es muy probable que a este anillo, fina joyería de la naturaleza, ya no volvamos a verlo más.

Fotografías recientemente captadas durante un vuelo de observación por el vulcanólogo Patricio Ramón y publicadas en la página oficial del Instituto Geofísico muestran que, aunque parcialmente destruido y totalmente cubierto de ceniza, el anillo glacial aún existe. No obstante, al bordear un cráter cuya temperatura es de 200ºC —según indican los expertos en la misma web—, es fácil suponer que pronto desaparecerá.

Estamos, sin embargo, en el terreno de la conjetura y la suposición. Y, sin apartarnos de él, podemos mirar hacia atrás y decir que este anillo, de todos modos, no siempre existió.

La primera imagen del cráter del Cotopaxi con la apariencia que conocemos es de fines de los años 30, y fue captada por Gottfried Hirtz durante un vuelo de un avión de Correos del Ecuador. Hasta 1940, solo 14 expediciones habían alcanzado la cima del nevado. O, para ser exactos, algún punto del borde del cráter, pues, al parecer, a esos audaces montañistas de fines del siglo XIX e inicios del XX no les interesaba tanto llegar al punto más alto de la montaña, como llegar a un sitio desde donde asomar sus cabezas y mirar el vacío. Y es gracias a los detallados reportes e imágenes que estos expedicionarios dejaron que podemos conjeturar que el anillo del Cotopaxi debió formarse en las primeras décadas del siglo pasado.

Primera imagen en la que se aprecia el anillo interno del cráter del Cotopaxi. La fotografía fue captada desde un avión, por Gottfried Hirtz, a fines de los años 30.
Primera imagen en la que se aprecia el anillo interno del cráter del Cotopaxi. La fotografía fue captada desde un avión, por Gottfried Hirtz, a fines de los años 30.

En su expedición de 1912, Nicolás Martínez alcanza el borde del cráter tras escalar el nevado por el flanco oriental. Su intención era ver esa enorme boca volcánica que en 1906, cuando siguió la ruta de la cara norte, no se había dejado mirar debido a la constante emisión de gases. Esta vez, Martínez y sus dos compañeros —el austriaco Hiti y el también ecuatoriano Villavicencio— no contaron con mejor suerte. Durante dos horas esperaron que los vientos del Este despejaran la atmósfera brumosa que cubría la caldera, pero eso nunca pasó. Con un sabor agridulce, los tres montañistas volvieron al campamento, contentos de haber hallado una nueva vía de ascenso, pero frustrados por no haber podido mirar el más enigmático rostro del volcán. Al respecto, el andinista ambateño escribió:

“Al dirigir nuestras miradas al interior del misterioso abismo, sufrimos una decepción, pues todo él se hallaba cubierto de gases densos, que nos impedían ver siquiera algo del monstruoso antro; únicamente presentimos algo inmenso, algo sin fondo, ya que las piedras lanzadas hacia adentro no enviaron ningún sonido, como si cayeran en un vació sin fin”.

El primero en describir detalladamente las particularidades de ese cráter fue el alpinista inglés Edward Whymper, quien, 32 años antes que Martínez, no solo subió hasta este, sino que tuvo la osadía de acampar a pocos metros de allí. Al principio, como era habitual en esos años, el cráter lucía cubierto por humo y vapores que eran arrojados continuamente desde el interior. Pero a la noche, la atmósfera se despejó, y Whymper, atado por un cuerda a sus compañeros, se asomó al labio de esa boca colosal, desde donde miró un hermoso y gran anfiteatro, rodeado de paredes verticales de roca, en cuyo fondo bullía llama incandescente que salía del respiradero del volcán.

Primera imagen en la que se aprecia el anillo interno del cráter del Cotopaxi. La fotografía fue captada desde un avión, por Gottfried Hirtz, a fines de los años 30.
Este óleo, de Rudolf Reschreiter, muestra el cráter del Cotopaxi tal como lucía en el año 1903.

Por la descripción que Whymper hace de ese fabuloso anfiteatro, se deduce que, por esos años, el anillo de hielo aún no se había formado. Esta afirmación, que Freddy Landázuri hizo en un artículo de Revista MONTAÑA, está respaldada por el más minucioso reporte que existe acerca del cráter, y que fue escrito por la siguiente expedición que se aventuró hasta la cresta del nevado: la del geólogo alemán Hans Meyer, en 1903.

Meyer ofrece muchos datos acerca de las dimensiones del cráter: entre 750 a 800 metros de diámetro, de Norte a Sur; entre 400 a 500 metros, de Este a Oeste; y en altura, tres veces más grande que la cúpula de la catedral de Colonia. También, acerca de las particularidades de la nieve, de la temperatura, de los gases, del viento, así como de la altura y sus perniciosos efectos sobre el ser humano. Por último, toma unas cuantas fotografías, las cuales, junto a los óleos de su compañero de ascensión, el pintor muniqués Rudolf Reschreiter, revelan un cráter muy distinto al que nosotros vimos, ya sea desde la cumbre, desde el aire o por fotografías.

Un cráter, por otro lado, que quizá ya no volvamos a ver, pues, a partir del 14 de agosto pasado, fecha en que se produjo la primera gran emisión de gas y ceniza, un nuevo ciclo se inició en la historia del rey de los volcanes.


BIBLIOGRAFÍA:

Eichler, Arturo, “Nieve y selva en Ecuador”, Editorial Bruno Moritz, Quito, 1952.

Landázuri Freddy, “Cotopaxi, la montaña de luz”, Revista Montaña # 27, Quito, 2009.

Meyer, Hans, “En los Altos Andes del Ecuador”, Abya-Ayala, Quito, 1993.

Martínez, Nicolás, “Pioneros y precursores del andinismo ecuatoriano”, Abya-Ayala, Quito, 1994.

Whymper, Edward, “Viajes a través de los majestuosos andes del Ecuador”, Abya-Ayala, Quito, 1993.


David Coral es fotógrafo documental y periodista. Estudió Comunicación y Literatura en la Universidad Católica del Ecuador y Fotoperiodismo en la Universidad Autónoma de Barcelona. Durante 10 años fue director y editor de Revista MONTAÑA. Ha colaborado con textos y fotografías en varias publicaciones dentro y fuera del Ecuador.

3 COMENTARIOS

  1. Muy interesante y hermosa la informacion. Felicitaciones, lastimosamente no he recibido las publicaciones anteriores a que se hace referencia.
    Saludos de Gladys y Gerardo

    • Hola, si quieres mirar las otras dos notas, puedes ingresar a nuestro home… ahí están las dos. Saludos y gracias por compartir con nosotros.

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