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Leoncio Zambrano y el Manuscrito de Quito

Por Francisco Ortiz @panchoora

El amasijo de cables y gente que conforma una urbe es la manifestación presente de un organismo vivo, regido por la lógica y por un proyecto claramente identificable. Eso es el Movimiento y es justamente a él a lo que se enfrenta Leoncio Zambrano, investigador manabita paranormal.

Leoncio Zambrano y el Manuscrito de Quito es la primera publicación que hace Xipali Santillán y forma parte de una serie de relatos policiales ambientados en las montañas y los valles de la franciscana ciudad de Quito, tierra que adquiere, en la mirada del autor, rasgos históricos y futuristas de esa particular sociedad siempre viva y cambiante.

¿Cómo nació esta micronovela?

Nació la idea de construir una historia retrofuturista, la cual ofreciera elementos de análisis para entender la realidad actual. En lo personal, me interesaba condensar, en pocas líneas ideas complejas, pero cotidianas.

Recuerdo vívidamente una semana muy particular en la que estuve encerrado en un pueblito cercano a Lima, escapando de un tráfico violentísimo, saqueos y protestas por el desalojo de comerciantes que pugnaban por un espacio para sacar el pan del día. Al día siguiente estaba en Panamá, escondido en un hotel mil estrellas, mientras una nube de gente saqueaba los comercios aprovechando las protestas ante el proyecto de transformar a Colón en un mall gigantesco y terminé la semana en un pueblito de la amazonía ecuatoriana, sin agua ni papel higiénico. Fueron entonces Lima y su violencia silenciosa; ciudad de Panamá y la omnipresencia del mercado; Quito, sometida ante la omnipresencia del poder; y un pueblito amazónico, sumido en su pobreza, los escenarios que marcaron para siempre esta historia.

Explorar el poder, esa es mi intención… entender cuáles son sus trucos y malabares que nos vuelven como animales amaestrados y nos convierten en esa rana que, abandonada en una olla llena de agua, se somete al fuego lento hasta morir. Sea por el mercado, por la burocracia o por la pobreza. Considero que éste es el mismo crimen deshumanizador que nos ronda eternamente pero con distintas máscaras.

¿Cómo es eso de que son seis cuentos que forman parte de una novela?

En realidad se trata de seis micronovelas que, al juntarse al final,se transforman en una sola, con personajes y situaciones ficcionados, truculentos, con toques sociológicos y juegos psicológicos. En esta primera micronovela hablo del amor, el cual se desenvuelve en un mundo distópico, tipo George Orwell, al más puro estilo weird fiction, en la que aparecen, como personajes fantásticos, extraterrestres, fantasmas. ¿Por qué? Porque al construir estos seres puedo explicar mejor lo que nos pasa como humanos.

En noviembre de 2012 circuló en Amazon la primera versión de esta historia. Sus lectores, en su mayoría de otros países, han demandado cambios que no tenía previstos. Esta es una ventaja de esa plataforma. Para la segunda entrega, que dobla en extensión a la primera, se mantienen todos los personajes, así como la impronta de la mitología preincaica quitu-cara, la que persiste como hilo conductor. La relación de amistad y de amor entre los personajes apela a esa rebeldía natural que se expresa ante el poder.

Si acaso tiene alguna valía, entiendo que esta novela electrónica en castellano es la primera que se escribe y se entrega por partes.

¿Quién es Leoncio Zambrano?

Leoncio existe o existió. Era un compañero de escuela que me mostró la primera expresión de noble rebeldía que tuve el honor de conocer. Nuestra maestra de primaria se enorgullecía de haber trabajado para una escuela militar. Gustosa practicaba con nosotros sistemas de tortura y humillación. Nos golpeaba con una regla en las nalgas, a la vista de todos y todas. Leoncio estuvo de relajo un día y fue pillado por la maestra.  Ella miró a Leoncio y lo llamó adelante, de espaldas al público, con el trasero al aire, para recibir su golpe. Leoncio no se levantó. Bajó la cabeza respetuosamente, ignoró nuestros aterrados consejos de que obedeciera y no se movió de su lugar. La profesora dejó de insistir y continuó con la clase, visiblemente turbada. Aquel día se terminaron los golpes en la clase y nació en mí la rebeldía.

Desde ahí, siempre quise crear un personaje manaba que se llame Leoncio Zambrano. Y es justamente ese espíritu rebelde, el de mi compañero, el que quiero que tenga mi personaje, pero de cara a lo que está pasando ahora. No un rebeldía tonta sino asumida… El Leoncio se negó a la humillación, al golpe, como todo un varón.

En la historia, Leoncio Zambrano es un agente privado, especializado en investigaciones paranormales que siempre terminan por acercarlo un peldaño más al líder del “Movimiento”, que es esa gente que está detrás de una sociedad hipercontrolada, lista a saltar al cuello a la primera provocación.

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¿Háblame un poco sobre los Letras, los Números y lo que significa para ti el “Movimiento”?

Por mucho tiempo pensé que la gente de derecha sustenta su poder sobre la base del miedo: miedo a la devaluación, al riesgo país, a caer en la escala internacional, a perder privilegios, etc., en tanto la izquierda se sostiene en el odio: a los de antes, a los de ahora, a los de arriba, a los de abajo, a los distintos, a los iguales. La temerosa y temible derecha, defensora de corporaciones, está aniquilando el planeta, mientras la izquierda, odiadiora y mentirosa, pulveriza la nobleza de la gente, convirtiéndola en autómatas egoístas.

El poder, sea de izquierda o de derecha, tiene tanto en común que a ratos es imposible distinguir de quién se está hablando.

Caí en cuenta que hay dos tipos de operadores del poder: Los Letras, capaces de retorcer cualquier idea o discurso, para así sostener sus parcelas de poder. Son a los que les gusta leer pero también capaces de autoengañarse, tienen el don de meterse el dedo, lo cual es directamente proporcional al poder del tirano. Los Números, en cambio, son ciegos ejecutores de órdenes, capaces de anularse a cambio de palmaditas en la espalda. Son pragmáticos, todo lo miden, lo calculan y actúan desde un punto de vista costo-beneficio de forma frívola. Son unos adictos al poder y, a su vez, sustento del Movimiento, así, con mayúsculas: grupúsculo que lucra sobre las tragedias de la mayoría.

El Movimiento aparece en todas las culturas, actuales y anteriores, y es esa especie de tortura a la que nos sometemos a diario, esa estafa, esa tortura que estamos soportando como individuos, como colectividad, como sociedad… es tu país, los bancos, las empresas, el propio sistema que se ríe de ti en tus narices… maniáticos del dinero. Ese orden mundial paralelo es para mí el Movimiento, ese que tiene su propias reglas, sus propias normas de autodefensa.

Entonces, ¿qué es para ti esto del retrofuturismo? ¿Cómo se lo entiende? ¿Cómo se lo come?

En el Ecuador de ahora, comparar el correísmo con el período de García Moreno es un cliché, pero es así no más. Cambia Francia por Bélgica y guerras limítrofes por guerras mediáticas y tienes el péndulo de la historia riéndose de ti, de nosotros.

Asimismo, reemplaza los títulos de nobleza: conde, marqués, virrey, por burócrata, máster, PHD, viceministro, subsecretario… Pon en la mesa el apartheid y mira el clasismo ecuatoriano… La actual administración es un ejemplo retrofuturista. Correa es una condensación del pasado: es más chabacano que Bucaram y peor cantante que este, se pisa la lengua peor que Gutiérrez, su obsesión por refundarlo todo supera de largo a Borja; cuenta chistes más agrios que Noboa, nos tiene más endeudados que Mahuad, es más enojón que Sixto y más intolerante que Febres Cordero… es el pasado caminando. Y también es el futuro, pues sabemos perfectamente que, por las buenas o por las malas, vos y yo moriremos teniendo a Correa como Presidente del país y a Chiriboga al frente de la Federación Ecuatoriana de Fútbol.

Dejándose de bromas… un pueblo que se olvida de su pasado, tarde o temprano se le olvida cómo caminar. Somos la consecuencia inevitable de nuestro pasado. Por eso es que encuentro en estos juegos temporales una suerte de adelanto de lo que perfectamente puede suceder si las cosas siguen como están. ¿Una sociedad hipercontrolada? ¿el asumir la interacción social como un vicio detestable? ¿por qué no? El mundo camina a la cosificación de la persona, ya ni mercancía somos, los políticos y el mercado nos están convirtiendo en carbón que harán arder para calentarse las pezuñas.

¿Pero, cuáles son tus influencias? ¿Tus intenciones?

Sin duda soy mejor lector que escritor. Me gustaría decir que estoy influenciado por los devaneos de Anaïs Nin, por la voracidad de Clarice Lispector, la brutalidad de Henry Miller, la orquestación de Umberto Eco, la libertad de Euler Granda, los conflictos de Tolstoi, el silencio del zen, pero no sé qué me influye al final del día. Quizá eso es un ejercicio que puede hacerlo mejor alguien que ve desde afuera las cosas. Lo único claro es que dejé de quemar mis escritos y esconder mis palabras el día que escuché a Jorge Enrique Adoum leer sus poemas, su voz. Activó un click en mi alma, algo que me obligó a gritar. Me dediqué a la poesía, publiqué entre amigos, siempre con el botón del delete listo a ser oprimido. No me llevo muy bien con la poesía, somos como una de esas parejas que siempre discuten, se traicionan, se pelean, pero que bajo las sábanas sus cuerpos tocan notas sublimes.

En las Increíbles aventuras de Leoncio Zambrano, juego con el cliché de “increíbles aventuras”, como una provocación. Imagino al lector viendo la obra en un escaparate y reírse de la ridiculez intrínseca que presento. Enciendes el televisor y lo que ves es absurdo. ¿Por qué no tendría cabida entonces una historia absurda, que de tanto serlo, termina por ser verosímil? De allí entonces, el sarcasmo, la picardía, me dejan en deuda -¡sí!- con Henry Miller y Albert Camus, y muy especialmente con el zen, el zen y sus silencios, el zen y sus koans que dicen todo sin decir nada.

 

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¿Por qué escribir? ¿Qué significa para ti?

Vos hablas de que hay que creérsela uno mismo primero, antes de sacar las cosas al papel. Escribir es inmolarse ante un tirano, ante uno mismo. Es el que te levanta a la madrugada y te ordena que le sirvas un café. Es ese tirano que te secuestra cuando quiere.

Pero escribir también es una conquista cotidiana de tu voluntad sobre el tiempo. Es una experiencia deliciosa crear una historia que suspenda la incredulidad, es decir, que el lector de repente se olvide que se ha sumergido en una fantasía. Es absolutamente placentero el arriesgarse.

¿Cómo construyes tus personajes?

En esto sí que soy un viejo temático. De mis personajes conozco hasta el número de calzado, su dieta, la calidad de su piel, ni qué decir de sus temores, deseos, etc. Me interesa que cada personaje habite plenamente en mi memoria, que se pasee en mi cerebro hasta, que poco a poco, actúe en la estructura de la historia.

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Háblanos sobre tus experimentos editoriales…

Llevo años aprendiendo todo el ciclo detrás de la producción de una publicación, con la intención de montar una editorial y una librería electrónica. Empecé con la editorial, Carmín, que es el color de la soledad para colorear los labios de las santas mujeres que tienen el valor de utilizarlo.

En Editorial Carmín publico mis libros, estoy trabajando con varios autores que están ávidos por experimentar cosas. Por décadas he trabajado con autores, desde aquellos que no terminaron la universidad, hasta los que escriben en varios idiomas, ha sido un placer acompañar su proceso creativo para avanzar desde algunas ideas difusas, a una obra magnífica. Es lo que quiero hacer con Carmín: publicaciones sentidas, hechas con el alma y atención a los detalles, buscando además el mejor trato posible a los autores. Algún día debemos hablar de lo (i)lógico de la industria editorial mundial… te adelanto: menos de quince autores franceses hoy por hoy viven de las regalías de sus libros, en un país de premios Nobel, con altísimos niveles de lectura por habitante. ¿No te parece que algo no cuadra?

“Sentimientos” es lo que viene… ¿de qué trata?

Si todo sale de acuerdo a lo previsto, el miércoles 22 estrenaremos, además, la segunda parte de la serie “Las Increíbles aventuras de Leoncio Zambrano”. En este trabajo, más paranormal imposible, pongo en boca de Leoncio varias experiencias propias, dolorosas, complejas, que viví antes de escribirlas. Lo que le sucede a Leoncio en alguna playa manabita, me sucedió a mi en Galápagos, esa es la única diferencia.

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