Alexis Moreano y el retorno del Eurocine

Por Diego Cazar Baquero

Volver al origen. Regresar desde un lugar seguro al momento en el que todo comenzó. Desandar el sendero que se ha transitado para renovarse y retomar la marcha con pasos aún más firmes. La premisa del Eurocine Ecuador 2025 podría anclarse en estas frases que, en esta introducción, no son más que aventuradas interpretaciones de lo que Alexis Moreano Banda −programador de la edición 2025 de este encuentro y parte del equipo que concibió el cine Ochoymedio− ha dicho para explicarnos cómo se llevó a cabo su meticulosa y gratificante labor de seleccionar el material audiovisual que compone la muestra.

«El concepto de retorno no se ve como un retroceso sino que, a término de algo, has llegado a cerrar un ciclo y te encuentras en el momento de origen; te das cuenta de que la inercia de la energía que te ha llevado hasta acá te sigue impulsando”.

Al final de la edición de 2024, en la que Alexis participó como invitado, una conversación con Mariana Andrade −la directora del cine Ochoymedio− dio lugar al nuevo concepto. El festival había crecido tanto que la cantidad de películas y los horarios de proyecciones debían sintonizarse con un público cada vez más exigente. Así fue que el desafío de concebir un retorno a los inicios, pero con el impulso de la experiencia acumulada, se volvió derrotero. “Eso es lo que necesitaba el Eurocine tras haber llegado a una edad madura”.

Eurocine Alexis Moreano
Fotograma del filme Nosotros los Wolf, documental del cineasta ecuatoriano Darío Aguirre.

Con 18 películas de estreno, varios filmes patrimoniales y cintas dedicadas al público infantil y adolescente, el mayor festival de cine europeo vuelve a las salas ecuatorianas con la energía del inicio pero con los aprendizajes que han dejado estos 22 años.

La selección se clasifica en cinco secciones: Grandes bellezas (Estrenos y grandes éxitos de crítica y público), Zonas de interés (Películas para debatir y hablar), Cintas blancas (Proposiciones inusuales, insólitas y hasta disruptivas), El gabinete (Obras de la historia del cine que resuenan o dialogan con la programación de otras secciones), y Globos rojos (Cine para niños y adolescentes con entrada gratuita).

Como un minero de recuerdos o como el niño curioso que se enorgullece de sus emociones y de sus hallazgos, Alexis le contó a La Barra Espaciadora sobre el espíritu que quiso imprimir en la actual selección: una alquimia entre calidad artística y humanidad. “Son historias humanas”, proclama él, con el brío insistente de quien se deja sorprender para contagiarnos esa pasión por el descubrimiento. Ritos de paso, celebraciones, duelos, soledades y retornos (muchas y distintas formas del retorno) son solo algunas de las piezas de esta gran maquinaria audiovisual que nos ofrece el Eurocine, entre el 17 y el 28 de septiembre.

Mira aquí toda la programación del Eurocine 2025

Eurocine Alexis Moreano
Foto: Cortesía cine Ochoymedio.

¿Podríamos asegurar que esta edición marca el hecho de que el Eurocine ha alcanzado su edad madura?

No lo creo tanto, sino que ya tienes una vida, hay un recorrido. Yo creo que es un reencuentro de una energía de inicio. La idea del retorno, a diferencia de simplemente volver, es que como Ulises termina su periplo, das una vuelta y estás cargado de experiencia, conoces las cosas de antes pero quieres seguir el viaje. Un viaje te cambia, te transforma, te da cosas, y llegas al punto de partida después de un largo periplo y lo que quieres es emprender un nuevo viaje. No es rehacer el mismo viaje.

Cuando cumples un ciclo sueles hacerte cuestionamientos nuevos. El Eurocine es un conjunto de formas de mirar el mundo en Europa y no solamente sobre Europa, mientras asistimos a un tiempo en el que lo europeo se está poniendo en cuestión. ¿Cómo se inscribe ese contexto en la selección de la edición 2025 del festival?

Me alineo al pensamiento de Jacques Rancière en el sentido de que la estética no es política por coyuntura o por accidente sino por naturaleza. Mi comprensión sobre el hecho de que el arte te pueda cambiar las maneras de entender el mundo corresponde a la parte política que tienen las obras de arte. Más allá de la temática que traten, yo he querido defender en esta edición la calidad artística de las películas. Toda obra de arte es un producto de la cultura del momento en que se produce y puedes notar en una selección que −como he dicho, hemos querido que sea más pequeña pero a la vez más consistente, sabiendo que las películas toman tiempo en hacerse− hay un espíritu del tiempo que se refleja en las películas. Sin ser necesariamente el tema tratado de manera abierta, hay mucha reflexión sobre lo que pasa en Europa con el resurgir de los populismos totalitaristas, la cuestión de la migración, de la tolerancia al otro, de lo que Europa como la gran institución que es la Unión Europea ha significado con relación a las culturas locales y tradicionales. Esas cosas se reflejan en varias de las películas sin ser necesariamente la materia temática que desarrollan. Hay, sin embargo, películas que lo abordan de manera frontal: Kontinental ’25 es una verdadera joyita del cineasta rumano Radu Jude.

¿Cuáles son los cuestionamientos que propone el Eurocine, en este momento histórico, para el mundo y para Ecuador?

Siempre en Ecuador es bienvenido ver propuestas artísticas audaces, innovadoras. Es importante exponerse al arte. Hay acá una línea de trabajo artístico muy respetable que está ligada a ciertas agendas colectivas, de urgencias sociales claras y a veces una obra de arte que te cuenta la historia común de un matrimonio puede movilizar reflexiones políticas de manera más indirecta y, creo yo, puede resultar más eficaz. Hay, sin embargo, algunas películas en donde encuentras cuestiones que en Ecuador ahora son importantes recordar ante la resurgimiento de los totalitarismos, de los populismos demagogos de distinto signo que buscan adhesiones mediante la irreflexión o la adhesión acrítica a las cosas, cuando el siglo XX nos debió haber enseñado algo y cuando el cine es el gran testigo, un actor mayor del siglo. Me refiero a la cosa pública, la rēs pūblica que es lo que nos protege de esta emergencia de los totalitarismos. Y ciertas estructuras sociales que logramos construir para poder tener el vivir juntos están peligrando enormemente. Varias películas de esta selección te recuerdan eso: las narrativas dominantes que empiezan a poner en entredicho la institucionalidad democrática que permite el encuentro y el diálogo con el otro. El que se logre una convivencia entre distintos está peligrando. El cine, como las artes en general, tiene esta virtud de que todos, como espectadores, proyectamos en las películas tanto como el proyector proyecta sobre la pantalla. Es así que todos vemos la misma película pero cada uno la vive de manera diferente. Entre distintos podemos encontrar terrenos de entendimiento. Y eso es algo que me parece que está peligrando en Ecuador ya hace tiempo.

En la selección para esta edición también hay una intención de abordar asuntos más bien intimistas. Hay películas que muestran esas formas del retorno en un código más personal, más familiar, puertas adentro. ¿Cómo dialoga esto con lo social, con lo colectivo, con lo abierto?

Eurocine Alexis Moreano
Fotograma de la película Misericordia, de Alain Guiraudie.

Esta es una selección de películas actuales. Muchas de ellas no se han estrenado todavía en Europa. Si algo cose a todas las películas es que son historias profundamente humanas. No tenemos superhéroes ni personajes extraordinarios. Son personas como cualquiera de nosotros y es a través de las historias de cualquiera, de lo ordinario, donde lo común es más posible reconocer. Lo que yo tengo en común con el otro es por donde puede movilizarse mi empatía a través del proceso catártico que el cine te puede hacer vivir, porque logras identificarte con el otro. En esas historias, sin conocer mucho de la cultura, de la situación sociopolítica de esos países, de todas maneras, puede sentirse cómo le afecta algo a una persona, porque esa persona es como tú. Son historias humanas. Desde una pareja que se enamora, pasando por historias que tienen que ver con la pérdida de un ser amado, de cómo retornar a la vida después de la pérdida… Esto es algo que yo noto que está presente en esta selección porque todos hemos sobrevivido a una pandemia brutal y la experiencia de la pérdida la hemos tenido todos más o menos cerca. En temas graves como estos yo busco la justeza en el trato: evitar el pathos, el melodrama o el aleccionamiento, para destacar lo que ayude a entender las pérdidas que tú mismo viviste o aquellas de las que fuiste testigo en un universo cercano. El retorno a la vida tras un pérdida irreparable es un tema que se refleja en When the light breaks [del realizador islandés Rúnar Rúnarsson], que es nuestra película de inauguración; o en Miroirs nº3, [del alemán Christian Petzold]. Otro tema que atraviesa la filmografía que he podido examinar para montar este festival son las historias de iniciación: el pasar de una edad a otra, hacerte adulto. Hace poco hablabas sobre si el festival llegó a la adultez. No, yo creo que se trata de aceptar el cierre de un ciclo en donde estás movido por la energía anterior, que es la que te ha impulsado hasta acá pero al mismo tiempo estás en la frontera de emprender un nuevo viaje. Algunas de estas películas tienen como protagonistas a adolescentes que arrastran todavía las ilusiones y las fantasías de la infancia y empiezan a confrontarse con las crudezas de la vida adulta, en películas como Bird, de la británica Andrea Arnold; o Tarika, del búlgaro Milka Lazarov.

Fotograma de Kontinental ’25, de Radu Jude (Rumania).

¿Tal vez es un espejo el que propones en esta selección? ¿Un espejo en el cual mirarnos y hacernos preguntas que no sabíamos que podíamos hacérnoslas?

Me gusta la idea del espejo porque resuena en la idea que usaba hace un rato de que en una sala de cine, más que ante la pantalla del ordenador o de la tablet, hay este fenómeno de doble proyección. Hay una imagen que el proyector envía a la pantalla y se refleja en esa pantalla, y esa misma pantalla donde se refleja la luz que envía el proyector es en la que yo proyecto mi propia experiencia. Como espectador, asistes a este fenómeno de doble conciencia en donde todo lo que ves atrae tu atención pero nunca olvidas que eres tú. Cada persona vive de manera diferente la experiencia del cine. He elegido películas que logran sortear la trampa del aleccionamiento, de hacer la moral, de caer en el pathos. No son películas que necesiten una contextualización de la cultura para que puedas comprenderlas bien. Son películas en cuyo universo nosotros, como espectadores ecuatorianos, podemos perfectamente penetrar porque nos presentan personas.

Fotograma del filme de clausura del festival, Todavía hay un mañana, (C’è ancora domani), de Paola Cortellesi (Italia, 2024).

¿Las calificarías como universales?

Es la categoría más vasta posible pero sí, yo creo que el cine y la música son las artes que más universalmente nos tocan. De hecho, por las razones que sea, es este dispositivo de filmar y proyectar películas el que recorrió todo el mundo y en todo el mundo se hacen películas. Ha sido adoptado este dispositivo en todo el mundo. Las historias son distintas, las personas tienen aspectos distintos, pero una película se dirige a todo el mundo y es así como conocemos de otros. El cine, muy tempranamente, desde 1895, ya empezó a viajar (…) El cine es para mí una de las formas artísticas más universalmente acogidas.

¿Cómo entran las películas para niños en la selección?

Hemos querido que durante los días de festival podamos limitar el número de películas que se proyectan en los 11 días para, al menos, procurar que se repitan y que si el público no alcanzó a ver alguno de los filmes en un horario pueda verlo en otro. Entonces, las secciones paralelas de patrimonio (El Gabinete) o la sección infantil (Globos rojos) se extienden más allá del festival. Pero yo he querido poner a lo largo de esos 11 días ciertas películas que lanzan esos programas. Entonces, el domingo 28 −día de cierre del festival− vamos a lanzar esta sección para público adolescente e infantil con una verdadera joya, para mí una de las más grandes películas españolas de todos los tiempos, que se llama El espíritu de la colmena, de Víctor Érice, que será presentada por Matilde Barriga, la más joven presentadora de cine del Ecuador [Matilde Barriga es una cinéfila de 12 años que cuenta con un espacio en Ochoymedio llamado Los filmes de Mati, en el que selecciona películas y conversa con el público al final de cada proyección]. Esta programación saldrá del Ochoymedio a distintas salas del país con entradas gratuitas, porque lo que se busca es trabajar en la formación de públicos.

¿Cómo nacieron las cinco categorías de esta edición y sus nombres?

Nos habíamos encontrado en un punto de retorno. Habíamos retornado al punto de partida, entonces empezamos a ser juguetones como lo éramos al comienzo. Mariana Andrade −cabeza de Ochoymedio desde su fundación− no quería que el festival fuera muy formal. La gente suele asociar al cine europeo con una suerte de cine muy intelectual, impenetrable, entonces ella quería informalizar esa idea. Al final se decidió que los nombres de las secciones se refirieran a películas europeas que han sido importantes. La gran belleza reúne esas películas que han tenido gran éxito de público o premios importantes en festivales populares y son todas grandes bellezas. Otras películas creemos que pueden suscitar debates particularmente aquí, en Ecuador, que nos hablan de cosas más de nuestra coyuntura, y así quedó la sección como Zonas de interés. La otra sección se llama La cinta blanca, que alude a la película de Michael Haneke, y que se refiere a aquello que si se tensa demasiado podría terminar por romperse, reúne a películas que están entre géneros o, de manera más frontal, películas que están fuera de categoría, que son disruptivas. Ahora, las categorías, finalmente, son porosas. No hacemos una distinción de grandes categorías genéricas, estamos abiertos a todo y es el criterio artístico el que determina la selección.

Eurocine Alexis Moreano
Fotograma del filme La Pasión de Juana de Arco (1928), de Carl Theodor Dreyer.

Para esta selección, siendo tú un ecuatoriano que reside en París desde hace muchos años, te habrás visto obligado a interpretar al público. ¿Habrá un grado de intuición y un nivel de memoria. ¿Cómo te imaginaste a ese público para este festival?

 Primero, yo me imagino a un público siempre diverso, cada persona es una subjetividad. Y lo que pasa es que yo vivo en la ciudad más cinéfila del mundo y cuando hay un festival de cine brasilero, me gusta que sea un brasilero el que programa y que no sea un francés el que conozca las exigencias del público francés. Yo soy suficientemente ecuatoriano para poder intuir pero, además, nunca perdí del todo la conexión con mi país, y soy lo suficientemente ecuatoriano como para no acoger mi intuición con aprehensión. Y soy suficientemente europeo también para poder elegir esas películas viendo más allá de lo que las grandes casas de distribución internacional o las representaciones culturales de los países que hacen su trabajo de difusión me permitirían ofrecer al Ecuador. No es una negociación entre las dos condiciones sino dos zancos. Los determinismos culturales no te impiden disfrutar una pieza musical barroca del siglo XVII aquí, en los Andes o en la Amazonía, como no se lo impiden a un islandés descubrir la maravilla de un arte tradicional ecuatoriano.

¿Qué esperas −si esperas algo− de lo que experimentará el público ante esta edición del festival?

El festival propone encontrarte con cosas que, apenas las ves, te das cuenta de que son bellas, interesantes. Desde que te concedes o te pones en disposición para acoger esas películas, pasas por lo sensorial, por la emoción, no necesariamente porque conozcas de la historia o de los actores. Ir de nuevo al cine para descubrir, para exponerte a la sorpresa y salir con ganas de más es lo que a mí me gustaría que suceda.

Eurocine Alexis Moreano
Foto: Cortesía cine Ochoymedio.

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Fabrizio Peralta Díaz