Por Iván Ulchur-Rota

Noboa quiere a Trump, pero Trump… ¿quiere a Noboa?
Los hechos dicen que no.
En los últimos 8 años, Ecuador ha intentado ver en Estados Unidos a un socio estratégico, un aliado político, comercial y de seguridad. Noboa ha sido especialmente insistente. Imita el estilo de Trump, la decoración de las ruedas de prensa gubernamentales y los ataques tarifarios de Trump con países como México. Si Trump es el bully del colegio, Noboa está detrás suyo terminando sus oraciones con cada golpiza.
Noboa quiere la aprobación de Trump, pero Trump probablemente necesita que sus asesores le recuerden el nombre del presidente ecuatoriano, para luego pronunciarlo mal. Desde el 7 de agosto de 2025, Washington impuso un arancel recíproco del 15% a prácticamente todos los productos ecuatorianos. Y no solo eso: desde diciembre de 2024 el camarón, nuestra principal exportación no petrolera, ya enfrenta un impuesto compensatorio de hasta 4,4%, resultado de una demanda de la American Shrimp Processors Association. En conjunto, esto significa que un sector que antes ingresaba a Estados Unidos con arancel cero ahora debe pagar casi 20% extra para poder competir.
El golpe es enorme. El camarón ecuatoriano pierde alrededor de 20 millones de dólares al mes solo por la tarifa recíproca. Banano, flores y cacao, que antes entraban sin arancel, ahora pagan ese 15% adicional. Mientras tanto, programas como el GSP, que daban acceso preferencial, siguen caducados desde 2020 sin señales de reactivación.
Para Ecuador, las consecuencias son múltiples. En lo económico, caída de exportaciones hacia EE. UU., presión en las provincias costeras que dependen del camarón, y mayor necesidad de colocar productos en China o la Unión Europea, con precios menos favorables. En lo político, el impacto erosiona la narrativa de cooperación: mientras Washington exige colaboración en seguridad y lucha contra el crimen, cierra su mercado con barreras artificiales. Es el empleador que llama colaboradores a sus trabajadores precarizados.
Amigo, date cuenta. Los amigos no imponen un 15% de arancel en plena crisis energética y de seguridad. Los amigos no acusan de subsidios a un sector vital para nuestra economía sin abrir la puerta a soluciones negociadas. Lo que demuestran estas medidas es que, para Estados Unidos, la palabra aliado es utilitaria: vale mientras conviene y se disuelve cuando lo dictan los lobbies de Washington.
Ecuador debe reconocer esta realidad con frialdad. Encarar este apego tan destructivamente ansioso. No se trata de romper puentes, sino de entender que la “amistad” es retórica y que, en la práctica, solo existe un vínculo transaccional. En los hechos, para EEUU, Ecuador es una ficha.

