Una obra que incomoda, interpela y ocupa el espacio que le pertenece

Aristócratas: Crónicas de una marica incómoda es una obra teatral que se llevó a cabo en la capilla desacralizada del Museo de la Ciudad, en Quito, el pasado sábado 29 de noviembre, inspirada en el universo del artista y escritor chileno Pedro Lemebel, que mezcla teatro performance y postporno. La obra ha desatado críticas por parte de colectivos ultraconservadores y autoridades locales, con el argumento de que se habría ofendido al cristianismo y a la iglesia Católica.

El postporno es un movimiento artístico y político que surgió en los años ochenta. Cuestiona y redefine la representación de la sexualidad y el cuerpo, critica la pornografía convencional y sus códigos patriarcales, busca representar sexualidades y cuerpos disidentes, usa el cuerpo y la sexualidad como herramientas políticas de crítica social, desafía los tabúes y la censura sobre el cuerpo y el deseo y se presenta en espacios artísticos y culturales no comerciales.


Por Alejandro Ramírez Anderson*

Aristócratas: Crónicas de una marica incómoda es una obra de teatro que, al parecer, ha resultado más incómoda de lo que nadie pensó. En el marco del 25 de noviembre —día en el que se conmemora la declaración de inconstitucionalidad del artículo del Código Penal que criminalizaba la homosexualidad en Ecuador, en 1997— el colectivo Upzurdas decidió celebrarlo a través de la presentación de esta obra en Quito, con el apoyo de la Fundación Museos, en la capilla del Museo de la Ciudad, desacralizada en 1998.

La incomodidad como herramienta

Según Alberto Macías, integrante del colectivo, codirector y actor de Aristócratas…, “el sentido profundo de hacer esta obra es dignificar a las clases sociales bajas y oprimidas, dignificar a la comunidad LGBTIQ+ que aún continúa en la lucha, porque todavía existe la homofobia y la transfobia. Es traer de vuelta este discurso mordaz de Pedro Lemebel, que fue una inspiración muy importante. Es seguir mostrándonos como esas criaturas raras que aún somos para muchos, pero que, al final de cuentas, somos vidas que importan”.

Foto: Alejandro Ramírez Anderson

Sin embargo, grupos conservadores se han quejado porque la presentación se haya realizado «en una iglesia», aludiendo a una falta de respeto a la fe cristiana, sin saber, en primer lugar, que desde 1998 este espacio está desacralizado y cumple funciones netamente culturales.

“Dentro de la obra −continúa Alberto− existe un acto completo que está dirigido a lo que sucede precisamente ahora: la exclusión de las personas de la comunidad LGBTIQ+ por parte de quienes piensan que la espiritualidad es exclusiva de ellos, cuando en realidad no es así. Todas las personas tenemos una espiritualidad, sea cual sea, y debe respetarse el hecho de que queramos participar en cualquiera de sus expresiones. Es muy significativo que esta performance narre la historia, de forma poética, de una travesti que entra a la iglesia y es maltratada, es sacada de allí. Esto tiene mucho que ver con lo que nos sucede ahora, con la simbología que se manejó en la obra”.

Más allá de la diversidad sexual

La obra critica la discriminación de grupos vulnerables; no se limita a los colectivos LGBTIQ+, sino que incluye a líderes indígenas asesinados y acusados de terrorismo, a migrantes, incluso a los cuatro niños de las Malvinas, con un mensaje que abarca mucho más de lo que la gente puede pensar que son las motivaciones de las luchas de colectivos con diversidad sexual.

Foto: Alejandro Ramírez Anderson

Según Reinaldo Bracho, el otro codirector y actor, “nosotros somos parte de esta sociedad, no estamos excluidos. Caminamos donde camina todo el pueblo, vivimos donde vive la gente. No estamos en una cúpula, en una burbuja o en una mazmorra. No. Nosotros somos parte de la sociedad también, tenemos carencias, necesidades y podemos vivir y criticar a la sociedad desde nuestra visión y nuestro sentir”.

Foto: Alejandro Ramírez Anderson

Alberto añade: “A nosotres, como comunidad LGBTIQ+, nos atraviesa directamente la pobreza, el racismo, la xenofobia, porque sufrimos las discriminaciones que existen en una sociedad patriarcal, blanqueada, supremacista, conservadora, que por su dinámica social no permite a muchas personas escalar ni avanzar en un trabajo, sobre todo por discriminación. Entonces, para nosotres, el colectivo, era muy importante señalar que existe esta opresión desde el sistema hacia nuestra comunidad. Además, venimos de familias que han tenido que luchar para poder mantenerse en pie desde un punto de vista económico”.

Una de las quejas más frecuentes tras la presentación de la obra —y tal vez uno de los aspectos que más ha incomodado— es la estética con la que se la ha presentado, como si estética y mensaje no fueran de la mano. El concepto de arte bello quedó atrás hace muchísimo tiempo y ha sido sustituido por el arte como reflexión, como vehículo de pensamiento y expresión. Hay muchas formas de serlo, incluyendo el ser incómodo.

Foto: Alejandro Ramírez Anderson

Reinaldo concluye: “Tenemos una estética cruda, pero lo que queremos mostrar es eso, porque un transfeminicidio no está decorado. A Sara Millerey, en Colombia, antes de matarla, le fracturaron las piernas y los brazos, y luego la lanzaron al río. Kendra, en Guayaquil, fue descuartizada. Entonces, en realidad, nuestra estética es poética, es simbólica: mostramos nuestros cuerpos ante algo que en la realidad ocurre de manera mucho más cruel, mucho más brutal. Y como no se ve y como no se nombra, no existe. Mucha gente no quiere ver la realidad tal cual es”.

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Ojalá pronto se repita esta obra para que todos los que critican sin asistir puedan verla y apreciar la sensibilidad de esta pieza para con el ser humano.

Foto: Alejandro Ramírez Anderson
Foto: Alejandro Ramírez Anderson
Foto: Alejandro Ramírez Anderson
Foto: Alejandro Ramírez Anderson

*Alejandro Ramírez Anderson (México, 1973) es fotógrafo, director ​cinematográfico y máster en Cine Latinoamericano. Es ​autor de dieciocho documentales cinematográficos -​nueve de los cuales han sido galardonados con premios y ​distinciones internacionales- y del Catálogo Audiovisual ​de Tecnologías Agroecológicas. Algunas de sus obras han ​sido presentadas en el Museo de Arte Moderno de Nueva ​York (Moma), en la Sociedad General de Autores y ​Escritores de España (SGAE), en el Instituto Cervantes de ​París y en el Museo de la Memoria en Chile. También ha ​producido material fotográfico y audiovisual para ​instituciones, organismos internacionales y medios de ​comunicación. Además, ha realizado exposiciones ​personales y colectivas de sus fotografías. Fue docente ​durante 8 años en la Universidad de las Artes de La ​Habana y tiene experiencia en organizar cursos, talleres y ​eventos de cine documental.


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Fabrizio Peralta Díaz