Cada vez son más comunes las historias de crías de osos andinos rescatadas, avistamientos en carreteras y problemas suscitados por la presencia de individuos adultos en los alrededores de comunidades ganaderas y agrícolas.
Conversamos sobre esto con el biólogo e investigador especializado en la conservación del oso andino Andrés Laguna. El conflicto entre osos y humanos tiene aristas ambientales, económicas y sociales.
Por Xavier Gómez Muñoz
Este último ha sido un periodo atípico. En menos de un año han sido rescatadas tres crías de oso andino en diferentes provincias del Ecuador. A la bella y mediática Sisa la encontraron encadenada en una casa abandonada en Cotopaxi, desnutrida e incapaz de sobrevivir por sí sola en la naturaleza. No había terminado la campaña para construirle un hábitat cuando apareció una segunda osa tratando de cruzar una carretera junto a su madre y otro cachorro (su hermano) en Imbabura; pasaron varios días hasta que finalmente la hallaron sola, en unos maizales, y la trasladaron al Zoológico de Quito.
El video de una tercera osa perseguida por perros se hizo popular, a través de las redes sociales, en septiembre de 2025. Era también pequeña.
El personal del zoológico y las autoridades ambientales acudieron al lugar del reporte, pero no dieron con la osa sino hasta después de once días. La encontraron en una vivienda, “tratada como mascota”, cerca de Cayambe, en la provincia de Pichincha. Además de la orfandad y el maltrato, las tres crías rescatadas son hembras. ¿Qué nos dicen sus historias sobre la situación de los osos andinos en Ecuador?
La voz anterior es la del biólogo e investigador especializado en la conservación de grandes mamíferos y particularmente de osos andinos Andrés Laguna. Laguna es además director científico de la fundación Big Mammals Conservation, colabora con grupos regionales de investigación, la Prefectura de Imbabura y fue asesor científico del documental La vida secreta del oso de anteojos, que ganó el premio a Mejor Película de Especies en Peligro de Extinción en el Wildlife Conservation Film Festival, celebrado en Estados Unidos.
—¿A qué te refieres con zonas fragmentadas y paisajes mixtos? —le pregunto al investigador.
—Entiendo, pero antes de llegar a ese tema me gustaría que precisáramos mejor qué está pasando con los osos —intervengo—. Este año hemos visto tres rescates de crías y todas son hembras. ¿Se trata de una coincidencia o hay razones?
Las condiciones de estrés sobre las que habla Laguna están dadas principalmente por la escasez de comida y la expansión de zonas ganaderas y agrícolas en territorios ocupados por osos. Factores como esos, dice, alteran sus condiciones de vida y, como parte de una respuesta biológica, nacen fundamentalmente hembras. La pregunta que corresponde, entonces, es por qué; Laguna responde:

—Supongo que, además, las hembras son más resistentes…
Quizá muchos no lo saben, pero el oso andino es un restaurador ambiental de los bosques, cordilleras, páramos y zonas tropicales en las que vive. No habita solo en la Sierra, pues hay reportes en los que se les ve conviviendo incluso cerca de jaguares y tapires en la Amazonía. A pesar de su tamaño y volumen (un macho puede medir hasta un metro con noventa de largo y pesar ciento veinticinco kilos), son animales ágiles, que trepan árboles y se mueven entre ramas. Se caracterizan además por ser grandes caminantes: recorren kilómetros buscando comida y su dieta, aunque cazan, se basa esencialmente en plantas.

Con base en estudios de rastreo satelital realizados en Ecuador, Laguna asegura que el área de vida de los machos bordea los doscientos cincuenta kilómetros y que, por el trabajo que requiere el cuidado de las crías, las hembras generalmente caminan menos. La clave de su rol ecológico está en lo anterior: mediante su pelaje y cuando defecan, van esparciendo semillas que después germinan y contribuyen a la renovación y equilibrio de los ecosistemas por los que caminan, al bienestar de otras especies e incluso al ciclo de agua. Eso último es posible, según explica Laguna, debido a que “normalmente viven en las cabeceras altas de las cuencas híbridas, que es donde más se necesita renovar la vegetación”.
Se estima que hace una década había unos diez mil osos andinos en Sudamérica y alrededor de tres mil quinientos en Ecuador. Las cifras actuales no son tan claras, aunque hay estimaciones: lo más probable, sigue el especialista, es que la cantidad de individuos se haya duplicado y que “hoy tengamos unos seis mil ejemplares en el país”:
Pero el oso andino es aún una especie en peligro y protegida. “Su población es vulnerable —insiste el biólogo—, y, antes de tomar decisiones como, por ejemplo, empezar procesos de esterilización, hacen falta estudios para determinar cuál es el máximo de individuos que podría convivir adecuadamente en función del espacio y los recursos naturales disponibles”. No obstante, continúa, una mayor cantidad de ejemplares en espacios con menos alimento y cada vez más pequeños (mermados por la expansión ganadera y agrícola) genera inevitablemente problemas. El más evidente: los osos se acercan a poblaciones humanas, o viceversa, y empiezan los conflictos.

—En esa situación —le pregunto a Laguna—, ¿cuál es la condición de estrés principal con la que viven los osos y, aparte de más nacimientos de hembras, qué genera?
Otros problemas a los que se enfrentan los osos, según Laguna, son la caza ‘deportiva’, la cual, aunque es ilegal, todavía se practica en algunos sectores del país, y las represalias de comunidades ganaderas que, en ocasiones, optan por matar a los osos que se meten en sus fincas y se alimentan con sus animales. Se han presentado casos, dice, “en los que incluso hemos visto crisis nerviosas”:
—¿Amenazan públicamente con matar al oso, aunque saben que existen consecuencias legales? —dudo.
—¿Ese tipo de conflictos se seguirán presentando? ¿Hay manera de revertir la situación?
—¿Qué se puede hacer con respecto a esas comunidades?
—¿Y con respecto a los osos? ¿Cómo protegerlos de ataques y ayudar a las comunidades?
Por ejemplo, sigue Laguna, la extracción del animal para su rehabilitación o tenencia en centros de manejo responsable de fauna silvestre. “El problema con eso —explica— es que en Ecuador ya no tenemos espacios disponibles para recibir a más osos, ya sea que vengan de conflictos o rescates”, por lo que recomienda crear zonas de semicautiverio en áreas naturales, en las que tanto las crías como los osos adultos tengan suficientes recursos y oportunidades.

El caso de Tupak es una prueba de que rehabilitar osos andinos es posible. Por los riesgos y conflictos que implicaba su cercanía a poblaciones humanas, Tupak fue trasladado al Zoológico de Quito y, luego de tres meses de aislamiento, lo liberaron en los bosques del Parque Nacional Cayambe Coca. “Después de su liberación, en 2024, Tupak regresó a la zona en donde vivía originalmente —reflexiona Laguna—. Ahí entendimos que él nació en una zona fragmentada y, por lo tanto, no iba a reconocer al bosque como su casa… Pero dejó de meterse en problemas tan graves: ya no atacaba el ganado”.
—Es decir, aprendió de sus malas experiencias con humanos… —redundo.
—¿Qué pasa con el cambio climático? ¿Cómo incide en el conflicto territorial entre osos andinos y humanos?
—Hace un momento hablábamos de medidas disuasivas como la generación de experiencias traumáticas (vallados eléctricos, por ejemplo), el rastreo satelital de osos en zonas de conflicto y, por último, del aislamiento, rehabilitación o tenencia controlada en otro hábitat. ¿En qué casos fracasan esas medidas?
—¿Hay gente que alimenta a los osos en estado silvestre?
En septiembre de 2025 se hizo público un video en el que se ve a una osa y sus cachorros cruzando una carretera en el sector de Papallacta, en el suroriente de Quito. A decir del especialista, aquella es la ruta habitual por la que pasa esa familia en busca de comida, por lo que está convencido de que “seguramente” no será la última vez que la vean. “Esa carretera —insiste— atraviesa su área de vida”.
Laguna, no obstante, considera que el comportamiento de esa madre no es normal. Le pregunto por qué y cómo proceder en el caso de que alguien se encuentre con un oso andino en aquella o cualquier otra vía.
—Se trata, por lo que dices, de un problema complejo —termino—, en el que las soluciones pasan por estrategias, recursos, planes y la acción sostenida del Estado y otras organizaciones. ¿Cómo podemos ayudar el resto de personas?
Pero Laguna no había terminado. En 2024 −sigue− se aprobó en Imbabura un plan de acción para el manejo de conflictos con la fauna silvestre. En el documento constan ocho líneas estratégicas que van desde la investigación y monitoreo del conflicto (no solo) con osos y la implementación de buenas prácticas para su mitigación y el mejoramiento de la producción agropecuaria, hasta el control y la regulación de la población de perros ferales y domésticos, el uso de herramientas de comunicación y educación con objetivos preventivos y de respuesta, y la articulación intersectorial e interinstitucional, pasando por la implementación de alertas tempranas y respuesta emergente y la recuperación de especies vegetales y de animales importantes en la dieta de los grandes carnívoros.
“Ahora es necesario trabajar en una novena línea basada en el manejo social del conflicto —concluye el entrevistado—, algo en lo que hasta el momento nadie se ha involucrado de manera importante, pero resulta clave”.

El seis de diciembre 2025, mientras Quito celebraba sus fiestas de fundación española, las autoridades ambientales reportaron el inicio de una investigación sobre la muerte de un oso andino en la comunidad Chiriapa Amazonas, en la provincia de Morona Santiago. La investigación se activó luego de una denuncia ciudadana y las imágenes de un oso adulto, tendido en el suelo, que circularon en las redes sociales. En las fotos se ven personas alrededor e incluso a un hombre posando para la cámara mientas abraza el cuerpo sin vida del animal.
Las causas de aquel delito ambiental aún no están claras. Lo cierto es que, como dice Laguna, el conflicto entre osos andinos y humanos, por lo tanto, continúa y “estamos todavía enteritos” en cuanto al manejo social.

