La Universidad Amawtay Wasi, su misión y su historia

Se trata de la primera universidad pública intercultural del Ecuador y fue creada como resultado de una lucha de décadas para cubrir un vacío histórico: la desigualdad en el acceso a la educación superior por parte de poblaciones marginadas. 

Entre los objetivos que guían su modelo pedagógico está el restituir saberes, lenguas y derechos de los pueblos y nacionalidades, desatendidos por el sistema educativo nacional. Al cerrar el 2025, la Universidad Amawtay Wasi enfrenta una reducción presupuestaria del 68,92% en la Proforma 2026, lo que pone en riesgo su existencia.


Por Ángela Lascano D.

Hace un siglo, el fotógrafo quiteño José Domingo Laso raspaba las placas de impresión de varias de sus fotografías para hacer desaparecer a las personas indígenas que aparecían en ellas. Su presencia -decía- “afeaba” la estética que la élite quiteña quería mostrar al mundo. La belleza del Centro Histórico debía lucir monumental y “pura”. Los cuerpos que realmente habitaban la ciudad y la hacían posible no aparecían. 

“Solo hace un siglo esto ocurría”, comenta Cristina Benavides, vicerrectora de La Universidad Intercultural de las Nacionalidades y Pueblos Indígenas Amawtay Wasi. “Entender la importancia de la universidad intercultural es necesario para lograr que la sociedad comprenda que somos un país que tiene mucha diversidad, cuyos pueblos y nacionalidades tienen una riqueza cultural histórica y de sensibilidad con el medioambiente”.

La Universidad Amawtay Wasi es la primera y única institución pública intercultural del Ecuador. Ahora, enfrenta un recorte presupuestario que amenaza con reproducir, de manera más sutil pero igual de profunda, aquel viejo acto de borramiento.

Pero antes de entender el impacto del recorte, es necesario conocer su historia.

Un proyecto nacido de la lucha indígena

La historia de la Universidad Amawtay Wasi es más larga que su creación legal. Sus antecedentes se remontan a las discusiones que, desde mediados del siglo XX, cuestionaban la ausencia de un sistema educativo que reconociera la diversidad cultural del país. En 1944 ya se hablaba de la necesidad de una educación que incluyera a los pueblos indígenas, y en 1988 se institucionalizó la educación intercultural bilingüe como una política pública. Sin embargo, esa medida no resolvía un problema más profundo: el acceso desigual a la educación superior y la falta de espacios donde los pueblos originarios pudieran producir conocimiento desde sus propias realidades. 

A finales de los años noventa, la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) y el Instituto Científico de Culturas Indígenas (ICCI) empezaron a trabajar en una propuesta universitaria que respondiera a ese vacío. No buscaban solo una institución que enseñara en lenguas indígenas, sino una universidad que reconociera los saberes comunitarios, las prácticas locales y las necesidades de los territorios como parte del currículo académico. Este proceso derivó en la Ley 2004-40, aprobada el 29 de julio de 2004, que creó oficialmente la Universidad Intercultural de las Nacionalidades y Pueblos Indígenas Amawtay Wasi. La ley fue publicada en el Registro Oficial el 5 de agosto de ese mismo año, durante el gobierno de Lucio Gutiérrez. 

Durante la primera etapa de Amawtay Wasi (2004–2013) funcionó como una institución privada. Su misión era clara: ofrecer educación superior a jóvenes de pueblos y nacionalidades indígenas y estructurar un modelo académico que articulara conocimiento científico con conocimientos originarios. Pero su desarrollo enfrentó limitaciones importantes: restricciones financieras, escaso apoyo institucional y un sistema de evaluación universitaria que no consideró las particularidades de un proyecto intercultural. El proceso culminó en noviembre de 2013, cuando la universidad fue suspendida durante el gobierno de Rafael Correa.

Tras el cierre, se activó un periodo de gestión política que duró cinco años. La Conaie, académicos y organizaciones sociales sostuvieron diálogos con el Gobierno, presentaron informes y defendieron la necesidad de reinstalar un proyecto universitario adaptado a la diversidad del país. El resultado fue que, el 2 de agosto de 2018, y bajo el mandato de Lenín Moreno, la universidad fue restablecida como institución pública intercultural, convirtiéndose en la primera de este tipo en el Ecuador. La decisión contó con 120 votos en la Asamblea Nacional.

Desde entonces, la Amawtay Wasi ha consolidado un modelo educativo con características específicas: combina saberes científicos y comunitarios, incorpora trabajo directo en territorio y brinda a los estudiantes la posibilidad de aprender al menos una lengua originaria. Hoy acoge a más de 2.200 estudiantes provenientes de 15 nacionalidades y 18 pueblos indígenas, con una matrícula mayoritariamente femenina (68%). Para muchas mujeres jóvenes rurales, esta institución representa el único acceso efectivo a la educación superior

¿Qué aporta la Amawtay Wasi al Ecuador? 

La oferta académica de la Amawtay Wasi responde a necesidades territoriales y comunitarias que no suelen estar contempladas en otras universidades públicas del país. Sus carreras abarcan áreas como pedagogías interculturales, lenguas y culturas, gestión comunitaria del agua, agroecología y soberanía alimentaria, turismo intercultural, comunicación comunitaria, economía solidaria, derecho con enfoque de pluralismo jurídico y desarrollo infantil comunitario. Todas comparten un principio: el aprendizaje ocurre tanto en el aula como en los territorios donde viven los estudiantes, y por eso incluyen trabajo de campo, prácticas con organizaciones locales y el estudio obligatorio de una lengua originaria. De hecho, la universidad exige que cada estudiante alcance un nivel B1 en una lengua originaria tanto como una extranjera, porque la formación no se concibe sin esa dimensión lingüística y cultural.

Edizon León, director de la Carrera de Comunicación Comunitaria y Nuevas Tecnologías de la Comunicación, añade que la Universidad Amawtay Wasi «busca llenar vacíos que son producidos por el sistema educativo de un estado monocultural, que ha privilegiado y sigue privilegiando el pensamiento occidental y subordinando los saberes y conocimientos de los pueblos indígenas, afrodiaspóricos y montuvios, y también de sectores populares».

La composición estudiantil de la Amawtay Wasi refleja el alcance territorial de su modelo. Según explica la vicerrectora, Cristina Benavides, la universidad recibe estudiantes de todas las provincias del país, gracias a la modalidad híbrida que permite que continúen viviendo y trabajando en sus comunidades mientras cursan la carrera. Esto ha permitido conformar un grupo estudiantil diverso, distribuido en múltiples regiones y con una presencia significativa en zonas rurales.

Ese vínculo territorial no es solo geográfico, sino académico: “Los estudiantes siempre nos aportan su conocimiento desde el territorio”, afirma Cristina. Cerca del 50% pertenece a pueblos y nacionalidades indígenas, lo que convierte a la Amawtay Wasi en una de las pocas instituciones públicas cuya matrícula está directamente asociada a la plurinacionalidad del país. Para muchos de ellos, acceder a educación superior implica hacer frente a distancias, costos y brechas culturales y socioeconómicas históricas. 

Aislin Mercy Guamán es una de ellas. Aislin pertenece al pueblo Otavalo, de la nacionalidad Kichwa, y forma parte de la primera promoción de estudiantes graduados de la Univerisdad Amawtay Wasi, de la carrera de Lengua y Cultura. De hecho, este jueves 18 de diciembre tiene lugar la ceremonia de su graduación, lo que la institución considera «un hito histórico para la educación superior intercultural del Ecuador» y «la consolidación de un proyecto educativo construido desde las comunidades».

Aislin destaca que «reconocer y valorar a otras culturas» es la marca diferenciadora que le deja su formación académica, y asegura que «trabajar directamente en el territorio a través de los desafíos comunitarios me permitió formarme de una manera más humana, con las herramientas necesarias» para su ejercicio profesional.

Para Cristina Benavides, la defensa de la Amawtay Wasi no puede reducirse a garantizar que la universidad siga entregando títulos. En su criterio, lo que está en juego es mucho más amplio. Explica que la educación intercultural que propone la institución no es únicamente un modelo pedagógico, sino una postura frente al mundo y frente al momento histórico actual. “Además de que la universidad propone esta educación intercultural, lo que está planteando también es una apuesta política por sostener el mundo en que vivimos”, señala.

Su argumento se vincula a los procesos de acumulación y despojo territorial que afectan de manera directa a las poblaciones rurales e indígenas. La universidad, desde su perspectiva, ofrece una formación que permite analizar y enfrentar estas dinámicas: “Hay un proceso muy fuerte de acumulación y apropiación, incluso de despojo de tierra para [favorecer] el crecimiento del capital. En ese contexto, esta educación intercultural es necesaria y es importante para la sociedad”.

Edizon León aclara que el modelo intercultural crítico de la Amawtay Wasi «rompe con la educación al servicio del mercado y cuestiona la hegemonía de un proyecto mestizante; propone soberanía epistémica, un currículum antirracista, una pedagogía basada en la circularidad a partir de la metáfora del churo, con la finalidad de reconocer y legitimar los conocimientos ancestrales y comunitarios».

Cristina sostiene que la interculturalidad no puede reducirse a un discurso de reconocimiento simbólico. Debe pensarse en términos prácticos y económicos: cómo se organizan los territorios, cómo se produce, cómo se sostiene la vida cotidiana. “La interculturalidad que se construye en lo concreto, la interculturalidad práctica, solo es posible en la medida en que la sociedad pueda también dar un salto en el desarrollo de sus fuerzas productivas”, explica.

Por eso, insiste, defender la Amawtay Wasi implica defender un espacio donde se están construyendo marcos alternativos para pensar desarrollo, producción, territorio y comunidad. “No solo hay que defenderla para que podamos otorgar títulos”, afirma. La Amawtay Wasi «llena un vacío sobre la participación de los pueblos en la academia complementa Edizon León-, se enfoca en una educación liberadora, hacia la justicia curricular y hacia la justicia social, lo que le hace única como universidad en este país y en la región».

“Hay que defenderla porque aquí se está construyendo una visión alternativa del mundo, desde diferentes campos de la ciencia y desde distintos campos de los saberes. Estamos pensando alternativas al mundo que vivimos”, apunta Cristina Benavides.

El recorte presupuestario más drástico 

El recorte asignado a la Amawtay Wasi para 2026 implica una reducción del 68,92% respecto de su presupuesto codificado. Esto no solo compromete el funcionamiento administrativo de la universidad, sino que revela un problema más profundo: la falta de comprensión estatal sobre lo que implica construir educación intercultural en el país, de acuerdo con la vicerrectora.

“Si se cree que el problema se resuelve únicamente financiando la nómina, que por supuesto es importante, se desconoce lo esencial: sin investigación y sin difusión de los saberes y de la ciencia, no es posible construir una educación intercultural real”, advierte.  La Amawtay Wasi requiere recursos para investigación, trabajo en territorio, repositorios, biblioteca, softwares, movilidad y producción académica. El recorte envía, según ella, un mensaje problemático: que una universidad pequeña y de reciente creación puede operar sin aquello que es indispensable para su misión.

Cristina insiste en que la diferencia con otras instituciones es estructural. “Si fuéramos otra universidad que solo necesita pagar nómina y enseñar, estaría bien. Pero aquí debemos acompañar los procesos de innovación educativa con investigación situada”. Parte de esa investigación se ha orientado a los saberes y conocimientos de los pueblos indígenas, un eje que, recalca, no es opcional dentro del proyecto institucional.

La vicerrectora también cuestiona cómo interpretar que el mayor recorte recaiga justamente sobre la única universidad pública intercultural del país. Reconoce que la fórmula de distribución presupuestaria es un tecnicismo que este año favoreció a ciertas universidades y perjudicó a otras, pero señala que aplicar el mismo criterio a todas las instituciones desconoce sus realidades particulares. “Cada universidad es un mundo”, afirma. En el caso de la Amawtay Wasi, el cálculo no tomó en cuenta que la institución viene operando con un presupuesto corriente y otro de inversión inicial que permitió su puesta en marcha y que no es posible reducir sin afectar su consolidación.

En junio de 2025, el gobierno de Daniel Noboa, a través del entonces ministro de Inclusión Económica y Social (MIES), Harold Burbano, hoy ministro de Trabajo, anunció la «donación» de un predio de 47.121 metros cuadrados, ubicado en el sector de Conocoto, al sur oriente de Quito, para la construcción del campus de la Universidad Intercultural de las Nacionalidades y Pueblos Indígena Amawtay Wasi. Cinco meses después, el régimen de Noboa anunció el recorte presupuestario.

Frente a esta situación, la universidad ha buscado alternativas. Mantiene diálogos con el Viceministerio de Educación Superior, el CES (Consejo de Educación Superior) y el CACES (Consejo de Aseguramiento de la Calidad de la Educación Superior), y ha solicitado mediación de la Comisión de Educación de la Asamblea Nacional. Los asambleístas pueden exigir informes, ampliaciones y explicaciones sobre la asignación aplicada a Amawtay Wasi. Paralelamente, se ha pedido al Ministerio de Finanzas que tramite una reforma presupuestaria en enero de 2026 para restituir los recursos que el proyecto necesita para sostener sus actividades planificadas.

El contexto es aún más delicado porque 2026 es un año de acreditación, lo que implica inversiones adicionales en procesos de evaluación y fortalecimiento institucional. “Nos quitan recursos justo cuando necesitamos invertir más”, señala la vicerrectora.

Si el recorte se mantiene, las consecuencias serían fatales. Cristina utiliza una palabra precisa: precarización. “Precarizar significa ofrecer una educación con limitaciones, lo contrario a lo que buscamos. La docencia necesita acompañarse de investigación y vinculación. Son funciones sustantivas para cualquier universidad y cruciales para una institución que aún está en proceso de institucionalización”.

Las áreas más afectadas serían aquellas no protegidas por la obligación de sostener la nómina. La Amawtay Wasi ha priorizado mantener al personal académico para no interrumpir las clases ni poner en riesgo a los estudiantes, pero eso implica recortar en investigación, vinculación, biblioteca, movilidad, adquisición de softwares y fortalecimiento institucional. “Son recursos indispensables para la formación de nuestros estudiantes”, explica. Sin esos componentes, la universidad no puede cumplir su mandato intercultural ni consolidarse como proyecto académico. 

¿Qué necesita la Amawtay Wasi de la sociedad ecuatoriana?

Para Cristina, el mensaje más urgente es doble: por un lado, aclarar que la universidad continúa funcionando; por otro, convocar a la sociedad a comprender qué implica defender un proyecto intercultural en un país plurinacional.

“La universidad sigue en pie. Seguimos trabajando, seguimos con toda nuestra oferta académica de diez carreras vigentes, hemos recibido nuevos estudiantes en el proceso de nivelación para el primer periodo académico de 2026. Los periodos no se van a suspender y los estudiantes continuarán su proceso académico”, señala. La institución mantiene su operación, pero advierte que el país no puede asumir que la continuidad está garantizada sin vigilancia social y política. “Hacemos un llamado a estar vigilantes, a sostener la defensa de la educación pública intercultural que representa la Universidad Amawtay Wasi”.

Más allá de la coyuntura fiscal, Cristina enfatiza en que el apoyo social a la Amawtay Wasi no puede limitarse a la defensa presupuestaria. Implica comprender que la educación intercultural no es un complemento ni una oferta especializada para un grupo minoritario, sino una forma de producir conocimiento desde el reconocimiento de la diversidad que caracteriza al Ecuador y a sus complejas realidades territoriales en un país atravesado por desigualdades históricas. 

La pregunta de fondo, entonces, no es solo qué pierde la universidad si el recorte se mantiene, sino qué perdería la sociedad ecuatoriana. Apoyar a la Amawtay Wasi significa reconocer que la producción de conocimiento no puede limitarse a un único marco epistemológico. En palabras de Cristina, defender la Amawtay Wasi es “defender un espacio donde se están construyendo visiones alternativas del mundo”.

Aislin Mercy Guamán, en representación de los estudiantes de la primera promoción de graduados, afirma que «el trabajar de manera ardua, con la comunidad, con líderes, con vecinos, con jóvenes, niños y adultos, constituye el legado» de su experiencia formativa ahora que, con su título profesional, se abre camino en el mundo laboral.

En el centro, el rector de la Universidad Amawtay Wasi, Armando Muyulema. A su izquierda la vicerrectora académica, Cristina Benavides, y a su drecha, el vicerrector de Investigación, vinculación y gestión comunitaria, Freddy Simbaña.


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Fabrizio Peralta Díaz