Diego Cazar Baquero / La Barra Espaciadora
Confieso que soy ateo y no ando agitando a los demás ateos para salir a incendiar las iglesias católicas. Confieso que soy ateo pero no ando contándoles a los católicos los muertos que se ha cargado históricamente su iglesia. Confieso que soy ateo y que creí que vivía en un Estado laico.
Hace un par de semanas supe que el artista plástico y visual quiteño Damián Pérez estaba por inaugurar una exposición llamada ‘666.1 El Dogmático’, en el centro cultural Nido de vidrio del popular barrio quiteño de Carcelén. Luego de ver algunos de los trabajos anteriores de Damián, como su muestra Ángeles y demonios, y de enterarme de que en esta exposición hace un profundo cuestionamiento a los dogmas, no solamente religiosos, sino también políticos, culturales, sociales, decidí averiguar lo que ofrecía su nueva propuesta. Pero al llegar, me encontré con el sitio cerrado y con la exposición suspendida definitivamente…

¿Qué fue lo que pasó? De inmediato busqué la manera de hablar con Damián y supe que apenas cuatro días después de inaugurada su muestra, que debía permanecer abierta hasta finales del mes, con aproximadamente trescientos asistentes durante el único fin de semana que pudo estar abierta, la indignación se apoderó de un grupo de mujeres católicas del barrio y con ellas, se levantaron airosos los soldados defensores de la fe. Con sus arengas, las señoras invitaron al pueblo de su Dios católico a incendiar la galería de arte por mostrar lo que consideraron una “exposición sacrílega”. Sí, así como lo escribo: en nombre del Dios de los católicos, un grupo de fieles llamó a sus congéneres a quemar una galería de arte, como en los tiempos de la Inquisición -conocida irónicamente como el Santo Oficio- pero en pleno siglo veintiuno y en un Estado dizque laico. Es decir, los católicos de Carcelén, en Quito, llaman a la violencia para proteger los intereses de su iglesia de bondad…
Yo, como ecuatoriano perteneciente a una minoría atea en un país de católicos, recordé, algo confundido, que la Constitución ecuatoriana del 2008, en su artículo tercero, dice que entre los deberes primordiales del Estado está el de “garantizar la ética laica como sustento del quehacer público y el ordenamiento jurídico”. Luego revisé con detalle esa misma Constitución que dice que el Ecuador es un Estado laico, y comprobé que el artículo decimoprimero reza que “Nadie podrá ser discriminado por razones de etnia, lugar de nacimiento, edad, sexo, identidad de género, identidad cultural, estado civil, idioma, religión, ideología, filiación política, pasado judicial, condición socio-económica, condición migratoria, orientación sexual, estado de salud, portar VIH, discapacidad, diferencia física; ni por cualquier otra distinción, personal o colectiva, temporal o permanente, que tenga por objeto o resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio de los derechos. La ley sancionará toda forma de discriminación”. Entonces, me pregunté: ¿acaso esta galería estaba dentro de un templo católico, lo cual habría sido, sin duda, una provocación? ¿A quién se le puede ocurrir incitar de esa manera a los católicos cuando, siendo mayoría, podrían aplastar bajo un cargamontón nacional a los escasos ateos que no creemos en su dios? ¿Y qué hay con el resto de credos religiosos que se profesan en este país?
Esta galería era –hasta hace dos años- una parada de bus que fue abandonada por el Municipio de Quito y luego asignada al colectivo Papelito nomás es, hace dos años, para que sus miembros la readecuaran y le dieran funcionalidad. ¡Qué mejor que promover actividades culturales y artísticas en un barrio de los más grandes de esta ciudad!, ¿verdad? Pues no, queridas y queridos lectores. Así no pensaron quienes ordenaron enviar a varios policías municipales para clausurar la exhibición: las damas indignadas pertenecientes a los grupos de feligreses de la iglesia de Carcelén, ubicada a pocos pasos, exigían que la muestra artística que yo tanto quería ver –como muchos visitantes, conocedores o no de la obra de Damián Pérez- fuera clausurada. Una de esas mujeres se empecinaba en la idea de incendiar el lugar como si estuviera lleno de brujas o como si dentro estuviera Galileo Galilei. Los soldaditos del municipio argumentaron que todos los vecinos se habían quejado y, según me contó luego el mismo Damián, dijeron que “estamos en un país ochenta por ciento católico y la obra está siendo mal vista por la gente…”. ¿Y el veinte por ciento restante? –me pregunté-. ¿Acaso los ateos, los agnósticos, los musulmanes, o sea, los demás, no somos gente por no ser católicos?

Pero, ¿por qué dije que me siento observado? Pues resulta que en mi país, que se dice laico, opera un Observatorio Católico del Ecuador que está asociado con CitizenGo, otro portal web que se presenta como “la única plataforma mundial de movilización de causas conservadoras”. En su sitio web, sus miembros se vanaglorian de lo que llaman “victorias”, y celebraron de esta manera el cierre de la muestra de arte de Damián Pérez: “A menos de 24 horas de haber iniciado la recolección de firmas en citizengo.org, los ciudadanos activos hemos logrado otra victoria, pudimos conseguir que retiren la muestra de arte sacrílego de la estación de Carcelén en la ciudad de Quito”. También celebran en su página que se haya sacado de circulación aquellos folletos de educación sexual que circularon con diario El Universo, hace pocas semanas, porque -según este portal- incitan a la masturbación infantil. Su sitio web está lleno de «alertas» para frenar proyectos de ley que despenalicen el aborto en países de América Latina y causas similares.
Volviendo a nuestra Constitución, descubro que el artículo 22 garantiza el derecho de las personas “a desarrollar su capacidad creativa, al ejercicio digno y sostenido de las actividades culturales y artísticas…”. En el artículo 23, se garantiza el derecho “a acceder y participar del espacio público como ámbito de deliberación, intercambio cultural, cohesión social y promoción de la igualdad en la diversidad. El derecho a difundir en el espacio público las propias expresiones culturales se ejercerá sin más limitaciones que las que establezca la ley, con sujeción a los principios constitucionales”, y por más que busco y rebusco no encuentro que la ley de los católicos toque pito en este entierro. ¿Por qué entonces el Cabildo quiteño ordena el cierre de una muestra artística en un centro cultural barrial con argumentos religiosos?
Damián me contó también que los policías municipales habían obligado al guardia del lugar a abrir la puerta y que enseguida voltearon una imagen que mostraba al niño malcriado, como llama su creador a una de las piezas de su muestra (imagen de apertura de este artículo), que es un niño Jesús vistiendo botas de guerrillero, con un ojo amoratado y extendiendo el dedo medio de una de sus manitas. Los municipales decomisaron los catálogos de la exposición y arrancaron los afiches de la ventana del sitio. Luego dieron un tiempo para desmontar todo y amenazaron a la organización y al artista con llevarse las esculturas y clausurar definitivamente el centro cultural si no lo hacían. “Lo que pasa es que entramos en año electoral y no hay que hacerle quedar mal al Alcalde”, habría dicho uno de los soldaditos azules. Una de las mujeres le reprochó a Damián que antes de inaugurar la muestra debió pedirle permiso al cura de la parroquia para hacerlo… ¡Pedir permiso a un cura para montar una obra artística en un centro cultural!
“Para evitar problemas, decidí -aunque ahora me arrepiento- retirar las esculturas – me dijo Damián-… Bueno, por respeto a las señoras… La cuestión es que al llegar a casa y abrir mi Facebook veo una cantidad de protestas contra la muestra, y al examinar vi que eran las señoras de Provida las que vociferaban, pero decían que el Municipio financió una obra blasfema… ¡y nadie financió nada, todo fue autogestión!”.
También se dijo que el Ministerio de Cultura del Ecuador había auspiciado esta exhibición, ante lo cual, el mismísimo ministro del ramo, Francisco Velasco, escribió en su cuenta de Twitter: “Mi ABSOLUTO rechazo a cualquier acto ofensivo contra cualquier Religión sin excepción, el Municipio de Quito ya ha tomado medidas”. ¿Y qué hay con los actos ofensivos, discriminatorios y excluyentes contra los no católicos? ¿Y qué con los artistas que usan sus propios lenguajes para representar el mundo a su manera y son censurados con argumentos no artísticos?

Yo confieso ante el estado dizque laico en el que vivo, que soy ateo y que me adhiero al artículo 66 de la Constitución ecuatoriana para demandar que el Estado cumpla con el mandato que le exige proteger “la práctica religiosa voluntaria, así como la expresión de quienes no profesan religión alguna”, y favorecer un ambiente de pluralidad y tolerancia.
Confieso que soy ateo y que pertenezco a una minoría también amparada en el artículo 341 de esa misma Constitución que garantiza que “El Estado generará las condiciones para la protección integral de sus habitantes a lo largo de sus vidas, que aseguren los derechos y principios reconocidos en la Constitución, en particular la igualdad en la diversidad y la no discriminación…”.
Seis esculturas basadas en la investigación de más de diez años fueron censuradas luego de que una parada de bus abandonada por el Municipio se convirtiera en galería de arte y más tarde fuera considerada por sus vecinos y por autoridades y policías municipales un templo para el culto católico. Pero, para su decepción, la muestra de Damián Pérez ha tenido mayor repercusión luego de este intento de arrojar a la hoguera sus piezas escultóricas. Sus estudios acerca del dogma y su crítica a la sacralización de los ídolos religiosos desde el arte han sido corroborados por esta nueva inquisición acuñada en la franciscana y conventual Quito, donde cada domingo se lavan las culpas de los viernes por las noches.
Soy ateo y confieso que a veces me siento observado, capturado y discriminado por ser ateo en un estado que más bien funciona como un gran monasterio de hipócritas.
Ficha del artista
Damián Pérez Núñez estudió en la Facultad de Artes de la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad Central del Ecuador y obtuvo una licenciatura en Artes Plásticas, con mención en Escultura Cerámica (2007). Hizo un Diplomado Superior en Estudios del Arte (2007-2008) y participó en el 2012 en el proyecto Mural Guagua Quinde, en Chiriyacu, con el Patronato San José, del Municipio de Quito. Fue uno de los organizadores y codirector del proyecto Bienal de Artes LGBTI Contranatura 2013 y expositor en la IV Bienal Nacional de Escultura, San Antonio de Ibarra, 2012.