Leer es un acto que no se ata a la noción convencional del tiempo. De hecho, tiene que ver, más bien, con un escape. Aunque la industria editorial apunta a cerrar cada año con mejores publicaciones y mayores ventas, los lectores construyen su propia relación con los libros y con sus autores e imponen sus propios ritmos. Van y vuelven de los clásicos a las novedades y en ese trajín hallan tesoros imborrables. Así, las novedades y los maestros conviven. Este es un repaso a algunos libros que, si no se leyeron este año, deben estar entre las lecturas de 2019.

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Los diez de Sandra

Primero quiero resaltar la producción de las editoriales independientes en Ecuador. En serio. No solo porque trabaje en ello todos los días, sino porque es importante que la gente sepa que hay más opciones de lectura, que hay otros autores, y porque nuestro trabajo –que a veces recibe elogios o ayudas como si fueran migajas– vale la pena.

  • Ariana Harwicz, La débil mental. Editorial Turbina

Los sellos ecuatorianos no solo apuestan por los escritores locales. Apuestan por la literatura. Y la literatura de Harwicz es audaz y verdaderamente brutal. Sin imposturas. Es un libro para leerlo y no soltarlo.

  • Francisco X. Estrella, El corazón de un canalla. Editorial Doble Rostro

No porque lo haya editado yo. O mejor dicho, sí, porque si lo publiqué es por su calidad. Es un libro inusual, que pasa de lo grotesco a lo patético, se puede sentir ternura e ira hacia el narrador que pretende entender a las mujeres y que no lo logra.

  • Santiago Rosero, El fotógrafo de las tinieblas. Editorial La Caída / PUCE

Este libro de crónicas es imperdible, no hay texto malo ahí. Desde el olor del pan hasta los atentados en París, Santiago Rosero demuestra que una buena crónica se sostiene no por su tema, sino por su lenguaje claro, por transmitirle al lector lo que el cronista ve. Lo que sintió. Es un libro para sentir. Por algo será que obtuvo el premio José Peralta 2018 a la mejor obra periodística, en crónica.

  • Alberto Giordano, El tiempo de la convalecencia. Editorial Turbina.

Diario, cuaderno de apuntes, bitácora de Facebook. Un libro que disfruté en extremo por su humanidad, por sus referencias bibliográficas, porque leer a Giordano fue como sentarse a tomar café con alguien que te recomienda libros, películas, que te dice que ese día no se siente bien, pero que, al final, todo pasa, todo sana, y que la literatura es una buena forma de convalecer.

No he sido nunca mucho de novedades ni de modas. Pero cuando algo realmente vale la pena, hay que leerlo al instante, y felicitarte por ello.

  • Emil Ferris, Lo que más me gusta son los monstruos. Reservoir Books.

No sé qué me impresionó más, si los dibujos de esta recién inaugurada historietista (aunque ha trabajado toda su vida haciendo ilustraciones de libros de texto), o que el texto no estuviera relegado a los magníficos dibujos. Es uno de los libros más lindos que he conseguido. Una novela gráfica que habla sobre ser una niña rara en un mundo raro. Más que recomendada.

  • Solange Rodríguez Pappe, La primera vez que vi un fantasma. Candaya

Solange sabe cómo lidiar con temas escabrosos con sutileza y maestría, se vuelve mujer-monstruo, mujer-fantasma, ojo en algún lugar escondido de una habitación, niña-mujer que deambula por un mundo hostil y que, a pesar de ello, no deja morir la belleza.

  • Daniela Alcívar Bellolio, Siberia. Campaña de lectura Eugenio Espejo

La mente de esta narradora transita por varios paisajes, esa es su propuesta. Paisajes que se recrean obsesivamente en su cabeza, habitados por seres que casi no tienen potestad ni poder sobre ellos. Hay paisajes entrañables, otros son eriales. Por eso, es un viaje este libro.

  • Marcela Ribadeneira, Golems. El Conejo

Hay una fijación por los aparatos quirúrgicos, por los procedimientos, que esta narradora transmite con un escalofrío a los lectores. La creación y la destrucción son obra de los humanos. La vida y la muerte son nuestra obra. Y las manejamos de forma espantosa. Incluso nos largamos a reír. Ese horror, ese extrañamiento existe en este libro.

Y dejándonos de novedades, dos maestros:

  • José Donoso, La desesperanza. Seix Barral

Mostrar las hilachas, propias y del resto, de la ideología, es un ejercicio valiente. Un ejercicio que parece salido de las filas de las euforias actuales, y que, sin embargo, fue esbozado hace décadas por Donoso en esta novela que narra el regreso de Mañungo Vera, el cantante de la Causa, a un país en dictadura. No será mi libro favorito de Donoso, pero leerlo a él me sienta siempre bien.

  • Gesualdo Bufalino, La perorata del apestado. Anagrama

Por suerte siempre hay un amigo por ahí que te recomienda un libro del que no tenías ni idea. Este relato sobre un sanatorio para tuberculosos en Italia es tan bello que una vez me puse a gritar en la cola del banco. Pensar que pude morir sin leer esto me provoca angustia. Por suerte está el libro en casa. A mano. Para releer pasajes de literatura dolorosa y bella.

Bonus track:

Llegué tarde a este libro (la autora acaba de publicar otro, correré a comprarlo). Pero llegué. Y no lo solté.

  • Samanta Schweblin, Distancia de rescate. Random House

El lenguaje es correctísimo y, sin embargo, este es uno de los relatos más arriesgados que he leído. Por las voces. Por la estructura. Por ese vértigo que te hace no soltar el libro y hasta posar las manos sobre ese césped envenenado. Agradezco infinitamente haberme topado con este relato.


*Sandra Araya es editora de libros. Dirige el sello Doble Rostro, aliada de esta revista digital.


Los libros de Damián 

Este no se trata de un ‘Top 10’. No hay escalafón que valga. La elección, en mi caso, apostar por la literatura ecuatoriana, tarea que resultó dificilísima porque, aunque usted no lo crea, en Ecuador sí se escribe, y bien. Difícil, insisto, porque la lista sobrepasa a ese número tan cerrado. A continuación, unas recomendaciones de lectura, porque ya que se escribe, ahora solo queda que se lea.

  • César Dávila Andrade. BestiarioEditorial El Fakir.

Mucho se hizo, y aún resulta insuficiente, en torno al centenario de César Dávila Andrade, pero acá una edición que atrapa desde su tapa. Gran publicación de Editorial El Fakir que compila 7 cuentos a manera historietas. Si sus cuentos ya son potentes, imagínelos con los trazos de ilustradores y artistas que están al nivel de la literatura de Dávila. Si se busca captar lectores, sobre todo desde aquellos que ignoran el relato de ‘El Fakir’, este libro resulta ideal. Un libro para hojearlo y ojearlo. 

  • Santiago Rosero, El fotógrafo de las tinieblas. Editorial La Caída / PUCE

Para aquellos que dicen que a Ecuador le falta mundo, este libro de Santiago Rosero demuestra que a esas aseveraciones les falta lectura. Se trata de una compilación de historias donde París se torna protagonista: un plano geográfico desde la cartografía humana. En Ecuador, el periodismo narrativo tiene varios representantes, entre ellos Rosero. La crónica y la no ficción van por buen camino.

  •  María Fernanda Ampuero. Pelea de Gallos. Páginas de Espuma.

María Fernanda Ampuero demuestra que lo suyo son las letras, haga ficción o no ficción. Este libro va más allá de los premios y de colocarse en listados internacionales como favoritos (como el de The New York Times), se trata de un reflejo de la violencia, es decir, de lo que somos. El mérito de este libro es que todos sus cuentos, sin excepción alguna, mantienen un gran nivel narrativo, todos en pico alto: es como coronar el Cotopaxi cada vez que se termina de leer uno de ellos.

  • Mónica Ojeda. Mandíbula. Candaya.

Muchos dicen que Mónica Ojeda es el futuro de nuestra literatura: están equivocados: ella es todo un presente. Ojeda sigue hurgando en donde menos gusta habitar: nuestro interior. Con su narrativa, sabe cuándo dar una caricia y cuándo otorgar un puñetazo para estremecer al lector. Este libro tan solo es otro paso firme, otra huella bien asentada, del camino que ha forjado con La desfiguración Silva y Nefando.

  • Juan Carlos Arteaga. Contra el silencio. Tiresias

Para quienes piensan que los ensayos son aburridos o solo quedan en el plano académico, Juan Carlos Arteaga demuestra que el espíritu de Montaigne sigue ‘vivito y coleando’. Desde ‘el caníbal de Rotemburgo’ hasta Saddam Hussein quemando pozos petroleros, o de la sensualidad a la pornografía, sus páginas miran de manera aguda esos hechos que, muchas veces, son devaluados por la excesiva mediatización. La clave de estos ensayos radica en partir de un hecho concreto para reflexionar sobre premisas universales.

  • Yanko Molina. En el cerco del sol. Doble Rostro

Apareció a finales del 2017 e hizo eco este 2018. Yanko Molina entrega una novela bien estructurada en todos los sentidos: personajes, ambientes, ideas. Todo un deleite. Me atrevo a decir, y que arranque el debate, que debe ser la novela que mejor tratamiento le dio al lenguaje. ¡Una exquisitez! Lo interesante de esta historia es su enseñanza: en toda buena novela siempre debe haber un huevón.

  • Daniela Alcívar Bellolio. Siberia. Campaña de Lectura Eugenio Espejo

Daniela Alcívar Bellolio trae una historia que nace desde las entrañas. Una novela con la que, sin importar el género, es difícil no empatizar. Una historia intimista siempre involucra un gran riesgo. Alcívar sale bien librada en una historia tan corta como punzante. No importa el número de páginas sino la intensidad. La autora es toda una paisajista. Retrata con éxito lo introspectivo del personaje, quienes le acompañan y su entorno.

  • Óscar Vela. Náufragos en tierra. 

Óscar Vela continúa en su tarea de hacer libros contundentes. Sabe que la historia es implacable y se nutre de ella como cómplice. Esta vez aborda la vida de César Gómez Hernández, uno de los pioneros guerrilleros de Fidel Castro, que terminará siendo víctima del sistema, mas no de su pensar y anhelos que se mantienen intactos. Vela no solo desbarata a la Revolución Cubana desde la biografía de una persona en particular: logra que se cuestione a todos los sistemas y la labor del propio trabajo periodístico desde su narrativa. 

  • Sandra Araya. El espía, la carnada, el precio

Sandra Araya continúa a tropel en su narrativa. La novela negra siempre tiene algún detractor, pues este libro puede enseñarle que lo policiaco cumple con el rigor de toda obra. Si se recuerda a la película Réquiem por un sueño, desde el inicio, por las pistas, uno puede conocer el final. El mérito, que pese a deducir el desenlace, uno termina cautivo. Esto ocurre con la obra de Araya. Es una novela que, a la par, devela el gran pulso cuentístico de la autora: los relatos, que dan vida al libro, resultan formidables.

  • Ernesto Carrión. El día en que me faltes. Cascahuesos Editores

Ernesto Carrión es otro autor explorador de géneros. Con esta novela negra, ganadora del Premio Lipp de Novela 2017, confirma que es un todoterreno en cualquier territorio de la palabra. Desde el robo de la pierna de la escultura de Medardo Ángel Silva, Carrión destila magia y hechicería en cada una de sus páginas. ‘Ser poeta hasta el punto de dejar de serlo’, decía el poeta peruano César Vallejo. El escritor guayaquileño entiende a la perfección esta premisa y construye una obra donde la poesía, un universo tan suyo, se torna protagonista desde la prosa.

Bonus track

Gabriela Alemán. Poso Wells. City Lights

La edición en inglés de esta novela –la segunda de la autora– publicada hace más de diez años por Gabriela Alemán, y su éxito internacional, dan cuenta de que desde el inicio daba pasos fuertes para consolidarse.


*Damián De la Torre es periodista cultural. 


Los libros de Eduardo

  • Solange Rodríguez. La primera vez que vi un fantasma, Candaya, 2018.

Solange Rodríguez pasa de ser la contadora de cuentos de poca extensión, a una escritora de largo aliento, con un absoluto control de lo que es contar historias que sorprenden a los amantes de lo fantástico, de lo extraño. Un gran libro, grandes cuentos, un deleite como lector.

  • Roberto Bolaño. Cuentos completos, Alfaguara, 2018.

La sola excusa de tener en un solo volumen todos los relatos de Bolaño es suficiente.

  • Marcela Ribadeneira. Golems. El Conejo, 2018.

Puedo sonar a imparcial, pero la verdad es que entre Marcela y yo somos lectores siniestros de nuestras obras y utilizamos un cuchillo al hacerlo. Golems es un libro que marca un rompimiento en la literatura nacional, hecha por hombres o mujeres, gracias a su manera de contar historias y a las tensiones entre los personajes y sus ambientes. Su cuento “Héctor” podría estar en cualquier antología internacional.

  • Stephen King. El visitante. Plaza & Janés, 2018.

Stephen King lanza un libro que sabe a lo mejor que ha hecho en años. El cadáver de un niño aparece con muestras de abuso sexual y tortura. La gente del pueblo está horrorizada. Las pruebas remiten a uno de los hombres más queridos de la comunidad, pero él asegura que no fue y tiene evidencia de eso. Lo desconocido, lo siniestro y el mejor ejercicio atmosférico de este escritor en una novela que no se puede dejar de leer.

  • Sandra Araya. Un suceso extraño. La Caracola, 2018.

Sandra Araya es nuestra Shirley Jackson. He decidido leer todo lo que ella publique, porque no hay nadie que maneje de mejor forma las relaciones entre vida familiar y elementos de horror. Y “Un suceso extraño” es hasta ahora una de las mejores cosas que se han escrito en el país alrededor del género: fantasmas, madres e hijas en un solo relato.

  • Juan José Rodinás. Cuaderno de Yorkshire. Pre-textos, 2018.

Todos los premios y reconocimientos que ha ganado Juan José Rodinás con este libro son insuficientes. “Cuaderno de Yorkshire” es la mirada del extranjero, del que viaja a otro país, y se lleva (inclusive a sí mismo) todo el peso en cajas, en elementos que contienen otros. Leer la poesía de Rodinás es una de esas oportunidades mágicas que tiene un lector.

  • Álex Chico. Un final para Benjamín Walter. Candaya, 2017.

Una novela que juega a la reflexión, al ensayo, a la crónica de viaje, a estampar la realidad con la ficción menos evidente. Aquí, una visita a Portbou, en España, para conocer el lugar en el que se suicidó Walter Benjamin, es la excusa para hablar sobre la pertenencia, sobre el silencio y las razones detrás de aquello que se prefiere no contar. Una novela puede ser cualquier cosa que su autor o autora decida. 

  • César Aira. Evasión y otros ensayos. Literatura Ramdon House, 2017.

Solo por su maravilloso ensayo alrededor del proceso creativo de Raymond Roussel, este libro debería leerse toda la vida. Aira es preciso, gracioso, ilustrado. Es el maestro Yoda que necesitamos siempre.

  • Ariana Harwicz. La débil mental. Editorial Turbina, 2018.

Siempre hay que leer a Ariana Harwicz. Siempre.

  • Ana Minga. La hora del diablo, Cascahuesos, 2018.

Este es un poemario donde hay una máscara, un artefacto que esconde lo de adentro, en medio de versos que se sienten cercanos, con imágenes y temas que a mí me han dejado colgado: “El suicida de oficio / se mata en sus etcéteras”. Además, la referencia al Dumas de “El hombre de la máscara de hierro” como llave para abrir las claves del libro es fabulosa.


*Eduardo Varas es músico, catedrático y periodista cultural.


Los libros de Fausto

  • Marcela Ribadeneira. Golems. El Conejo, 2018.
  • Mónica Ojeda. Mandíbula. Candaya.
  • Paulina Simon. La madre que puedo ser. Ediciones Paidós.
  • Gabriela Alemán. Posso Welles. City lights.
  • Solange Rodríguez Pappe. La primera vez que vi un fantasma. Candaya.
  • Sandra Araya. Un suceso extraño. La Caracola Editores.
  • Andrea Giunta. Historias de artistas que emanciparon el cuerpo. Siglo XXI Editores.
  • Eduardo Lago. Walt Withman ya no vive aqui. Sexto Piso.
  • Anne Carson. Nox (traduccion al español).
  • Eduardo Halfón. Saturno. Jekyll & Jill.
  • Daniela Alcívar. Siberia. Campaña de Lectura Eugenio Espejo.
  • Santiago Rosero. El fotógrafo de las tinieblas. Centro de Publicaciones PUCE – La Caída
  • Karina Sánchez. Los senos maravillosos. Festina Lente.

    *Fausto Rivera Yánez es editor cultural y periodista. 


Los libros de Mónica

  • Fernando Aramburu. Patria. Tusquets.
  • Salvador Izquierdo. Te perdono régimen. La caída.
  • Ana Karina López y Mónica Almeida. El séptimo Rafael. Aperimus.
  • Sandor Marai. Los celosos. Ediciones Salamandra.
  • Daniel Balmaceda. Romances argentinos de escritores turbulentos.
  • Roald Dahl. Mi tío Oswald. Anagrama.
  • Santiago Paéz. Olvido. Cactus pink.
  • Alfonso Espinosa Andrade. Profecía de mar. Edición de autor.
  • María Fernanda Heredia. La lluvia sabe por qué. Loqueleo
  • Verónica Coello Moreira. La cena. Cadáver exquisito.
  • Khaled Hosseini. Súplica a la mar. Salamandra
  • Claudia Piñeiro. Las maldiciones. Alfaguara.

    Mónica Varea es escritora y librera. Dirige Librería Rayuela, en Quito.