Por Melissa Moreano / Colectivo de Geografía Crítica del Ecuador
En las calles y plazas de Santiago de Chile, de Ciudad de México y de Berlín vi placas con nombres incrustados, decenas o cientos de nombres, muertes por exterminación sistemática de hombres y mujeres, jóvenes o no, rebeldes o no, politizados o no. El ejercicio de la memoria colectiva es así: necesita grabar los nombres en piedra para tenerlos siempre presentes. Imagino que en muchas otras ciudades se hará lo mismo. El anhelo de recordar a los muertos –a las muertas– nombrándolas.
Hace algo más de tres meses Alisson, Sara, Iñigo y yo (miembros del Colectivo de Geografía Crítica del Ecuador) emprendimos el trabajo de revisar tres periódicos de circulación nacional con el objetivo de producir un mapa de la violencia feminicida en el Ecuador. Nos inspiró el trabajo de una artista mexicana, Sonia Madrigal, quien está construyendo una cartografía de los feminicidios en su país, como parte de su proyecto La Muerte sale por el Oriente. Ella ha invitado a organizaciones de toda América Latina a contribuir al mapa en construcción; hoy cuenta con casos de México, Argentina y Ecuador. Nuestro objetivo, más que sistematizar una geografía de la violencia contra las mujeres, fue volver visible la cantidad de casos. Es el mapa como instrumento de comunicación. Todo en el marco de la Marcha Vivas Nos Queremos, convocada en Quito el 25 de noviembre pasado.
Habíamos preparado una tabla en Excel para registrar los datos: quién es la víctima (hombre, mujer, niña, persona LGBTI), quién el agresor, el tipo de agresión (violencia doméstica, acoso, violación, feminicidio), la respuesta del estado, la localización geográfica. En la columna ‘observaciones’ pondríamos el nombre de la víctima. Alisson revisó El Comercio, Sara El Telégrafo, Iñigo y yo La Hora. En total, abarcamos dos años de noticias de prensa. Trabajamos a diario, o casi. Un total de 1.800 ejemplares de periódicos, cientos de noticias con todo tipo de detalles y silencios.
Mi revisión de La Hora se inició lentamente, hoja por hoja (desde noviembre de 2016 hacia el pasado). Fue un ejercicio de la memoria. Una recorrido de espaldas hacia lo que ocurrió en esos tiempos en el mundo, en Ecuador, en Quito. El primer caso, sus detalles escabrosos, tratar de discernir si es violencia de género. “La apuñaló su conviviente frente al hijo de 5 años”. Registrar, llenar la tabla, avanzar. Feminicidio. Siguiente ejemplar. Más casos. Violación con mutilación. Niña. Violada. Mujer acuchillada. “Le asaltaban los celos”. Feminicidio. Pamela, Dyladis, Rosa, Diana, Joselyn, Eva, Angélica, Lenny, Nancy. Poco a poco fui concentrándome en la sección policial o de crónica roja. Aunque las noticias que buscaba a veces se repartían en otras secciones, la mayoría estaba allí.
Los periodistas de La Hora, a diferencia de los otros dos periódicos, no escatimaron detalles. Allí estaban los pormenores del crimen, las razones del agresor, la opinión de los vecinos, los nombres de todos seguidos de la inicial del apellido. Mientras los números y los nombres se iban apilando, crecía la angustia por la cantidad, por la intensidad del ensañamiento con los cuerpos, por tanto horror. Bertha, Carolina, Rosa, Lissette, Karina, Eva, Luz Estela.
Alisson y Sara contarían luego que en los otros periódicos no se daban tantos detalles. Días después un periodista de La Hora consultado contaría que por razones legales deben tener cuidado con los nombres. Quizá por eso El Comercio y El Telégrafo no nombran a las muertas. Apenas unas escuetas cinco líneas describiendo que un hombre asesinó a una mujer en algún lugar, se queja Alisson. Pero esos y todos los periódicos además utilizan títulos que naturalizan la violencia o incluso que buscan justificar al hombre –subraya Sara. Además, –continúan- cuando dan detalles, los periodistas buscan el testimonio del agresor: ¿por qué la mató? Le dan voz, como si pudiera explicarse: “es que me consumían los celos”. Justificar por qué hizo tal barbaridad: “es que ella salía mucho, hasta de noche”, “había tenido muchos novios”, “lo demandó por pensión alimenticia”. Bertha, Silvia, Rosa, Lucy, Azucena, Nidia Verónica, Sara.
Una encuesta que el INEC hizo en 2012, determinó que seis de cada diez mujeres ecuatorianas habían sufrido algún tipo de violencia de género en su vida. Violencia física, psicológica, patrimonial. Seis de cada diez es el 60% de las mujeres; es la mayoría. Eso quiere decir que en tu círculo inmediato seguro hay una. Quizás una eres tú misma. Quizá somos casi todas pero muchas aún no tienen las herramientas para identificar el maltrato o para ponerle fin.
La localización geográfica nos sirvió para ubicar los casos de violencia feminicida en un mapa. Durán, Quitumbe, La Lucha de los Pobres, Santo Domingo, Ibarra, Montañita. Los puntos se iban acumulando mientras tratábamos de darle un nombre a cada uno de ellos; una descripción, un ícono que de algún modo nos haga recordar a las víctimas. Jésica, Mónica, Marisela, Sonia, Jenifer, Diego, Rosa, Hilda. Sus edades, cuando se sabía. Nombrarlas para recordarlas, como lo hacen muchas de las mujeres organizadoras de la marcha Ni Una Menos: Justicia para Vanessa, Justicia para Erika, Justicia para Isabel.
El mapa nos mostró que el sesgo geográfico de la cobertura mediática es importante. La mayoría de casos se localizaron en Guayas –escandalosamente en Durán–, Pichincha, Tungurahua. Los medios reportan desde allí, seguramente. Hubo muy poca cobertura en las provincias amazónicas, Esmeraldas, Manabí, el sur del Ecuador. Aún así, tras nuestra revisión de dos años de crónica roja en periódicos, registramos 150 feminicidios: homicidios de mujeres producto de las relaciones de poder desiguales, históricas y estructurales entre los géneros. Fruto del patriarcado. Es una violencia perpetrada por aquellos que creen que son dueños de los cuerpos de las mujeres y que, por tanto, pueden hacer con ellas lo que quieran. Dos tercios de las mujeres y niñas fueron asesinadas por un hombre cercano: su pareja, expareja, padre, padrastro, amigo o vecino. Un informe de la Fiscalía General del Estado señala que el 90% de los feminicidios registrados entre el 2014 y el 2015 fueron cometidos por un hombre cercano a la mujer. Estefanía, Janeth, María, Valentina, Luisa. “La mató porque la amaba”. “La mató porque lo dejó”. “Él la pretendía y ella no le hacía caso”. En el mismo lapso los medios reportaron cuatro casos de violencia contra hombres (crímenes perpetrados por una mujer). En realidad, la mayor violencia que sufren los hombres es la que se infringen ellos mismos después de matar a las que consideraban sus mujeres. La violencia patriarcal se manifiesta así contra ellos: hombres que asesinan a mujeres y luego se suicidan.
Pensemos en todos los casos que no llegan a la prensa. En todas las otras provincias, caseríos, pueblos que no llaman la atención de los medios. Kerly, Odalys, Dolores, Tatiana, Bertha. En todos los nombres que faltan. ¿Cómo hacer frente a un dolor tan grande? ¿Cómo revelar lo que está oculto? ¿Cómo liberarnos de la violencia? Para empezar, queremos todos los nombres. ¡Los queremos todos!
Mapa de violencia feminicida en Ecuador a 2016.
Y los nombres de los feminicidas, de los agresores y abusadores.
Si ELLOS no son identificados, puestos en escena, será como protegerlos y alentar que cometan más bestialidades.