El cine como río y comunidad: el Festival EQUIS celebra su séptima edición

El primer festival de cine feminista del Ecuador celebra su séptima edición con una programación que recorre el país y reivindica el poder de la cinematografía para construir comunidad, cuestionar desigualdades y abrir espacios de diálogo.


Por Ángela Lascano D.

Desde 2019, el Festival EQUIS ha convertido las pantallas en espacios de encuentro, cuidado y crítica. Fundado por Estefanía Arregui y Virginia Sotomayor, el proyecto nació con la intención de difundir películas dirigidas por mujeres y disidencias, y de acercar las historias feministas a nuevos públicos en el país.

La Barra Espaciadora conversó con Estefanía Arregui sobre el poder del cine para generar empatía, cuestionar privilegios y sostener espacios culturales vivos en medio de contextos atravesados por la violencia y la desigualdad.

Si tuvieras que resumir esta séptima edición en una sola palabra o imagen, ¿cuál sería?

Creo que la imagen que nos define este año es, justamente, el afiche del festival. Es un afiche muy poderoso: muestra cómo la unión de las mujeres genera una llama, un fuego que está vivo. Es eso, la unión, lo que nos mueve. La unión entre mujeres es algo tan poderoso que logra incendiarlo todo.

Pensemos en que Ecuador atraviesa un contexto profundamente politizado, también para las luchas feministas. ¿Cómo se inserta este festival en el presente? ¿Se construye como un espacio de resistencia, de ternura o de descanso ante la realidad?

Estamos viviendo tiempos muy difíciles como país, desde hace ya algunos meses y desde hace algún tiempo ya. Cuando preparábamos la edición anterior, también estábamos atravesando una crisis, además de los apagones. Es decir, hemos vivido un periodo largo de precarización y de una violencia estatal muy fuerte.

El festival busca cuestionar esos abusos de poder y las violencias que existen a nivel político, social y económico. No son violencias que afectan solo a las mujeres, sino también a las disidencias, a las minorías, a la clase trabajadora, a los pueblos indígenas.

Afiche oficial de la séptima edición del Festival Equis 2025.

Entonces el festival combina dos dimensiones. Por un lado, el de cuestionar las violencias que estamos viviendo y a la vez busca abrir espacios de diálogo, de comunidad, de encuentro, que es justamente lo que más nos está haciendo falta, no solo en Ecuador, sino en el mundo. Siento que la gente ha perdido el interés por construir comunidad y, sin embargo, el festival se sostiene gracias a la comunidad que tiene. 

Eso también lo define: el festival siempre se ha caracterizado por provocar una variedad de emociones.

En la programación hay películas que conmueven, otras que hacen reír y muchas que invitan a reflexionar desde el goce y el placer, no solo desde el dolor. ¿Cómo piensas esa diversidad emocional al momento de curar la selección del festival?

El cine tiene una enorme capacidad para generar empatía. Permite que las personas se pongan en el lugar del otro, en la posición de quien ven en la pantalla. No muchas expresiones artísticas logran eso de manera tan inmediata y creo que eso tiene que ver con la forma en que está construido el cine: idealmente estás en una sala oscura, durante dos horas, viendo la historia de un personaje, mezclando lo visual y lo sonoro. Todo eso te mueve.

Por eso, una de las claves al programar y organizar un festival enfocado en derechos humanos no solamente se basa en hacer una denuncia panfletaria o evidente, sino en saber escoger películas que, sin decir directamente “esto está mal” o “mira, qué terrible esto”, te invitan a cuestionarte. A través de la narración, los personajes, la música o las imágenes te hacen pensar en las injusticias, en los privilegios distintos de los que gozan las personas y también en tu rol como espectador frente a las historias que mostramos a través del festival.

Ese balance es fundamental: mantener la denuncia, pero también ofrecer un espacio que funcione como refugio, donde las personas puedan entretenerse y conmoverse.

Fotograma del filme Marisol, parte de la selección oficial del Festival Equis

Pensando en los algoritmos que refuerzan nuestras propias creencias, pasa lo mismo con el consumo cultural: terminamos viendo lo que ya pensamos. ¿El festival logra llegar a nuevos públicos? 

Sí, hacemos un esfuerzo activo por llegar a otros públicos. El festival empezó enfocado en un Quito centro-norte, porque proyectábamos en el Ocho y Medio y en la Casa de la Cultura, pero poco a poco nos dimos cuenta de que era fundamental ir más allá.

Nosotras hemos enfocado muchos esfuerzos en que el festival llegue también a ciudades donde no hay salas de cine. Creamos una red de sedes satélite, que son centros culturales, comunitarios o casas de acogida, espacios gestionados de forma independiente y autónoma que quizá solo tienen un proyector y una pared o sábana blanca. En esos lugares se organizan noches de películas, pero también conciertos, talleres y más. 

Hemos identificado estos espacios que existen a nivel nacional  y nos aliamos con ellos porque creemos que el festival no debe quedarse solo entre quienes ya estamos convencidas de la importancia del feminismo o las luchas sociales. Queremos llegar a otros territorios donde tal vez no existen esos cuestionamientos ni acceso a películas distintas o ni siquiera acceso a cine. Entonces son lugares que están bastante abandonados culturalmente y donde estos espacios, nuestras sedes satélite, terminan siendo pequeños oasis culturales en sus ciudades.

Y por otro lado, trabajamos para llegar a estudiantes de unidades educativas fuera de Quito. Estamos aliadas con la Red Nacional de Cineclubes, y con ella organizamos funciones en colegios y enviamos guías de mediación para acompañar las películas. Seleccionamos títulos específicos para ese público, considerando tanto la edad como las temáticas. Y para nosotras es clave que las y los estudiantes empiecen desde temprano a cuestionar las desigualdades y las luchas de poder.

Entonces sí, claro: vivimos en una época en la que los algoritmos de Instagram, Netflix o cualquier plataforma tienden a mostrarnos más de lo mismo, pero desde el festival hacemos un esfuerzo consciente por salirnos del algoritmo.

La programación de esta edición incluye producciones de varios países, que abordan realidades y luchas distintas. En un contexto donde las desigualdades de género y las violencias varían según el territorio, ¿por qué es relevante para el festival mantener esa diversidad de miradas?

Creo que verte reflejado en historias ajenas o de otras latitudes siempre es un ejercicio de introspección. Es interesante mirar lo que viven las mujeres en Palestina o en Irán, por ejemplo, porque a partir de esas historias se generan conversaciones sobre lo que pasa aquí, en Ecuador.

Puede parecer fácil pensar que las violencias que enfrentan las mujeres musulmanas son “por culpa del Islam”, pero cuando analizas más a fondo te das cuenta de que, aunque vivamos en un país que no es musulmán, las mujeres enfrentamos las mismas violencias  o represiones muy parecidas. Tal vez se manifiestan de otra forma, pero provienen del mismo origen.

Por eso es tan importante mostrar esa diversidad: nos permite reconocernos en las experiencias de otros, abrirnos a las diferencias y, al mismo tiempo, construir comunidad. Al mirar a la otra, también te ves a ti misma, y ese gesto es profundamente valioso.

Fotograma del filme Puka Urpi, parte de la selección oficial del Festival Equis.

El festival abrirá con la proyección de Eco de Luz, una película que aborda una historia familiar desde la memoria. ¿Por qué eligieron esta cinta para inaugurar la edición?

Eco de Luz es una película a la que le hemos seguido el rastro desde hace algún tiempo. Es una producción ecuatoriana dirigida por un director de Riobamba (Misha Vallejo), y su productora creativa es Mayfe Ortega, una mujer brillante de Quito, muy talentosa. La película ha tenido un recorrido internacional muy interesante.

Desde que empezamos a ver su trayectoria nos llamó muchísimo la atención, porque en Ecuador no se hace tanto cine feminista, especialmente en formato de largometraje. Así que encontrar una película ecuatoriana que aborde y cuestione estos temas es, para nosotras, como encontrar una joya.

Fue muy bonito porque Eco de Luz tuvo una función especial para un público pequeño, en la que invitaron a distintas personas que trabajamos en cine. Para Mayfe y el director, Misha Vallejo, era muy importante que la película estuviera acompañada de conversaciones. Más allá de ser una obra estéticamente hermosa, aborda temas profundos: el racismo, el clasismo, las masculinidades, lo que significa ser hombre o ser padre, o crecer en un entorno sin una figura paterna.

Cuando la vimos con Virginia Sotomayor (co-directora del festival) nos encantó. Sentimos que era la película ideal para abrir el festival, y quisimos además acompañarla para que esas conversaciones que el equipo imaginaba realmente sucedan.

Por eso, Eco de Luz no será solo la película inaugural: después se proyectará en Cuenca, Guayaquil, Portoviejo, Loja y también en colegios. No se trata solo de tener una función de apertura con alfombra roja y cóctel, sino de hacer que el mensaje de la película se potencia, que llegue más allá de la pantalla. Esa siempre ha sido la lógica del Festival Equis: lograr que las películas sigan generando diálogo, que vayan más allá de la proyección.

Fotograma del filme Eco de Luz, parte de la selección oficial del Festival Equis.

Me parece interesante que Eco de Luz aborde la figura del padre y las masculinidades. Las masculinidades son un tema fundamental dentro del feminismo, pero no siempre tienen mucha presencia en la gran pantalla. ¿Qué aporta esta película a esa conversación?

Sí, es muy difícil encontrar películas que hablen de masculinidades. Si ya es complicado hallar cine feminista, más aún lo es encontrar películas que reflexionen sobre lo que significa ser hombre. Eco de Luz está dirigida por Misha, y es una obra profundamente autobiográfica: habla de él y de su familia.

Lo valioso es que, desde su propia perspectiva masculina, Misha empieza a cuestionar esas presiones que recaen sobre los hombres en la sociedad, y cómo esas presiones o ausencias terminan afectando las dinámicas familiares. No quiero adelantar mucho porque sería un spoiler, pero además de ser una película visual y sonoramente hermosa, aborda temas que en Ecuador deberían discutirse más: las paternidades, el clasismo y el racismo.

Por eso creemos que es fundamental que la vea la mayor cantidad de gente posible.

Mencionaste los oasis culturales y me quedé pensando en eso en relación con los contextos de violencia y fragmentación social que vivimos, sobre todo en zonas empobrecidas. Ya sabemos que el arte puede ser refugio, pero también puede ser una forma de creación y resistencia. ¿Cómo crees que el arte puede ayudar a evitar que la violencia siga reproduciéndose en esos entornos?

Como te decía, y no lo digo solo yo, hay muchísimos estudios que lo demuestran, las sociedades con salud cultural y artística suelen ser sociedades más pacíficas. El arte genera espacios colectivos y comunitarios; lugares de encuentro, de diálogo, de intercambio.

Por ejemplo, un festival como este se convierte en un punto de reunión: la gente hace fila, conversa, comparte lo que sintió al salir de una película. Ese simple hecho de coincidir con alguien distinto a ti y hablar de lo que te conmovió ya es un gesto de paz. Te permite ver al otro como una persona, con emociones y dignidad.

Creo que uno de los grandes problemas de este tiempo es que casi todo lo hacemos a través de pantallas: estudiamos, trabajamos, compramos, incluso nos relacionamos. Eso nos ha aislado en burbujas donde solo vemos y escuchamos a gente que piensa como nosotros. Y cuando desaparece ese contacto con la diferencia, también se pierde la tolerancia.

Por eso el arte, no solo desde la exhibición sino desde la creación, es tan necesario. Es terapéutico, canaliza frustraciones, desigualdades, ira. Permite expresar sin violencia, transformar lo que duele en algo compartido. 

¿Hay algunas proyecciones o películas que recomendarías especialmente al público?

Sí, varias. Por ejemplo, Hacking Hate me parece fundamental. Es una película que aborda la relación entre tecnología y discursos de odio, y muestra cómo, a través de la inteligencia artificial y las redes sociales, se ha construido toda una maquinaria de radicalización de la extrema derecha. En un momento en el que el fascismo parece volver a estar de moda, entender cómo las tecnologías están alimentando ese fenómeno es urgente.

También recomendaría Comparsa, una película guatemalteca que sigue a un grupo de niñas y adolescentes que se organizan en torno al arte para crear espacios seguros en sus comunidades. Es esperanzadora y encarna justo lo que hablábamos antes: cómo el arte puede ser una herramienta para construir comunidad y generar paz.

Y, por supuesto, nuestra película inaugural, Eco de Luz. Es increíble.

Me cuesta elegir, pero ahí están esas tres.

Fotograma del filme Hacking Hate, parte de la selección oficial del Festival Equis.

El festival ha cambiado mucho; esta ya es la séptima edición. Se nota una evolución, desde el propósito de descentralizar hasta llegar a nuevos públicos. ¿Qué expectativas tienen ustedes? ¿Qué metas a largo plazo se plantean para el festival?

La meta principal siempre es que el festival siga existiendo. Cada año es un desafío levantar fondos para que el festival exista. Porque ni nosotras ni nadie tiene un financiamiento sostenido. Entonces cada año siempre empezamos desde cero. 

Nos pasa mucho que, por ejemplo, cuando postulamos a fondos nos preguntan: “¿en qué va a cambiar el festival este año?”. Y, en realidad, no queremos que cambie demasiado: la fórmula ya está hecha y sabemos que funciona. Lo que hacemos es reforzar ciertos aspectos, como las sedes satélite o el trabajo con colegios. Pero más que revolucionar el formato, nuestra meta es que el festival siga existiendo, que pueda sostenerse sin que eso implique precarizar al equipo. Queremos que sea justo y necesario hacerlo.

Para cerrar, y volviendo a lo simbólico: si el festival fuera un cuerpo, ¿cómo se movería? ¿Qué características tendría? 

Qué difícil. No creo que el festival tuviera un cuerpo humano, la verdad. Sería más bien un cuerpo natural. Ahorita que llueve pienso en el agua. Creo que sería como un río: uno que atraviesa todo, que se adapta, que se mete por donde puede, que fluye. Sí, sería eso: un cuerpo de agua o de viento, algo que se mueve y conecta.

Fotograma del filme Comparsa, parte de la selección oficial del Festival Equis.

Detalles y programación de la 7º edición de EQUIS

El festival se inaugurará el jueves 13 de noviembre en Quito, con el estreno nacional de Eco de luz, película del director ecuatoriano Misha Vallejo. La función inaugural tendrá lugar en la Cinemateca Nacional de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, a las 19h00. La entrada general costará $4, y también se podrá ingresar con el Pase Cinemateca.

Del 14 al 23 de noviembre, la Cinemateca será la sede principal, con dos funciones diarias. Las entradas tendrán un valor de $4 (general) y $2 (personas con discapacidad y de la tercera edad). El Pase Cinemateca, que permite acceder a todas las proyecciones en esa sede, tendrá un costo de $15.

Además, el festival ofrecerá funciones gratuitas en el Museo Interactivo de Ciencia (MIC) —los sábados 15 y 22 de noviembre— y en el Yaku Parque Museo del Agua —los domingos 16 y 23 de noviembre—, donde se proyectará el Programa de cortos para todas las familias, entre otras propuestas.

En Cuenca, las proyecciones también serán de acceso libre: en la Alianza Francesa, los días jueves 13 y viernes 14, y en la Antigua Escuela Central el sábado 15 y domingo 16 de noviembre, todas a las 19h00. 

Al igual que en ediciones anteriores, tras algunas funciones en Quito y Cuenca se realizarán cine foros y espacios de diálogo para profundizar en las temáticas de las películas.

EQUIS contará, además, con 11 sedes satélite —centros culturales y comunitarios— en provincias como Guayas, Loja, Sucumbíos, Pastaza, Manabí, Bolívar, Chimborazo e Imbabura, donde también habrá proyecciones presenciales.

Finalmente, EQUIS Virtual permitirá disfrutar del festival desde cualquier punto del país, del 13 al 23 de noviembre, con siete películas disponibles en línea, además de seis cortometrajes ecuatorianos y un largometraje.

Sedes satélite del Festival Equis 2025

Foto de portada: Fotograma del filme Mácula, parte de la selección oficial del Festival Equis


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Fabrizio Peralta Díaz