Por Josué Andino
Fotos: Carlos Arteaga / @orion_live_photo
Al mediodía del pasado domingo 18 de mayo, decenas de personas se congregaban en el Teatro Nacional Sucre −escenario emblemático de Quito− para ser parte del concierto Todos por el Chamo, un encuentro cargado de afecto y solidaridad hacia el cantautor quiteño Jaime Guevara.
No fue solo un evento musical. Más bien se trató de un acto de apoyo y memoria viva: músicos, poetas y artistas de distintas generaciones, muchos de ellos compañeros de ruta de Jaime, se dieron cita, junto a un público que lo ha seguido por décadas, y jóvenes que han encontrado en él un faro de rebeldía lúcida y resistencia desde el arte.


“Este concierto es un festejo a la vida del Chamo, que ha significado mucho para la cultura, la música popular y el rock en Ecuador”, comentó Augusto Pauta, organizador del evento, momentos antes de que arrancara la jornada.
El evento se inició con la proyección de un microdocumental grabado hace apenas un año, en el mismo Teatro Sucre, donde se ve a Jaime hablando, riendo, antes de uno de sus últimos recitales. Su presencia, proyectada en pantalla, arrancó sonrisas, lágrimas y nudos en la garganta. Esta vez, El Chamo no estaba en escena. Su ausencia se sentía, pero la música, las palabras y el abrazo colectivo de sus compañeros de lucha llenaban ese espacio.
El grupo Curare −cómplice en múltiples escenarios junto a Jaime Guevara a lo largo de los años− fue el encargado de abrir el telón. Presentaron temas inéditos y, entre acordes y versos, enviaron “energía positiva” al ‘Cantor de contrabando’ como quien lanza un abrazo a la distancia. Su actuación culminó con un homenaje que estremeció al público: la interpretación de Soy remiso, un himno de Jaime. La letra resonó en el teatro como un recordatorio vivo de su postura irreductible frente al poder y a las injusticias.
Jaime fue un objetor de conciencia incluso antes de que el término se volviera parte del discurso público. En un Ecuador donde el servicio militar era obligatorio y negarse a participar de él se consideraba un acto de traición, él ya cantaba su disidencia. Soy remiso no solo fue un himno personal, sino un grito colectivo. Y esa tarde volvió a escucharse como eco de su lucha, entre adultos y jóvenes que lo coreaban desde el escenario y las butacas.



Uno de los momentos más conmovedores de la tarde fue la participación sorpresa de Nito Paya, artista vinculado al teatro de calle y viejo amigo de Jaime. Su intervención fue un homenaje al lado más tierno y luminoso del Chamo. Con guitarra en mano y una sonrisa entrañable, Nito interpretó canciones infantiles como Caperucita roja y El lobo vegetariano o Maestrito zapatero, piezas que revelaron otra faceta de Jaime: la del educador, el músico que alguna vez enseñó con paciencia y alegría y que escribió para niñas y niños desde un profundo respeto por la infancia.
Estas canciones, con letras cargadas de ternura y mensajes positivos, recordaron al público que detrás del rebelde de voz rasposa y mirada aguda también vive un hombre profundamente humano, con una creatividad desbordante que no conoce fronteras. Fue un momento íntimo, casi lúdico, en medio de una jornada atravesada por la emoción.
Mientras el escenario se preparaba para la siguiente actuación, de entre el público se escapaban gritos espontáneos: “¡Fuerza, Jaime Guevara!”. Voces que rompían el silencio entre sets y encendían el ánimo colectivo. Aunque la nostalgia se asomaba, el espíritu del encuentro no decayó. Para sostenerlo, Carlos Michelena, eterno compañero de Jaime y figura imprescindible del teatro y el humor popular quiteño, tomó el escenario con una performance que mezcló risa, ternura y memoria. Su intervención reforzó el lazo entre arte, amistad y resistencia.

Artistas como Mel Mourelle, Ilyari y Chaucha Kings subieron al escenario con presentaciones que confirmaron cuánto ha calado el mensaje de Jaime en nuevas generaciones. En sus letras y puesta en escena se percibió su herencia: la convicción de que el arte puede ser un acto de resistencia, un vehículo de verdad.
A pesar de los incontables intentos por silenciarlo o negarle reconocimiento, Jaime nunca cedió. Esa tarde, sus canciones volvieron al escenario no solo como homenaje, sino como agradecimiento a quien, con su guitarra y su voz, enseñó que la dignidad no se negocia.

Casi al final de la jornada, subió al escenario la Hot Choclo Blues Band, la misma que acompañó a Jaime en sus últimas presentaciones. Esta vez, su ausencia era aún más palpable, pero la fuerza de su legado musical se sobrepuso. El blues y el rock, géneros que el Chamo llevó en la sangre, volvieron a sonar con intensidad en el Teatro Sucre y fueron recibidos con memoria y cariño.

El momento más conmovedor llegó con el cierre: todos los artistas de la tarde se unieron para entonar De contrabando, una de las canciones más entrañables de su repertorio. El teatro entero se convirtió en un solo coro. Las voces de los músicos se mezclaban con las del público en una melodía que no pedía permiso, que se filtraba por las butacas y subía hasta los balcones. Era un canto a la vida. El legado de Jaime, el del amigo cantor, generoso, rebelde y solidario, quedó más vivo que nunca.
“El Chamo está reaccionando, ya está consciente y respira por sí mismo”, dice con emoción Augusto Pauta, mientras recuerda que Jaime Guevara continúa en la Unidad de Cuidados Intensivos de un hospital de Quito y que aún se necesita apoyo para cubrir los gastos médicos que sostienen a quien tantas veces dio voz a las causas de otros.
María Fernanda Restrepo, también organizadora del concierto, ha acompañado de cerca a Jaime desde hace décadas. Su presencia es también memoria: su padre, Pedro Restrepo, luchó y cantó junto a Jaime durante años en la Plaza Grande, exigiendo justicia por los desaparecidos en Ecuador. Pedro falleció recientemente y su legado de lucha se entrelaza hoy con el de Guevara. “La solidaridad es uno de los pilares fundamentales de los quiteños −afirma María Fernanda−, la vivimos en carne propia. Siempre recibimos solidaridad, sobre todo de Jaimito, y por eso hoy estamos con él, como siempre estaremos con todas las causas buenas, justas y necesarias”.
La invitación sigue abierta: cada donación, cada gesto, cada canción entonada es una forma de devolver algo a quien nunca dudó en darlo todo. Jaime Guevara, el cantor de contrabando, el remiso de alma, el amigo de las causas nobles, aún resiste. Y con él, una ciudad que no olvida a quien la hizo vibrar desde la dignidad y la música.




